La semana pasada hablaba de los
cambios, de todo lo que ha pasado a ser “incorrecto” o las modificaciones que
está sufriendo lo cotidiano. Hasta cierto punto puedo aceptar, con reservas,
algunas de ellas, sobre todo las relacionadas con el lenguaje inclusivo, las
acepto, pero ni las comparto ni las utilizo, creo que son un impedimento más a
la hora de entendernos.
Hay otras cosas que no soy capaz
de entender ni de aceptar. Hace unos días leí una noticia que me produjo
escalofríos. Al parecer, en Ontario, Canadá, se realizó en 2019 (aunque la
noticia ha trascendido ahora) la quema de 4.716 copias de 155 libros infantiles
llevada a cabo por la “Junta Escolar Católica Providence”, cuya dirección
consideró que el contenido de estas obras era “obsoleto e inapropiado” hacia
los indígenas. El Ministerio de Educación de Ontario participo en dicha aberración,
aunque no en la selección de los títulos.
Entre los libros que fueron
reducidos a cenizas están los comics de “Tintín en América” (a los indios se
les llama “Pieles rojas”), los de “Asterix en América”, Lucky Luke, Pocahontas
(por una supuesta sexualización de la mujer). “Desarrollan lo que se llama
salvajismo sexual, una imagen de las mujeres nativas como mujeres fáciles” dijo
la supervisora de la ceremonia Suzy Kies, “Pocahontas es muy sensual y sexual,
para nosotras las nativas, es muy peligroso”.
Esta señora se autodenomina
“guardiana del conocimiento” y dice “no estamos tratando de borrar la historia
estamos tratando de corregirla”. También han sido “retirados” los ejemplares
del libro “Los esquimales” por ser una denominación peyorativa de los inuit.
Según argumentan quienes han tomado esta decisión la mayoría son libros
escritos por europeos sin tener en cuenta la perspectiva indígena. Convirtieron
el acto en una ceremonia de purificación simbolizada en la hoguera donde se
quemaron los libros, con todos los niños de las escuelas como público.
No sé qué opinareis vosotros,
pero a mi acciones como esta, que ha pasado casi desapercibida, me asustan un
poco por lo que significan. En esta ocasión fue un acto contundente y visible
con hoguera incluida, pero acciones de censura se están llevando a cabo, por
una u otra razón, en muchos lugares. Hace poco en una escuela de Barcelona se
censuraba “Caperucita roja”, “La bella durmiente” o “La leyenda de San Jordi”
entre otros 200 títulos por no estar escritos desde una perspectiva de género.
Quienes sufrimos la censura
franquista, que aún perdura en algunos libros, sabemos que censurar no sirve de
nada, todos leímos o escuchamos, a escondidas, los libros y canciones
prohibidas (al deseo de saber no se le puede poner puertas). Quienes están
llevando a cabo estas cruzadas intelectuales han leído todos los cuentos, esos
que al parecer no están escritos correctamente y cada cual ha cogido de ellos
lo que ha creído conveniente.
Considero necesario que los
libros de Historia reflejen la verdad y que los niños aprendan sin ningún
adoctrinamiento, por eso la Literatura Universal en la que están incluidos los Cuentos
Tradicionales, merece respeto porque es parte de nuestra Historia. Podemos (y debemos) transformar el futuro, no
tergiversar el pasado.
“Cuando muere, todo el mundo debe
dejar algo detrás. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, un jardín plantado.
Algo que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún
sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol o esa flor
que tú plantaste, tú estarás allí.” Ray Bradbury. “Fahrenheit 451”
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