"Ha oído un susurro advirtiéndole
que una maldición caerá sobre ella
si mira hacia Camelot.
Desconoce que maldición es,
y debido a ello teje sin parar,
sin preocuparse de nada más,
la Dama de Shalott.
Y moviéndose a través de un cristalino espejo
colgado todo el año ante ella,
aparecen las tinieblas del mundo.
Ve la cercana calzada
discurriendo hacia Camelot:
los rudos patanes pueblerinos,
y las capas rojas de las muchachas,
provinientes de Shalott."
Varias veces he comentado que
me gustan las novelas de misterio, como literatura de evasión.
Me inicié en estas lecturas
con Agatha Christie, sus novelas costaban entonces 50 o 60 pesetas, las editaba
la editorial Molino y junto con los libros de la colección Reno de Plaza y
Janés, que costaban más o menos lo mismo, comencé a formar mi biblioteca. La
más antigua que tengo, es de 1951, la compré de segunda mano. En estas
compras se me iba la exigua paga semanal, me compraba libros de forma
indiscriminada, de la misma manera que los leía.
Muchos de aquellos libros, la mayoría, eran de una calidad abominable, tanto el
continente como el contenido, pero de eso no fui consciente hasta mucho
después, cuando tuve acceso a otros con los que poder compararlos.
Agatha
Christie me gustaba porque viajaba, con sus novelas, alrededor del mundo y
también al interior del ser humano.
Mis preferidas eran las
que transcurrían en algún pueblo tranquilo, de personas, aparentemente, anodinas; clases sociales diferenciadas, el mundo aparte de quienes servían a las familias
más acomodadas, los vecinos amables, las inocentes ancianas y los
representantes eclesiásticos, que resultaba que en aquel país si se casaban.
Con ellas aprendí que matar con veneno
es un método femenino, cianuro o arsénico eran los más frecuentes. Los métodos
masculinos eran más violentos. También aprendí que en todas las personas hay
una parte oscura, que donde menos te imaginas hay un monstruo. Una frase de su novela "Los elefantes pueden recordar" que hoy me ronda la cabeza, decía: "Los pecados antiguos, tienen largas sombras".
De sus personajes quien más me gustaba era
miss Marple, la sagaz anciana que conocía muy bien las pasiones y debilidades
del ser humano.
Recuerdo una novela, se
llamaba “El espejo se rajó de parte a parte”, con este título hacía referencia
al poema “la Dama de Shalott” de Tennyson. La gran cultura de Agatha Christie
se esparce por toda su obra y este es un ejemplo. Sus novelas me incitaban a
conocer todas aquellas referencias con las que enriquecía sus escritos y esta en
concreto, me llevo a buscar la historia de la Dama de Shalott.
El drama estaba ambientado en
la época artúrica. La isla de Shalott estaba situada en el centro de un rio,
cuyo cauce se dirigía al castillo del rey Arturo. En dicha isla había una casa
rodeada de cuatro muros y cuatro torres de color gris, allí vivía la dama de
Shalott, a quien nadie había visto nunca, sólo se la oía cantar, a veces, a lo
lejos, con una voz tan dulce que creían que era un hada.
Esta dama era víctima de un
encantamiento por el cual estaba condenada a tejer, sin cesar, su propio traje. No podía, de ningún modo, mirar hacia afuera, por la ventana, a
Camelot. Delante de ella tenía un espejo que le mostraba las imágenes del mundo
y sus acontecimientos, en el miraba reflejarse la vida cotidiana y todas las
historias que veía las iba incorporando a la trama que andaba tejiendo.
Un día vio acercarse a un
caballero, ricamente vestido, a lomos de un caballo enjaezado con piedras
preciosas. Todo en él era bello. La dama lo contemplaba en el espejo y no
pudiendo resistir la tentación, abandonó su oficio de tejedora y dirigió la
mirada a Camelot. De pronto el vestido que tejía se desgarró, el espejo se
rompió de arriba abajo y ella supo que se acercaba su fin.
"Ella dejó el lienzo, dejó el telar,
dio tres pasos por la habitación,
vio florecer el lirio en el agua,
vio la pluma y el yelmo,
y miró hacia Camelot.
La tela salió volando y ondeó en el vacío;
El espejo se quebró de lado a lado;
“la maldición cae sobre mí”, gritó
la Dama de Shalott."
Salió de la casa vestida con
una túnica blanca, subió a una barca que encontró a la orilla del río, la
corriente la arrastró hacia Camelot, donde llego agonizante.
Con música de Loreena McKennitt, todas las pinturas y dibujos hacen alusión a Elaine, la dama de Shalott. Alfred Tennyson se inspiró en ella y en su obra "Poems" del año 1833 está incluida.
Nunca se sabe, cuando empiezas un libro, hacia a donde te llevará. Casi nunca el destino es el que esperabas.
Aquí está la muestra de como a través de una novela de misterio de 50 pesetas, se puede acabar conociendo la obra de Lord Tennyson y terminar embarcada en la leyenda de Elaine, la dama de Shalott.
Tampoco nunca se sabe porqué, con tanta frecuencia, vemos historias como esta, historias en las que, aun a sabiendas de que abandonar el telar significa la muerte, hay algo superior que impulsa a dejarlo.
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