28 dic 2021

LAS MUJERES QUE NUNCA TENIAN HAMBRE

                                                              

                                           



Mi madre me ha contado muchas veces que cuando ella y sus hermanos eran pequeños su madre casi nunca tenía hambre. Que cuando se sentaban a la mesa para comer lo poco que había, le decían: ¿mamá, usted no come? y ella decía: es que no tengo ganas, comed vosotros.

Mi abuela tenía cinco hijos, dos varones y tres mujeres, también vivía en casa mi bisabuela, a todos los tenía que sacar adelante con lo que mi abuelo ganaba, como panadero, en una panadería de Librilla.

Cuando llegaba la Navidad el trabajo en el obrador se multiplicaba y mi abuelo trabajaba muchas horas, sin embargo, esas horas no las cobraba en dinero, sino que de cada docena de los dulces navideños que se cocían en el horno le daban una pieza para él. Mi abuelo iba y venía en bicicleta, cada día. Salía de Alhama antes de amanecer, para elaborar el pan y volvía por la tarde.

De tantas historias que he escuchado sobre aquellos tiempos hay una que siempre recuerdo por estas fechas. Era el día de Nochebuena y, llegada la noche, mi abuela no tenía para darles de cenar a sus hijos nada más que naranjas. Pero ni siquiera una por cabeza. Repartió las que tenía entre los cinco y ella no cenó nada. No tenia hambre. Los niños se fueron a la cama con sólo unos gajos de naranja en el estómago.

Cuando llegó mi abuelo a casa, (ese día siempre llegaba más tarde porque los vecinos apuraban hasta ultima hora para cocer sus dulces caseros y algunos, los asados que les serviría de cena) estaba helado de frio, pero con una sonrisa preguntó por los críos y mi abuela le dijo que ya estaban durmiendo, que así por lo menos no sentían el hambre. Mi abuelo sacó entonces todo los que había ganado esa noche, que llevaba envuelto en un trapo, y lo puso encima de la mesa diciendo: Vamos a despertarlos. Mi abuela, enseguida dispuso las viandas para que las viesen los niños al levantarse: tortas de pascua, mantecados, tortas de naranja, rollos de vino… manjares que venían de familias menos pobres que habían ido a cocerlos al horno donde trabajaba su marido.

Así que, casi llegando a la madrugada, despertaron a sus hijos que se alegraron al ver toda la comida que había sobre la mesa y todos compartieron, unidos, lo que había traído el padre, fruto de su trabajo. Esa Nochebuena la recordarían siempre con una mezcla de alegría y de tristeza. Mi abuela en esa cena si tenía hambre y miraba, satisfecha, como comían sus hijos que volverían a dormirse, ahora con los estómagos llenos.

Esta historia familiar me conmueve cada vez que me viene a la memoria. Es una historia de posguerra, de escasez y de hambre que se repetía en muchos hogares humildes, hogares en los que las mujeres casi nunca tenían hambre.

Los hombres tenían que alimentarse para ir a trabajar, los niños para crecer y los ancianos para seguir viviendo; las mujeres hacían honor a ese dicho popular “se quitaban el pan de la boca para dárselo a sus hijos”. A esas mujeres mi reconocimiento y mi recuerdo emocionado. Ellas si estaban empoderadas, eran fuertes y resistieron una vida de dureza inimaginable hoy.

Esto saldrá publicado en Nochebuena de 2021 y, a pesar de la difícil situación por la que estamos pasando, no puedo dejar de recordar a aquellos hombres y mujeres, que vivieron en los años cuarenta, para quienes las Navidades eran frías y oscuras; con las mesas vacías y llenos de miedo; con tristeza en la mente y los cuerpos hambrientos. Por eso, a veces, me avergüenzo de quejarme (aunque tenga derecho).

 


 (Artículo publicado en el número 1.227 del periódico Infolínea)


22 dic 2021

¿QUÉ HA HECHO ELLA PARA MERECER ESTO?


Acababa de empezar el artículo de esta semana, contando en él una historia relacionada con las fechas pre-navideñas en las que estamos, cuando me he enterado de la muerte de Verónica Forqué y ya no he podido concentrarme en lo que estaba escribiendo. -Precisamente hacía unos días que había estado viendo la gala de los premios Forqué, premio cinematográfico creado en memoria del director y guionista José María Forqué, su padre-.

Miles de imágenes con ella de protagonista me vienen a la cabeza: películas, series, teatro. Esta actriz ha sido una de las grandes de nuestra escena, sobre todo en los años de “La movida” de la que fue una de las protagonistas. La Forqué tenía un carácter dulce, sereno y divertido que la diferenciaba de todas las demás.

Ha interpretado personajes carismáticos e inolvidables. Desde “¡Ay, Carmela!” junto a Juan Diego en Estudio 1, pasando por la entrañable Pepa de “Pepa y Pepe” hasta las diferentes figuras femeninas que encarnó en “Bajarse al moro”, “El año de las luces”,” La vida alegre” y tantas otras. Ha sido una de las actrices más premiadas de nuestro cine.

Su última película es de este mismo año y está por estrenar, Netflix la anuncia para el 24 de diciembre y se llama “A mil kilómetros de la Navidad”, título que parece augurar la triste despedida de Verónica cuando estamos a las puertas de esas fiestas.

En televisión, los seguidores del ultimo Master Chef hemos podido ver a la actriz muy deteriorada, tanto física como mentalmente, aunque seguía haciendo gala de su humor inteligente y de su ingenio. Yo puedo decir que este año he visto este programa por ella, aunque hubo momentos en que me parecía totalmente desprotegida mediáticamente hablando. Su situación llegó al extremo de tener que abandonar el concurso por problemas de salud “Mi cuerpo y el Universo me estaban diciendo: necesitas parar” dijo cuando se despidió y entregó el delantal con humor, enrollándolo al “estilo Mary Kondo”

Parece mentira que alguien que nos ha hecho reír a tanta gente haya terminado de una manera tan triste con tan sólo 66 años.

En una entrevista concedida a la revista “Blanco y Negro” en 1976 cuando tenía sólo 20 años, Verónica decía: “Tengo miedo a casi todo, sobre todo a la depresión y a la indecisión. A veces, cuando no se elegir me deprimo”. Y, al parecer, ha sido una depresión que venía padeciendo desde hace mucho años, la que la ha llevado a tomar la fatal decisión.

He vuelto a ver sus últimas entrevistas en “La resistencia”, “Late Motiv” “El Intermedio” y en todas ellas aparecía una persona llena de vida y de un brillante sentido del humor que para nada hacía sospechar el pequeño infierno en el que vivía.

Su muerte ha vuelto a ponernos ante los ojos la importancia de la salud mental, y la carga de prejuicios y estigma que lleva consigo. Las enfermedades mentales se llevan ocultas como si de algo vergonzoso se tratase, en vez de darle el lugar y la importancia que tienen.

Últimamente y a raíz de publicaciones como “Por si las voces vuelven” del conocido periodista Ángel Martin, y declaraciones de otros personajes conocidos hablando de sus problemas mentales, ha surgido una especie de “me too” relacionado con la salud mental. Las medidas que, desde el gobierno se están planteando esperemos que sean de ayuda para hacer cara a esta realidad social que ha estado tapada y que tanto la pandemia como el insano modo de vida que llevamos han dejado al descubierto.

 

 (Artículo publicado en el número 1.226 del periódico Infolínea)

 

 

17 dic 2021

POR MI Y POR TODOS MIS COMPAÑEROS.

                                                       

El miércoles de la semana pasada, me puse la tercera dosis de la vacuna contra el covid19. Es la primera vez que he ido a una vacunación masiva, la franja de edad iba de los 60 a los 70 años de edad. En las personas que estábamos allí, se notaba una cierta incomodidad. “Hacen con nosotros lo que quieren” “De algo hay que morir”, me daba la impresión de que muchos no iban convencidos del todo.

Cuando estábamos en pleno auge de la pandemia y los muertos se contaban por cientos, cada día. Cuando se anhelaba una vacuna más que nada, en todo el mundo, nunca se me ocurrió pensar que, una vez que la tuviésemos, habría gente que se negaría a ponérsela. Muchos de quienes ponían el grito en el cielo porque no había remedio para algo tan desconocido, ahora dicen que el remedio ha venido demasiado pronto.

“El ser humano es raro, lo dicen los expertos, por un lado, tan simples, por otro tan complejos…” Los Cucas.

 ¿Imagináis que quienes sufrieron la Gripe Española (si hubiesen tenido los avances actuales) habrían dicho: “ no, no quiero protegerme, parece que esto es un plan para que pasemos por el aro..”? o a los infectados de tuberculosis del sanatorio de Sierra  Espuña negándose a recibir antibióticos

Ahora vivimos una sociedad lo suficientemente avanzada para que, en un tiempo récord, se hayan podido crear varias vacunas contra la pandemia que aún asola gran parte del mundo. A mi me parece de una tremenda insolidaridad y de una gran soberbia, despreciar un bien que no sólo nos protege a nosotros sino a todos los demás. Cuando, además, se nos procura el beneficio de forma gratuita.

La mayoría de países de África no tienen acceso a vacunarse. 51 países no han llegado aún al 10% de personas vacunadas. Sin contar que hay lugares de los que ni siquiera hay datos. El otro día escuché a un experto decir que la tercera dosis, en los países avanzados, podría llamarse la dosis del egoísmo, cuando quedan tantos millones de personas en el mundo sin poder vacunarse. “La OMS pide a los países ricos donar más dosis a los países pobres antes de vacunar a poblaciones menos vulnerables”.

Los virus utilizan seres que no están inmunizados para poder evolucionar e ir cambiando, es por eso la necesidad de que todo el mundo esté vacunado.

¡Qué paradoja! En los países ricos hay gente que no quiere vacunarse y en los pobres ni siquiera pueden elegir.

A quienes decían el miércoles pasado “de algo hay que morir” yo les diría que al contrario “de algo hay que vivir” y si lo tenemos a nuestro alcance debemos utilizarlo, por solidaridad y responsabilidad.

 




9 dic 2021

ALMUDENA

                                               

Desde el sábado llevo preguntándome porqué la muerte de una escritora, a quien sólo conocía a través de sus libros, me ha entristecido tanto. No he encontrado la respuesta hasta que he leído las palabras que de ella ha dicho la cantante Ana Belén, “Cada una de sus novelas pensaba que las había escrito para mí”. Eso mismo es lo que yo sentía cada vez que leía algo suyo, que parecían pensamientos míos escritos por otra persona. En cada una de sus obras había un personaje (o varios) con quien me identificaba.

Ese era el poder que Almudena tenía con las palabras, conseguir formar parte de la historia y la memoria de quienes la leían. El primer libro suyo que leí fue “El corazón helado” y esa historia de las dos Españas que cantaba Machado, una de las cuales te helaría el corazón, hizo que Almudena Grandes se convirtiese, desde ese momento, en mi autora preferida. La persona iba a la par que la escritora, comprometida con la memoria de nuestro país y con la verdad de la historia.

Su muerte ha conmovido a todo el mundo de la cultura. Se ha ido dejando inconclusa sus obra “Episodios de una guerra Interminable” iniciados con la maravillosa “Inés y la alegría” a la que siguió “El lector de Julio Verne”, “Las tres bodas de Manolita”, “Los pacientes del doctor García” y “La madre de Frankenstein” que ha sido la última publicada. Quedaba pendiente “Mariano en el Bidasoa”, con la que habría acabado la serie de novelas, que ella llamó episodios a la manera de su admirado Pérez Galdós.

Lo que más me gustaba de esta escritora era la capacidad que tenía para hacerse entender por todo el mundo usando las palabras, su literatura culta y extraordinaria calaba en la sensibilidad y el entendimiento de quien la leía.  Con su inesperada muerte, sus lectores (admiradores), nos sentimos un poco abandonados y un poco huérfanos también. Nos quedan sus libros, nos queda su recuerdo y su ejemplo de mujer que amaba la vida por encima de todo, fue su compromiso con la vida lo que la llevó a escribir algunos de los libros mas hermosos de nuestra reciente literatura.

Ayer vi el entierro al que asistieron cientos de personas con un libro suyo entre las manos. Allí estaban miembros del gobierno como el presidente, la ministra de trabajo, el ministro de cultura, la ministra de igualdad, la ministra de hacienda…Gente del mundo de la cultura como Sabina, Pedro Almodóvar, Ana Belén, Víctor Manuel, Luis Landero, el Padre Ángel….También hubo significadas ausencias que no voy ni a nombrar. Casi todos lo medios de comunicación han dedicado tiempo, durante estos días, a recordar la figura de Almudena como escritora y como persona. Las redes sociales se han llenado de amor y agradecimiento hacia ella.

El escritor Benjamín Prado ha dicho esto de Almudena Grandes: “Almudena era un ser invulnerable, la madre de todo el mundo…….ha criado a los hijos de todos los amigos, nos ha dado de comer a todos…….tenía tantas ganas de vivir que, a los que la amábamos, nos parece injusto que se haya ido tan pronto…”

Juan Cruz hablaba así de ella en la radio: “…enamorada, de la literatura, de sus hijos, de Luis, de la causa que marcó su vida que era capaz de contar la vida de los perdedores de la guerra y de la burla que se hizo de ellos, a pesar de la Memoria Histórica”

Me despido de Almudena Grandes, con la tristeza que aún me aqueja, prometiendo volver a leer “El corazón helado” para reconfortarme con la calidez de sus palabras en estos días en los que España se ha quedado un poco mas desangelada sin su presencia.



(Artículo publicado en el número 1.224 del periódico Infolínea)

3 dic 2021

VIOLENCIAS. SIGLO XXI

 


El mes de noviembre viene señalado, a nivel de concienciación social, por la llamada violencia de género. Cualquier mujer u hombre que se precie, se manifiesta en contra de la violencia ejercida contra las mujeres. Queda bien, es lo que toca decir, pero ¿es la realidad?. Posiblemente las personas de cierta edad seamos más conscientes y escépticas respecto a lo que significa esa violencia y sus causas.  

En muchos actos relacionados con el tema veo como chicos y chicas defienden la igualdad y critican la violencia. Me gusta pensar que las palabras no se quedan en el papel que sostienen sus manos.

La curiosidad y el interés por la adolescencia y la infancia (en esas edades es donde todo se siembra), me llevó a ver el otro día una serie documental sobre un ídolo de la canción actual que triunfa entre el público mayoritariamente femenino. No voy a decir su nombre, pero a lo mejor os suenan sus letras.

Me quedé sorprendida y, porque no decirlo, un poco asustada.

“Tengo una debilidad, ver tu nombre en mi pantalla cada vez que me llamas. Tengo la necesidad de dormir con otras porque no estás en mi cama…” “..ella es una diabla y to el mundo lo sabe, yo conozco su cuerpo y sus puntos clave, cuando estamos en la cama es como una nave, mientras yo se lo hago quiere que la grabe….” “…ella me dice que la pase a buscar porque su novio la trata muy mal. La chamaquita quiere bailar y yo que estoy muy loco me la voy a robar…” “..en la cama te prefiero sin pijama. Ponte sexy y linda que esta noche hay foto y fama, flash p’a publicarte, que sufran esas bichas que no pueden igualarte…”

Os aseguro que he escogido las frases más suaves de sus canciones, algunas de las cuales tienen nombres como “Mala” o “Zorra”. Muchas de sus actuaciones son compartidas con otros y otras cantantes (de ambos sexos) de fama reconocida y todas llevan coreografía femenina.

Son cantantes que venden y mucho, apoyados por poderosas discográficas que los hacen triunfar internacionalmente. Casi siempre dicen tener origen humilde y ahora van en cochazos y visten un look hortera de superlujo, presumen de no ser buenos escribiendo y de su escasa cultura, pero sí que saben conectar con la calle por muy sorprendente que esto parezca.

No, yo no censuraría estas letras de auténtico mal gusto en todos los sentidos, lo que me asusta es que quienes compran esa música y asisten a esos conciertos sean en una gran mayoría chicas, casi niñas, que se identifican con las palabras que sueltan estos “artistas” y tienen como referentes a quienes proclaman este tipo de comportamiento sexual.

Muchas veces lo digo, los jóvenes actuales han sido educados en colegios democráticos, con acceso a una información sexual medianamente igualitaria. Jóvenes conscientes de lo que significa el maltrato. (Desde la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral Contra la Violencia de Género, se incorpora a la Educación secundaria la Educación sobre Igualdad entre Hombres y Mujeres y contra la Violencia de Género.)

Entonces, me pregunto: ¿Qué no se está haciendo o qué se está haciendo mal?.

 

  (Artículo publicado en el número 1.223 del periódico Infolínea)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

24 nov 2021

EL SILENCIO

                                    

Lo mismo que el pintor necesita un lienzo en blanco para poder realizar su obra, o el escritor una página en blanco para poder escribir, el silencio es necesario para poder hablar, entenderse y escuchar.

“…Y en la luz desnuda vi, diez mil personas, quizás más. Gente hablando sin hablar, gente oyendo sin escuchar. Gente escribiendo canciones que las voces jamás compartirán, y nadie osó perturbar a los sonidos del silencio.” Los sonidos del silencio. Paul Simon.

Ayer asistí, virtualmente, a una clase en la que se trataba el tema del silencio. Me gustó y me dio qué pensar (otra cosa para la que es imprescindible el silencio).

Vivimos rodeados de ruido, de sonidos, muchos de ellos molestos que llenan cada espacio sin dejar resquicios. Cuando estamos solos seguimos intentando llenar el silencio, ponemos la tele, nos conectamos a internet o, en el mejor de los casos, escuchamos música que dependiendo de la que sea puede ser lo más parecido al silencio.

Pero ¿Por qué nos incomoda el silencio?, a veces, si nos encontramos a solas con alguien en un espacio más o menos reducido, casi nos vemos obligados a decir algo para “romper el hielo”. Con frecuencia escuchamos: ¿no dices nada? ¿estás muy callado?, como si el silencio fuese algo negativo que tenemos que hacer desaparecer, como si temiésemos enfrentarnos al pensamiento, a las palabras, a los secretos que podrían poblar esa ausencia de sonido. Otras veces en nuestro afán por llenar con palabras los huecos vacíos, lo hacemos con palabras vacías o inconvenientes, de las que nos arrepentimos nada más haberlas pronunciado.

“El hombre se adentra en la multitud para ahogar el clamor de su propio silencio” Rabindranath Tagore.

Una edad que se caracteriza por largos silencios es la adolescencia, aunque la mayoría de las veces esos silencios no son tales ya que están llenos de mensajes o comunicación virtual. El mutismo aparente suele estar poblado de información de toda clase que los jóvenes consumen sin orden ni concierto, en un vano intento de llenar su incomodidad.

Dentro de este entorno atiborrado con sonidos, que emergen desde todas las pantallas que llevamos casi incorporadas como una parte más de nuestro cuerpo, donde no se deja un lugar al reposo, vivimos en un profundo aislamiento en el que se echa de menos silencio para poder pensar, reflexionar, silencio sobre el que se puedan poner palabras que nos lleven a nuestro propio entendimiento y nos alejen de la insensatez.

“….Y la gente se inclinó y rezó al dios de neón que habían creado. Y la señal destelló con esta advertencia en las palabras que estaba formando. Y la señal decía que las palabras de los profetas están escritas en las paredes del metro y en los callejones y susurradas en los sonidos del silencio.” Paul Simon.

 

                                            

                                           "Los sonidos del silencio" Simon & Garfunkel


   (Artículo publicado en el número 1.222 del periódico Infolínea)



17 nov 2021

PARA LA TERNURA SIEMPRE HAY TIEMPO

 

                                

A pesar de la incertidumbre que nos acompaña siento que últimamente hay como un soplo de esperanza a nuestro alrededor.

Ver como vuelven programarse obras de teatro, exposiciones, charlas, conciertos y demás actos culturales, me produce una grata sensación. Parece que todo empieza a recomponerse, no digo a ser normal porque cada vez sé menos qué es normal y qué no lo es; pero si que la vida va ganando terreno.

Hoy he acompañado a mis padres al centro de salud para que se pongan la tercera dosis de la vacuna. Mientras esperábamos una señora que salía de la consulta después de ser vacunada, se ha puesto a aplaudir y bailar, lo que ha sacado una sonrisa de la mayoría de las personas que estaban en ese momento allí.

Y es que, las ganas de vivir no son patrimonio de una edad concreta, bien que lo están demostrando nuestros mayores que han resistido al embate de esta pandemia como si fuera uno de los muchos que han recibido a lo largo de su vida, plantándole cara.

Por eso no entiendo a quienes, a pesar de todo lo pasado y todo lo sufrido estos dos últimos años siguen hurgando en lo dañino y pernicioso. Buscando la falta en vez de poner en valor la vida.

El otro día me comentaba un amigo que parece que todo el mundo está crispado y que, a las primeras de cambio surge la bronca y las discusiones. Yo creo que esto sucede mucho en el ambiente de la política.

Me gustaría ver que quienes nos representan hacen uso de su humanidad y toman conciencia de lo importante que es dejar las confrontaciones en estos complicados momentos que se están viviendo en todo el mundo.

Ahora se está volviendo a utilizar el miedo: Apagón, escasez….palabras negativas con las que se quiere bloquear la posibilidad de que estemos bien. Me parece perverso. Puede ser que haya apagón en algún momento, o puede que no. Puede ser que escaseen algunas cosas o puede que no. ¿Quién lo sabe? Si algo debiéramos de haber aprendido es que todo no se puede prever ni controlar.

Yo prefiero quedarme con datos como que nuestro país es uno de los mas avanzados en vacunación y prevención, también me queda la certeza de que hemos tenido mucha suerte de que la pandemia nos haya llegado teniendo un gobierno como el que ahora tenemos (con sus aciertos y sus errores) que ha cuidado a enfermos y trabajadores, desde la sanidad pública y el derecho al trabajo.

Compartía hace poco, en un escrito, una frase leída no recuerdo dónde, “sólo nos salvará la ternura y la cultura” y por ahí creo que deben de ir las cosas. Cultura y un poco de ternura ante tanta crispación, malhumor y malas intenciones.

Ahora que se está entrando casi en precampaña electoral y que todas las formaciones políticas están preparando sus estrategias me gustaría compartir con vosotros una idea absolutamente utópica pero recurrente: muchas veces he pensado como sería una campaña electoral en positivo, ¿os la imagináis? cada partido debería decir lo bueno que los demás partidos llevan en sus programas electorales. A mí me relaja sólo pensarlo.


                                                                         "Macondo"  



  (Artículo publicado en el número 1.221  del periódico Infolínea)

9 nov 2021

NO SOY UN CABALLO

                                             



En 1970 Richard Harris protagonizó la película “Un hombre llamado caballo”, en ella representaba a un lord inglés apresado por una tribu de indios sioux que es regalado a la madre del jefe como su esclavo. La mujer lo llama “caballo” y lo trata como tal. Esto es sólo el inicio de la que yo considero una buena película. En una escena de esta el esclavo se rebela al grito de “¡No soy un caballo, soy un hombre!”.

Os cuento esto porque hace unos días, viendo una serie de moda, uno de los protagonistas lanza el mismo grito o parecido “¡No soy un caballo, soy una persona!”. La serie a la que me refiero es “El juego del calamar”. Os aseguro que, en principio, no tenía intención alguna de verla, no me llamaba la atención, pero con la polémica surgida alrededor de ella, siendo la serie más vista del momento y después de leer críticas de todas clases, pudo en mi la curiosidad. Desde colegios que aconsejan que los críos no vean la serie a quienes la califican de perniciosa por ser violenta, homófoba y misógina. En Halloween han triunfado las máscaras que lucen en la serie y el código de acceso al juego está ya en diversos objetos habituales como llaveros o camisetas.

Después de ver la serie creo sinceramente que no es una serie para niños, (aunque casi toda ella se desarrolla en ambientes relacionados con la infancia) pero ni más ni menos que la mayoría de las que estos ven habitualmente teniendo, como tienen, acceso directo a internet por medio de móviles y tablet o de la misma televisión. Aquí debe estar la labor de los padres, supervisando que ven sus hijos y poniendo límites a la realidad que aparece tras las pantallas.

En cuanto a la serie en cuestión, reconozco que me ha gustado. Creo que, si no te quedas en lo superficial que es lo que genera equívocos, en ella se tratan temas interesantes, tanto en el aspecto social como en lo intimo de cada persona, ahondando en la parte más oscura del ser humano. Me parece una gran metáfora de la sociedad actual en la que todos estamos endeudados y cada día nos enfrentamos a la supervivencia en nuestro particular “juego del calamar”. Qué seriamos o qué somos capaces de hacer para seguir “vivos”. La Deuda arrastra por las sendas mas tortuosas a millones de seres humanos en todo el planeta, personas que, como peones de un juego macabro, caen en el juego, las apuestas, o la delincuencia para poder saldar sus deudas y poder vivir tranquilos. El propio director y guionista estaba endeudado cuando la escribió.

En una escena se ven dos libros: “La teoría del deseo” del psicoanalista francés Jacques Lacan y otro sobre el pintor belga René Magritte, los dos libros están relacionados con el argumento. En el de Lacan se trata sobre la necesidad, el deseo y la ambición del ser humano, Magritte, sus pinturas, inspiraron el que no se viesen los rostros de quienes orquestan el juego. Las escaleras coloridas que atrapan tanto la atención, están inspiradas en la litografía llamada “Relatividad” del artista Escher.

Momento interesante cuando aparecen “Los importantes”, escondidos también bajo máscaras, ellos son quienes dirigen y disfrutan del juego. Como la vida misma. Casi al final de la serie (que tendrá, seguro, segunda parte) es cuando, el protagonista, al igual que aquel de la película de 1970, se rebela y grita reivindicando su estatus como ser humano “Yo no soy un caballo”.

No voy a recomendar que la veáis, tampoco lo contrario. Solamente diría que usemos nuestra capacidad de ser críticos y no nos quedemos flotando en la superficie de las máscaras y la atractiva estética que tiene la serie, tampoco en los calificativos de violencia, misoginia y homofobia. La reflexión y el debate al que invita esta producción coreana no tiene para mi ninguna duda.

"El Juego del calamar" Trailer


(Artículo publicado en el número 1.220  del periódico Infolínea)


3 nov 2021

HACER FILIGRANAS (dedicado a todas las personas del Centro de Atención Psicosocial)

 


La palabra filigrana siempre la había conocido de forma coloquial cuando se refería a algo que había que manejar con extrema delicadeza o que era complicado de hacer: “tuve que hacer filigranas para que se me entendiese” o “Tengo que hacer filigranas con el sueldo para poder llegar a fin de mes”, en tono jocoso también se empleaba cuando nos referíamos a alguien con una personalidad que se salía de lo común: “es un filigranas”.

Recientemente he conocido el verdadero origen de esa palabra y a lo que realmente se refiere. Según la R.A.E filigrana es: 1- Obra formada de hilos de oro y plata, unidos y soldados con mucha perfección y delicadeza. 2- Señal o marca transparente hecha en el papel al tiempo de fabricarlo y 3- Cosa delicada y pulida.

La historia de la filigrana hecha con papel se remonta, al parecer, a Egipto, donde el papiro era utilizado como base. Durante la Edad Media esta técnica fue utilizada en los conventos de Francia e Italia para sustituir la filigrana realizada en oro y plata. En Inglaterra, durante la época Victoriana fue una de las labores preferidas por las damas de la corte.

Pero quienes hayáis podido visitar la exposición de este año del Centro de Atención Psicosocial habréis podido comprobar como la palabra Filigrana cobra otra dimensión.

La labor que han llevado a cabo los usuarios de este centro, utilizando sus manos y tiras de papel de colores y dirigidos por Ruth Menzel la arteterapeuta del centro, es un trabajo tan bonito que merecería la pena que fuese visto por mucha gente.

A parte del magnífico trabajo que han realizado este año, hay que tener en cuenta las circunstancias y el tiempo con el que han contado para hacerlo. A pesar de todo, ellos nos han enseñado que el deseo de demostrar lo que son capaces de hacer y poder mostrarlo a todos, ha sido mayor que todas las circunstancias adversas que se han vivido.

Pienso que, en este caso, filigrana no es sólo la técnica empleada, también han hecho filigranas con el tiempo que tenían y con todos los momentos difíciles que han sufrido estas personas de una forma especial.

El tránsito que se vivió de forma radical debido al COVID, que les (nos) llevó a estar recluidos en casa, han tenido ahora que recorrerlo a la inversa, pero esta vez de forma pausada, guardando todas las medidas de precaución e incorporándose de forma paulatina al centro y a su dinámica de forma presencial.

Para todos ha sido una época difícil, y lo sigue siendo, pero para el colectivo que forma Psicosocial, ha tenido connotaciones aún mas complicadas. De eso saben mucho todas las profesionales implicadas en sus procesos y sobre todo lo saben quienes han vivido la angustia y la incertidumbre de manera diferente.

Tengo la suerte de trabajar con ellos, como voluntaria social, desde hace muchos años y cuando vi por primera vez el trabajo que estaban preparando para la exposición; su laboriosidad y minuciosidad, cuando vi tantos papelitos de mil colores enrollados sobre si y pegados unos a otros formando preciosas figuras, cuando me los mostraron con una sonrisa de satisfacción en sus caras pensé que, a la misma vez que iban enrollando papeles, ellos comenzaban a estirarse a ponerse en pie de nuevo para seguir adelante en este camino complicado que es la vida.

Enhorabuena a todos por el buen trabajo que habéis realizado.


  (Artículo publicado en el número 1.219  del periódico Infolínea)

 

26 oct 2021

EL SIGLO DE LAS LUCES

                                                   



                                                           

En ciertas ocasiones me tengo que parar y pensar dos veces cuando soy consciente de los cambios que hemos vivido quienes, como yo, nacimos en la segunda mitad del siglo XX. Estos últimos meses en los que el precio de la luz es noticia un día sí y otro también, me ha ocurrido a menudo. 

Cuando era niña, se iba la luz con mucha frecuencia, eso formaba parte de la normalidad de entonces. En cada casa había diferentes formas de hacer frente a estos imprevistos. En las casas de los abuelos, que en un principio no tuvieron luz eléctrica, había candiles de aceite hechos de latón donde se impregnaba una mecha de algodón que cuando se hacía arder iluminaba suavemente la estancia donde estaba, también había velas de cera.

En casa de mis padres, que ya tuvieron luz desde el principio, cuando esta faltaba se echaba mano del quinqué de petróleo, estos tenían un depósito de cristal donde se echaba el combustible y donde se ponía la mecha de algodón que salía a la tulipa también de cristal. Al encenderse, mediante una ruedecita, se podía dar más o menos luz según se sacase más o menos mecha. Estos quinques alumbraban mejor que los candiles y no producían humo; por supuesto nunca faltaban las velas. Fue todo un acontecimiento el día en que mi padre apareció con una linterna.

En nuestro pueblo eran muy comentados los apagones cuando estos ocurrían durante la proyección de una película en el salón Espuña, el trajín que se producía en la oscuridad y las idas y venidas del acomodador con su linterna.

Los apagones no nos importaban a los niños, podíamos seguir jugando o leyendo a la luz del quinqué. Los mayores tampoco se preocupaban mucho, “ya vendrá”, no había comida que pudiese echarse a perder, la poca que se tenía en las casas de aquellos tiempos se guardaba en la fresquera o colgada, si se trataba de algún tipo de embutido.

Quien tenía el lujo de una nevera, esta solía abastecerse con barras de hielo que se repartía por las casas. Estas neveras tenían un pequeño grifo por el que salía el agua del deshielo, (nunca he probado un agua más rica).

No sé en qué momento cambió todo. Un día dijeron que la luz que teníamos que era de 125 iba a ser de 220; yo no sabía muy bien que quería decir aquello, pero sí que todo se iluminaría mejor pero que habría que renovar la instalación. La luz dejó de irse. Las casas se llenaron de artilugios que necesitaban electricidad y que poco a poco se fueron haciendo imprescindibles. Los candiles y quinqués pasaron a formar parte de la decoración hogareña. Se pusieron farolas en todas las calles del pueblo. Aparecieron en las cocinas los tubos fluorescentes que en las pelis americanas se llamaban de neón.

La expansión eléctrica que se vivía en los hogares se multiplicaba cuando hablamos de industria, ocio y demás sectores de la economía. Las ganancias del sector eléctrico pasaron a tener una gran importancia. Hoy en día no podríamos pasar sin la energía eléctrica. Aires acondicionados, calefacciones, frigoríficos, televisiones, ordenadores, móviles, vehículos de transporte etc. Dependemos de ella y por ello, desde hace mucho tiempo hay quienes se aprovechan y utilizan cargos públicos para medrar en cualquiera de las empresas que gestionan este tipo de energía.

Ya vamos de camino al invierno del año 21 del siglo XXI y, a pesar de todos los avances y de todos los bolsillos que se han llenado con sólo girar una puerta, hay zonas en nuestro país como la Cañada Real de Madrid que siguen inmersas en un apagón sin fin. Cuando me paro a pensar…

                                                 

                                          "Algoritmo" Laura Sam y Juan Escribano.

                                   

 

  (Artículo publicado en el número 1.218  del periódico Infolínea)



21 oct 2021

ESTACIONES

                                             


Desde semanas antes de que se declarase el estado de alarma por Covid no había vuelto a viajar en tren. Hace quince días volví a hacerlo. Salí de Alhama con destino a Madrid en un tren que hacía el recorrido Águilas-Chamartín cada fin de semana, los viernes salía de Madrid y el domingo la vuelta a la inversa. Este tren se puso, en un principio, para satisfacer las demandas de usuarios madrileños o murcianos que trabajaban en Madrid y querían pasar los fines de semana del verano en las playas murcianas; mas tarde y debido a la aceptación que tuvo, se dejó funcionando durante todo el año. Siempre que he usado este servicio, el tren en iba lleno de viajeros.

Como digo, Sali de Alhama un domingo, de nuestra pequeña estación una tarde calurosa del mes de septiembre, el tren venía ya casi lleno y, a pesar de las medidas y precaución actuales, volví a sentir la emoción de emprender un viaje. Entonces no fui consciente de que era el último viaje de este tren.

Llegué a Chamartín, estación que me resulta familiar y que, a pesar de su tamaño, conserva la medida justa para no hacerte sentir pequeño, con una mirada alrededor abarcas todo el entorno. Durante mi estancia tuve conocimiento del, ya anunciado, cierre de las líneas de cercanías Murcia- Águilas y me di cuenta de que ese rato que pasé en la estación de Alhama un domingo por la tarde no volvería a repetirse.

Para volver, lo hice desde la estación de Atocha, lo que me resultó bastante estresante: control de equipajes, control de billetes (dos veces) y una estación inmensa en la que multitud de viajeros caminaban en las distintas direcciones que les marcaba su billete. Varias plantas y zonas comerciales que se entremezclaban con los controles de pasajeros y la presencia, para siempre, de un terrible e imborrable suceso. El tren que tomé era un Alvia que hizo el trayecto hasta Murcia en poco más de tres horas, el viaje fue cómodo y, como siempre, lleno de viajeros.

Cuando llegamos a Murcia ya era de noche, lo que contribuyó a la sensación de irrealidad que sentí al bajarme del tren. ¿Dónde estaba la estación? ¿qué era aquello?. Quienes, como yo, hacía tiempo que no pasábamos por allí, nos mirábamos extrañados y acabamos por seguir a quienes si parecía que sabían donde estaban. Llegamos a una pasarela alumbrada con una luz blanca con tonalidades verdosa por el efecto del color de las vigas que la forman. Esta pasarela te conducía a unos ascensores que subían a una planta superior donde seguía aquella pasarela cubierta hasta otros ascensores/escaleras mecánicas que volvían a bajarte a ras del suelo. Salí al aire libre y me pareció estar en otro lugar. Parecía una zona catastrófica, la gente comentaba que lo primero que hicieron al cancelar el servicio de trenes de cercanías fue arrancar las vías para que no hubiese marcha atrás.

                                        

Aquello no era ya, ni volvería a serlo, la estación de tantos recuerdos, de esperas interminables con un libro en la mano que a veces había comprado en la misma estación (si, hubo un tiempo en que en las estaciones de tren había librerías). La cercana estación de policía con sus furgones estacionados en la puerta principal y con las luces de las sirenas encendidas acentuaron mi sensación de irrealidad y desasosiego.

Creo que viajar en tren no volverá a ser lo mismo a partir de ahora. ¿más rápido? quizás. Pero se ha conseguido, en nombre del progreso, quitar todo el placer de viajar sin prisa,  tener puntos de partida con los que sentirse identificado, que desaparezca el encanto de nuestras preciosas estaciones de tren (de eso en Alhama ya sabemos algo) y, desde luego, no me gusta lo que veo.

        

   (Artículo publicado en el número 1.217  del periódico Infolínea)

12 oct 2021

ERUPCIONES

                                   





Parece inevitable que esta semana hablemos de volcanes. Tras un año de azote pandémico el 2021 comenzó con nevadas espectaculares (la Naturaleza cuando se pone, se pone) el verano que acabamos de dejar atrás, por lo menos en el calendario, ha sido de temperaturas extremadamente altas que han sumado agotamiento físico a ese otro agotamiento mental que arrastrábamos fruto de todo lo vivido a lo largo del 2020.

Ahora un fenómeno natural nos maravilla y nos estremece, la erupción de un volcán en la isla de La Palma se ha convertido en el protagonista. La belleza de las imágenes nocturnas que nos dejan esas lenguas de lava incandescente casi nos hace olvidar la terrible realidad que las acompaña.

Según la mitología, a la que me gusta recurrir de vez en cuando, en la Roma antigua Vulcano era el dios del fuego, de los volcanes, protector de los oficios relacionados con los hornos: panaderos, cocineros, pasteleros y la forja de los metales.

El 24 de octubre del año 79 de nuestra era, ocurrió el desastre volcánico más tristemente conocido que quedaría en el imaginario colectivo de nuestra historia; la erupción del Vesubio tuvo como consecuencia la muerte de miles de personas y la destrucción de ciudades enteras como las conocidas Pompeya y Herculano que quedaron enterradas hasta que en 1874 comenzaron los trabajos de arqueología que tanta información nos vienen dando sobre las formas de vida suspendidas de manera fulminante por la invasión del magma en hogares y calles.

En literatura, Julio Verne nos lleva, mediante la imaginación y la ficción, a las entrañas de un volcán en su novela “Viaje al centro de la Tierra” que escribió en 1864. Los volcanes que han poblado la historia, las leyendas y la literatura aparecen, casi como seres vivientes que palpitan, rugen y se enfurecen, sacando de las entrañas terrestres la rabia de una Tierra que, a veces, nos muestra sus síntomas.

Está claro que erupciones volcánicas ha habido desde el inicio de los tiempos, sembrando el terror cuando se atribuían a la ira de los dioses y también ahora que tenemos explicaciones científicas que nos lo aclaran casi todo. Pandemias también se han dado, de todas las clases y magnitudes, pero siguen aterrando al ser humano frágil e indefenso a pesar de los avances médicos.  Algo que también ha existido siempre es el odio, arraigado a la parte más atávica del ser humano, esa que nos vincula con los animales. La Historia está llena de erupciones de odio reflejadas en genocidios y guerras, acciones paralelas a la existencia del Hombre. Deberíamos de ser capaces de seguir sintiendo rechazo ante esas otras erupciones, cuando vemos a grupos de personas enardecidas por una rabia irracional que les hace gritar y amenazar a quienes no son como ellos creen que deben ser.

La erupción de un volcán nos impresiona, nos duele ver una isla desolada y personas cuyos hogares han quedado inundados por el ardiente vómito terrestre, aunque, ahora, como todo va tan deprisa, corremos el riesgo de que el fulgor de estas imágenes oculte aquellas otras ocurridas en Chueca el pasado fin de semana, donde el odio humano inundó las tranquilas calles.

“El corazón de la Tierra tiene hombres que le desgarran. La Tierra es muy anciana. Sufre ataques al corazón en sus entrañas. Sus volcanes, laten demasiado por exceso de odio y de lava. La Tierra no está para muchos trotes, está cansada. Cuando entierran en ella niños con trozos de metralla, le dan arcadas.” (El corazón de la Tierra. Gloria Fuertes.)

   (Artículo publicado en el número 1.214  del periódico Infolínea)

                                           

21 sept 2021

FAHRENHEIT 451: la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde.

                                           

La semana pasada hablaba de los cambios, de todo lo que ha pasado a ser “incorrecto” o las modificaciones que está sufriendo lo cotidiano. Hasta cierto punto puedo aceptar, con reservas, algunas de ellas, sobre todo las relacionadas con el lenguaje inclusivo, las acepto, pero ni las comparto ni las utilizo, creo que son un impedimento más a la hora de entendernos.

Hay otras cosas que no soy capaz de entender ni de aceptar. Hace unos días leí una noticia que me produjo escalofríos. Al parecer, en Ontario, Canadá, se realizó en 2019 (aunque la noticia ha trascendido ahora) la quema de 4.716 copias de 155 libros infantiles llevada a cabo por la “Junta Escolar Católica Providence”, cuya dirección consideró que el contenido de estas obras era “obsoleto e inapropiado” hacia los indígenas. El Ministerio de Educación de Ontario participo en dicha aberración, aunque no en la selección de los títulos.

Entre los libros que fueron reducidos a cenizas están los comics de “Tintín en América” (a los indios se les llama “Pieles rojas”), los de “Asterix en América”, Lucky Luke, Pocahontas (por una supuesta sexualización de la mujer). “Desarrollan lo que se llama salvajismo sexual, una imagen de las mujeres nativas como mujeres fáciles” dijo la supervisora de la ceremonia Suzy Kies, “Pocahontas es muy sensual y sexual, para nosotras las nativas, es muy peligroso”.

Esta señora se autodenomina “guardiana del conocimiento” y dice “no estamos tratando de borrar la historia estamos tratando de corregirla”. También han sido “retirados” los ejemplares del libro “Los esquimales” por ser una denominación peyorativa de los inuit. Según argumentan quienes han tomado esta decisión la mayoría son libros escritos por europeos sin tener en cuenta la perspectiva indígena. Convirtieron el acto en una ceremonia de purificación simbolizada en la hoguera donde se quemaron los libros, con todos los niños de las escuelas como público.

No sé qué opinareis vosotros, pero a mi acciones como esta, que ha pasado casi desapercibida, me asustan un poco por lo que significan. En esta ocasión fue un acto contundente y visible con hoguera incluida, pero acciones de censura se están llevando a cabo, por una u otra razón, en muchos lugares. Hace poco en una escuela de Barcelona se censuraba “Caperucita roja”, “La bella durmiente” o “La leyenda de San Jordi” entre otros 200 títulos por no estar escritos desde una perspectiva de género.

Quienes sufrimos la censura franquista, que aún perdura en algunos libros, sabemos que censurar no sirve de nada, todos leímos o escuchamos, a escondidas, los libros y canciones prohibidas (al deseo de saber no se le puede poner puertas). Quienes están llevando a cabo estas cruzadas intelectuales han leído todos los cuentos, esos que al parecer no están escritos correctamente y cada cual ha cogido de ellos lo que ha creído conveniente.  

Considero necesario que los libros de Historia reflejen la verdad y que los niños aprendan sin ningún adoctrinamiento, por eso la Literatura Universal en la que están incluidos los Cuentos Tradicionales, merece respeto porque es parte de nuestra Historia.  Podemos (y debemos) transformar el futuro, no tergiversar el pasado.

“Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, un jardín plantado. Algo que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol o esa flor que tú plantaste, tú estarás allí.” Ray Bradbury. “Fahrenheit 451”

                                               


  (Artículo publicado en el número 1.213 del periódico Infolínea)

16 sept 2021

OTRA MIRADA


No sé si a vosotros os pasa, pero ahora hay situaciones e imágenes que de forma automática despiertan mi alerta. Durante el verano en muchas cadenas televisivas, incluso en la televisión local con su canal 30, aparecen programas de hace años y casi sin darme cuenta ya estoy pensando “Van sin mascarilla” “cuanta gente hay en ese acto” “En esa entrega de premios se están abrazando” hasta que caigo en la cuenta de que no es una grabación actual. Algo parecido me ocurre con la servidumbre de lo “políticamente correcto” que nos provoca el filtrado automático de cada cosa según los nuevos convencionalismos.

Durante el mes de agosto no he leído ningún libro nuevo ni he visto películas actuales, he leído lo ya leído y he visto películas que vi hace mucho tiempo. En casi todas he descubierto comportamientos y pensamientos que hoy veríamos con malos ojos. He de deciros que las he disfrutado el doble.

Hace poco leí “Al este del Edén” (1955), la novela de John Steinbeck en la que se basó Elia Kazan para hacer una gran película, el libro me sorprendió gratamente y lo acabé casi de un tirón. Las alusiones bíblicas que aparecen continuamente me han hecho comprender mejor la historia vista en el cine. La satisfacción lectora me dio ganas de volver a ver la película y a James Dean. No voy a desvelar nada del libro ni de la película, pero he de reconocer que había escenas, sobre todo relacionadas con las mujeres, que me hacían pensar: eso, ahora, sería considerado impropio.

“Dos mujeres” (1960) ha sido otra de las películas que he visto de nuevo. La novela “La campesina” de Alberto Moravia fue llevada al cine por Carlo Ponti y en ella podemos ver una de las mas geniales interpretaciones de Sofia Loren, también aparece un jovencísimo Jean Paul Belmondo (acabo de enterarme de su muerte esta misma mañana). Las dos mujeres son una madre y su hija, la historia transcurre durante la ocupación alemana de Italia. Tampoco voy a contar nada de la trama solo que el acto más ignominioso que aparece en la película es realizado por personas que no eran europeas ni, por supuesto, de los Estados Unidos.

Con “Los cuatrocientos golpes” (1959) de François Truffaut acabo mi selección de “revisiones”. En esta se tratan temas como la adolescencia, la educación, las relaciones padres e hijos…, por desgracia es la historia menos desactualizada de todas, aunque ninguna de ellas lo está. No cabe la desactualización de obras que tratan sobre el ser humano, con todas las luces y las miserias que a este acompañan.

Los tiempos no son los mismos, tampoco mi mirada es la misma que cuando las vi por primera vez, entonces ni se me pasaba por la cabeza fijarme en según qué cosas. Con los aprendizajes adquiridos a lo largo de la vida se consigue, a menudo, ver las cosas desde otro prisma que desvela realidades distintas.

Ahora que al parecer hemos evolucionado socialmente me gustaría pensar que los límites o ideologías impuestas al pensamiento no van a impedir que se siga actuando libremente en el mundo de la cultura y, si en algo hemos cambiado para bien, lo demostremos con nuestras acciones presentes y futuras, no censurando obras escritas en otros momentos por personas sujetas a sus propias circunstancias. A quienes no hayan visto estas películas os aconsejo que las veáis. Son tres obras maestras del cine en todos sus aspectos.

 


10 sept 2021

VOLVER A EMPEZAR

                                            

Cada día es un nuevo comienzo, si, ya se que el inicio del primer artículo de la nueva temporada parece el título de un libro de autoayuda o la frase de una taza “míster Wonderful”. Quizás mejor debería de hablar de “recomienzo”.

Nos hallamos en un momento de la historia donde no vale sólo con seguir hacia adelante y aprender sobre cómo afrontar el futuro, ahora también hay que intentar no perder de vista la vida que teníamos cuando se produjo el corte, el hachazo que supuso la aparición de la pandemia mundial provocada por el COVID.

Hemos sufrido un cambio tan brusco que no nos ha dado tiempo a ir asimilando las nuevas formas de convivencia, tratamos de recuperar algo de nuestra anterior normalidad desechando lo que ahora ya no sirve mientras por otro lado intentamos incorporar los cambios que se han convertido en imprescindibles.

Aunque ese “corte” tan radical nos ha dejado ya una marca imborrable que siempre nos retrotraerá a esos días y lo que significaron para nosotros. Casi seguro que aun siendo el mismo suceso cada vivencia es única. Será interesante, con el paso del tiempo, ver de que manera nos va afectando a cada uno y de que recursos, antiguos y nuevos, vamos tirando para encarar lo que está por venir.

Todo el mundo recuerda que hacía el 23F o cuando se produjo el ataque a la Torres Gemelas o el atentado de Atocha (por nombrar algunos sucesos de la historia más reciente, que están anclados en la memoria colectiva), son recuerdos de un instante que también seccionó la cotidianeidad de la gente. La pandemia ha sido como la suma de muchos instantes que han creado una enorme fisura en la que aún estamos estancados.

Veo que en muchos sectores se intenta hacer como que no ha pasado nada o que ha pasado algo, pero ya se fue y que todo vuelve a ser igual que al comienzo de 2020. Se nos vuelve a pedir que seamos felices a “cualquier precio”, es necesario seguir comprando para mantener este tinglado tambaleante porque no tenemos nada con lo que sustituirlo.

Los restos que nos llegan de la anterior “normalidad” siguen siendo preocupantes, pero a la vez nos tranquilizan, hablan de cosas que conocemos: guerra en Afganistán, Talibanes, Mar Menor, peces muertos, subida de la luz, violencia, los ricos más ricos, los pobres más pobres …. es consolador volver a tener culpables definidos. Cada cual tiene a un adversario contra el que dirigir su malestar. Ahora cuando encendemos la tele ya no aparece la imagen del virus llenándolo todo, la pandemia ha pasado a formar parte de las noticias residuales de los telediarios.

Pero no se puede seguir como si nada y, en el fondo, lo sabemos, aunque no queramos verlo.

El 18 de agosto, como cada año, las redes sociales se llenaron con la imagen y los poemas de García Lorca. Este año me ha parecido más necesario que nunca volver a leer sus palabras y recordar su historia. De ahora en adelante la poesía, la literatura, la cultura, deberían de ser el equipaje imprescindible que nos acompañe ante este nuevo viaje que la Humanidad está a punto de emprender.

“Marineros y labriegos. Científicos y consejeros. El presente es nuestro. Hay un futuro que salvar” Sol y Sal (Nunatak)


  " Sol Y Sal" la canción que se ha convertido en himno por la defensa del #MarMenor

                                          

 

  (Artículo publicado en el número 1.211 del periódico Infolínea)



10 ago 2021

SOMOS LO QUE COMEMOS (V)

 


Con este escrito termino la serie veraniega y me despido hasta el mes de septiembre en que volveremos a encontrarnos en estas páginas. “Agosto. Contraponientes de melocotón y azúcar, y el sol dentro de la tarde, como el hueso de una fruta. La panocha guarda intacta su risa amarilla y dura. Agosto. Los niños comen pan moreno y rica luna” Agosto. García Lorca.

Durante muchos años mi trabajo ha sido el de cocinera. Cuando en cocina se elaboraba un nuevo menú, de creación propia del restaurante o adaptado de otras culturas o regiones, era frecuente darlo a probar a los compañeros para que diesen su opinión. Casi siempre había alguien que decía: “esto está malo” a lo que yo le respondía: “no está malo, a ti no te gusta, que es diferente”. Todos tenemos unos sabores en la memoria gustativa, relacionados con nuestra historia y la historia de nuestra familia que son nuestra vara de medir lo que nos gusta y lo que no.

He sido seguidora de concursos televisivos de cocina, tanto de España como de otros países. Una situación que se daba a menudo en todos ellos era que los concursantes, a la hora de defender o nombrar su elaboración culinaria, hacían referencia a los sabores de las madres o las abuelas, aunque la mayoría de las veces fuese buscando el aplauso emocional.

Nuestra memoria está llena de recuerdos ligados a los olores y sabores que nos han acompañado a lo largo de nuestra vida. Desde los primeros desayunos con leche de cabra (aún no habían llegado las vacas a nuestra dieta). Esta leche había que hervirla bien antes de tomarla para evitar coger las fiebres maltesas, algunas madres la hervían poniéndole una corteza de limón que atenuaba el fuerte sabor. Los guisos de las abuelas. Los dulces sólo en épocas especiales como Navidad o Semana Santa. El olor del estofado cuando la olla se ponía a hervir. Las mermeladas y su aroma típicamente veraniego. Las conservas de tomate. Las olivas aliñadas, para las que cada casa tenia un modo de elaboración. El arrope calabazate que, a pesar de su intenso dulzor, debía de pasar antes por una disolución de cal en agua. Cada persona tiene su propia historia culinaria y aun viviendo bajo el mismo techo, no hay dos historias iguales.

Sin darnos cuenta desde un principio vamos eligiendo, a unos les gusta el sabor del comino, a otros no les gusta el sabor del pimiento, el ajo o la cebolla pueden ser odiados o adorados, y, así con el paso del tiempo y sin apreciarlo, cada uno vamos conformando nuestra propia “despensa” en la que, sin duda, habrá muchos ingredientes de aquellos que usaban nuestras madres y abuelas, pero otros muchos los habremos ido agregando nosotros.

La convivencia con otras culturas es un rasgo predominante de la sociedad actual. Los establecimientos de alimentación han ido incorporando a sus lista de ofertas muchos de los ingredientes utilizados en sus países de origen. Con esta mescolanza se han visto enriquecidos, y a veces modificados, muchos de nuestros guisos tradicionales. Conocemos el ceviche que es como nuestro salpicón, pero con cilantro y lima en vez de vinagre.  Del coco, que solo lo usábamos seco y rayado en repostería, ahora tenemos a nuestro alcance su agua y su leche que podemos utilizar tanto en elaboraciones dulces como saladas. Se pueden encontrar ingredientes aún más ajenos a nuestra cultura como el wasabi, la salsa de soja, las algas etc..

Al final vamos eligiendo, esto de aquí, esto de allá, y según nuestro particular gusto, vemos como al abrir el frigorífico, podemos encontrar una bandeja de sushi al lado de unas tortillas para tacos mexicanos, humus o una fuente de ensalada de cuscús, mientras nuestra cocina huele al pisto que estamos cocinando y al arroz con leche de coco que acabamos de apartar del fuego.

El poder evocador de los sabores y olores también actúa sobre nuestro estado emocional para ser consuelo y refugio (o, todo lo contrario). “..necesito alguien que me emparche un poco y que limpie mi cabeza. Que cocine guisos de madre, postres de abuela y torres de caramelo…” Necesito. Sui Generis.

"Necesito" Sui Generis


 (Artículo publicado en el número 1.210 del periódico Infolínea)

27 jul 2021

SOMOS LO QUE COMEMOS (IV)



                                     


“Popeye y la Betty Boop se fueron a confesar, Popeye perdió el rosario, la Betty lo fue a buscar” esta era una de las canciones que las niñas cantábamos en nuestros juegos. En aquella época, a la mínima te colocaban un rosario. Betty Boop y Popeye fueron, de los primeros personajes animados de los que tengo recuerdo, aunque, al principio, sólo tuve acceso a ellos a través de los comics. Popeye era más popular y, en cuanto la televisión entró en nuestros hogares, sus dibujos animados aparecían frecuentemente en las pantallas, comiendo sus famosas espinacas que le producían una gran fuerza. Su pareja era Olivia (otras veces aparecía con el nombre de Rosario).

A mí me gustaba más Betty Boop, sin saber muy bien porqué. Su imagen de mujer libre y transgresora siempre atrajo mi atención. Siendo ya una adulta, la curiosidad me llevó a buscar información sobre esta chica que, en mis canciones de niña, aparecía junto a Popeye. Betty Boop fue en un principio la protagonista de historias para un público adulto, era el único dibujo animado femenino que tenia formas de mujer, más tarde llegaría al público infantil (suavizando un poco el contenido de sus historias) donde triunfó totalmente. Además, este dibujo ha sido muchas veces utilizado por los movimientos culturales defensores de la Liberación Femenina.

Como veis hoy os hablo de algunos dibujos animados que me han servido de “alimento”. Por supuesto está Mafalda, con su familia y toda la pandilla de amigos: Susanita, Guille, Felipe, Manolito…personajes tan bien definidos que un día te das cuenta de que, a tu alrededor, están todos y cada uno de ellos, incluso tu misma. El Universo infantil creado por Quino es una proyección de la sociedad en la que todos tenemos nuestro reflejo.

Pero el personaje animado que me parece más interesante es “La gata loca”. A pesar de que fue creada en 1913, no ha perdido vigencia.  En España la pudimos ver por primera vez, ya en formato animado, en el programa “La bola de cristal”. Los protagonistas eran una gata, Krazy y un ratón, Ignatz, la gata estaba locamente enamorada del siempre malhumorado ratón (casado y con hijos) que la aborrecía y no correspondía a sus requiebros amorosos. Ante ellos respondía lanzándole ladrillos. Krazy Kat interpretaba esos dolorosos golpes como actos de amor. Ignatz delinquía frecuentemente para ir a la cárcel, siempre era detenido por el oficial Pupp, secretamente enamorado de Krazy.  Hay pues, un triángulo amoroso: El oficial de policía Pupp siente un amor casi paternal por Krazy, esta a su vez un amor obsesivo por Ignatz y el ratón una relación amor-odio hacia Krazy.

El interés por esta serie animada me llevó a conocer la historia que hay tras ella. Krazy Kat es un personaje de sexo no definido, el nombre puede designar tanto a un gato como a una gata (aunque en España no se dudó) las historias tuvieron duras acusaciones de homosexualidad, el goce de Krazy ante los golpes propinados por Ignatz hizo que los críticos hablasen de sadomasoquismo, sin dejar a un lado que al ser de especies diferentes se dan a entender perversos amores imposibles.

Palabras de George Harriman (creador de los personajes) ante una pregunta de Frank Capra sobre el sexo de Krazy: “No seáis duros con Krazy. No es más que una sombra, atrapada en la telaraña de esta madeja mortal. Le llamamos Krazy (loco o loca) Kat (gato o gata), pero no es ninguna de las dos cosas. En alguna ocasión llegará hasta vosotros, gentes del crepúsculo, y su contraseña será el eco de una campana que tañe a vísperas, y su vehículo un soplo de céfiro del Oeste. Perdonadle, porque no le comprenderéis mejor que nosotros, que nos demoramos a este lado de la valla. Krazy es como un espíritu, como un elfo, que no tiene sexo. De modo que no puede ser femenino ni masculino. Es un espíritu -un duende- capaz de deslizarse en el interior de todo.”

"Todo a pulmón" Miguel Ríos

                                          


   (Artículo publicado en el número 1.209 del periódico Infolínea)

20 jul 2021

SOMOS LO QUE COMEMOS (III)

 


Esta semana voy a recordar con vosotros algunas películas que tengo en mi fresquera particular y que tienen que ver con el verano. Como casi toda mi generación yo fui de aquellas adolescentes que acudíamos en masa a ver Tiburón, era la época en que las superproducciones comenzaban a llegar a las pantallas de los cines de barrio, para delicia de muchos. Sin embargo, esta entretenida producción, no pasó a formar parte de mi dieta cinematográfica. Pelis de consumo rápido que atiborran, pero no alimentan. Hubo otras, también ambientadas en verano, que siempre estarán ahí, dispuestas para saciar las ganas de ver buen cine. Traigo dos españolas y una estadounidense.

“Las largas vacaciones del 36” (1976) fue una de las primeras películas españolas que trató el espinoso tema de la Guerra Civil española. Con Franco recién fallecido y la censura aún haciendo de las suyas. Su director fue Jaime Camino, Gutiérrez Aragón colaboró en el guion. La historia cuenta las vivencias de un grupo de familias catalanas, de diferentes ideologías, durante las vacaciones de 1936, unas vacaciones que, para los niños, se alargarían más de lo esperado. Concha Velasco, José Sacristán, Paco Rabal y Angela Molina, entre otros, dieron vida a los personajes. Sufrió la censura y los jóvenes la veíamos casi de forma clandestina.

En 1984, la Transición estaba transformando la sociedad española, eran los años de la “Movida” madrileña cuyos ecos resonaban en todo el país. En este año se estrenaba “Las bicicletas son para el verano” la película dirigida por Jaime Chávarri basada en la obra de teatro de Fernando Fernán Gómez. La acción, al igual que en la anterior, transcurre en 1936 pero en Madrid, en el entorno de una familia acomodada, donde se entrecruzan historias de señores y criados con el trasfondo del incipiente conflicto bélico y los deseos infantiles de tener una bicicleta. Esta película ya se pudo ver con absoluta libertad y aún recuerdo la emoción de cuando la vi por primera vez. Agustín González, Marisa paredes, Emilio Gutiérrez Caba, Aurora Redondo…actores y actrices que llenaban de emoción la pantalla.

La última obra de la que os hablaré, la más antigua y, de las tres, la última que conocí. Se trata de un filme del director estadounidense Joseph L. Mankiewicz basada en la obra teatral de Tennesse Williams llamada “De repente, el último verano”. Es del año 1959 pero en nuestro país no pudo verse hasta pasados veinte años desde su estreno. Los censores pensaban (por algo sería) que, aunque no se menciona en la obra, la parte rodada en España hacía alusión a esta tierra.

Si digo que es una de las películas que más me ha impresionado, no exagero nada. Los temas tratados en ella van desde las nefastas prácticas llevadas a cabo en aquellos años en la instituciones mentales, hasta el tema de la homosexualidad, (ambos, temas incómodos en el ambiente Hollywoodiense de la época). La vi hace poco y de casualidad, atraída por la autoría de Tennesse Williams y las interpretaciones de tres de mis mitos cinematográficos: Katherine Hepburn, Montgomery Clift y Elizabeth Taylor que, aquí, como tantas otras veces, no me defraudaron en absoluto.

Esta magnifica obra se mueve entre la metáfora y la mas descarnada realidad, entre lo sublime y lo perverso, entre lo poético y el horror.  Sin duda es, de los tres largometrajes, el más complejo, una obra que me tuvo pegada a la pantalla, casi manteniendo la respiración. La he vuelto a ver varias veces y siempre descubro algo que no había visto antes.

Necesitamos el séptimo arte sobre todo cuando cuenta historias que tienen que ver con el ser humano, con sus debilidades, sus pasiones, sus fortalezas; cuando se atreve a mirar dentro de lo que resulta más difícil, eso que a veces nos echa para atrás. Aprovecho para reivindicar el cine y la necesidad de que se sigan haciendo películas, con las palabras del maestro Aute: “cine, cine, cine, cine, más cine por favor, que toda la vida es cine y los sueños, cine son”.

"Cine, cine" Luis Eduardo Aute


   (Artículo publicado en el número 1.208 del periódico Infolínea)

14 jul 2021

SOMOS LO QUE COMEMOS (II)

Un género literario al que soy muy aficionada es el de la ciencia ficción, y de manera más concreta a algunas obras de las llamadas distópicas. Durante la pandemia la palabra distopía ha aparecido casi a diario para intentar ponerle nombre a lo que estaba pasando, pero ¿Qué es una distopía?. Según la RAE la definición de distopía es la “Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”. Como veréis se ajusta casi demasiado bien a lo que estamos viviendo. Por eso esta semana, traigo como nutrientes de los que me he alimentado a lo largo de mi vida, cuatro distopías y una Utopía.

George Orwell (1903-1950), con su “Rebelión en la granja” y “1984” es uno de mis escritores favoritos, estas dos obras nos cuentan historias imaginarias de alienación y falta de Libertad. La primera cuenta como los animales de una granja se rebelan contra sus amos y vencen, también nos muestra como gestionan su victoria y las consecuencias de ello. En 1984 podemos descubrir la versión más visionaria de Orwell. Una sociedad absolutamente controlada y vigilada que tiene gran similitud con la actualidad o sobre como algunos nos sentimos en ella. “Y, después, algún cerebro privilegiado del Partido Interior elegiría esta o aquella versión, la redactaría definitivamente a su manera y pondría en movimiento el complejo proceso de confrontaciones necesarias. Luego, la mentira elegida pasaría a los registros permanentes y se convertiría en la verdad” (1984)

       



                              


Otro de mis autores distópicos es Aldous Huxley (1894- 1963), que con su novela “Un mundo feliz” me hizo “abrir los ojos” y comenzar a cuestionarme muchas cosas. Esta obra la leí siendo muy joven, la disfruté y sufrí a partes iguales. Mantuvo mi interés desde la primera a la última palabra. Cuenta la historia de un mundo organizado y clasificado, avanzado tecnológicamente en el que, aparentemente, todos son felices. “Esa manía de hacer las cosas en privado, lo que en la práctica se traduce en no hacer nada” (Un mundo feliz)

Mi ultimo descubrimiento en este género es “El cuento de la criada” de la autora Margaret Atwood. Esta novela se publicó en 1985 pero yo la conocí gracias al éxito de la serie del mismo nombre. Primero leí el libro, la serie estoy en ello. En el mundo que se nos describe las protagonistas son las mujeres y su “función” en una sociedad dictatorial. “Lo normal es aquello a lo que te acostumbras. Tal vez no os parezca normal, pero al cabo de un tiempo os acostumbraréis, y se convertirá en algo normal” (El cuento de la criada)

Y una Utopía para terminar. Esta palabra viene del latín y significa “Plan o sistema ideal de gobierno en el que se concibe una sociedad perfecta y justa, donde todo discurre en armonía.” la RAE da esta definición: “Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de difícil realización” y “Representación imaginaria de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano”.



Me refiero a “Utopía” de Tomás Moro. Ayer mismo volví a releerla (lo hago con frecuencia) y me di cuenta de que, según los cánones actuales, el relato social que se describe no pasaría los filtros revisionistas de lo políticamente correcto. De esta obra me gusta, sobre todo, el “Libro segundo” donde se cuenta como está organizada la isla. “Cada familia entrega los productos de su trabajo a unos almacenes especiales….cada padre de familia va a buscar allí lo que necesitan él y sus familiares, y recoge lo que quiere sin dar dinero ni otra cosa a cambio….¿qué temor hay de que nadie solicite más de lo preciso?¿Pues a quien se le ocurriría solicitar cosas vanas si está seguro de que no ha de faltarle nada? …” (Utopía)

Leer cualquiera de ellas es la mejor medicina contra la alienación, hacia la que vamos “cuesta abajo y sin frenos”.



"UTOPIA" Serrat

"...¡Ay! Utopía, Como te quiero, Porque les alborotas el gallinero..."

                  

  (Artículo publicado en el número 1.207 del periódico Infolínea)