No sé si a vosotros os pasa, pero
ahora hay situaciones e imágenes que de forma automática despiertan mi alerta.
Durante el verano en muchas cadenas televisivas, incluso en la televisión local
con su canal 30, aparecen programas de hace años y casi sin darme cuenta ya
estoy pensando “Van sin mascarilla” “cuanta gente hay en ese acto” “En esa
entrega de premios se están abrazando” hasta que caigo en la cuenta de que no es
una grabación actual. Algo parecido me ocurre con la servidumbre de lo
“políticamente correcto” que nos provoca el filtrado automático de cada cosa
según los nuevos convencionalismos.
Durante el mes de agosto no he
leído ningún libro nuevo ni he visto películas actuales, he leído lo ya leído y
he visto películas que vi hace mucho tiempo. En casi todas he descubierto
comportamientos y pensamientos que hoy veríamos con malos ojos. He de deciros
que las he disfrutado el doble.
Hace poco leí “Al este del Edén”
(1955), la novela de John Steinbeck en la que se basó Elia Kazan para hacer una
gran película, el libro me sorprendió gratamente y lo acabé casi de un tirón.
Las alusiones bíblicas que aparecen continuamente me han hecho comprender mejor
la historia vista en el cine. La satisfacción lectora me dio ganas de volver a
ver la película y a James Dean. No voy a desvelar nada del libro ni de la
película, pero he de reconocer que había escenas, sobre todo relacionadas con
las mujeres, que me hacían pensar: eso, ahora, sería considerado impropio.
“Dos mujeres” (1960) ha sido otra
de las películas que he visto de nuevo. La novela “La campesina” de Alberto
Moravia fue llevada al cine por Carlo Ponti y en ella podemos ver una de las
mas geniales interpretaciones de Sofia Loren, también aparece un jovencísimo
Jean Paul Belmondo (acabo de enterarme de su muerte esta misma mañana). Las dos
mujeres son una madre y su hija, la historia transcurre durante la ocupación
alemana de Italia. Tampoco voy a contar nada de la trama solo que el acto más
ignominioso que aparece en la película es realizado por personas que no eran
europeas ni, por supuesto, de los Estados Unidos.
Con “Los cuatrocientos golpes”
(1959) de François Truffaut acabo mi selección de “revisiones”. En esta se
tratan temas como la adolescencia, la educación, las relaciones padres e hijos…,
por desgracia es la historia menos desactualizada de todas, aunque ninguna de
ellas lo está. No cabe la desactualización de obras que tratan sobre el ser
humano, con todas las luces y las miserias que a este acompañan.
Los tiempos no son los mismos,
tampoco mi mirada es la misma que cuando las vi por primera vez, entonces ni se
me pasaba por la cabeza fijarme en según qué cosas. Con los aprendizajes
adquiridos a lo largo de la vida se consigue, a menudo, ver las cosas desde
otro prisma que desvela realidades distintas.
Ahora que al parecer hemos
evolucionado socialmente me gustaría pensar que los límites o ideologías
impuestas al pensamiento no van a impedir que se siga actuando libremente en el
mundo de la cultura y, si en algo hemos cambiado para bien, lo demostremos con
nuestras acciones presentes y futuras, no censurando obras escritas en otros
momentos por personas sujetas a sus propias circunstancias. A quienes no hayan
visto estas películas os aconsejo que las veáis. Son tres obras maestras del
cine en todos sus aspectos.
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