Mis recuerdos sobre esta mujer
se remontan a la infancia. Me parecía una mujer formidable, que imponía con su sola
presencia, creo que todo en ella era excesivo, su risa, su aspecto, su voz y su
sabiduría.
Recuerdo sus visitas a la casa
de mis abuelos, donde siempre era bien recibida. Solía llegar a media tarde y
se quedaba a merendar con nosotros, en el fresco patio emparrado. Era una
persona admirada por mi entorno. A mí me gustaba escuchar lo que contaban de
ella: su maestría a la hora de interpretar los más diferentes instrumentos
musicales, su habilidad pintando sobre seda, la maña con que bordaba refajos y
mantones. Creo que incluso llegó a componer alguna que otra pieza musical.
Fue durante las tardes de un
caluroso verano, que acompañé a un familiar a la casa donde la Nena, en la
calle Fulgencio Cerón cava, impartía clases de laúd, bandurria, guitarra y
demás. El calor asfixiante de la calle se quedaba en la puerta nada más cruzar
el umbral de su vivienda, no sé si porque dentro hacía más fresco o porque el
interior me asombraba tanto, que cualquier otra sensación desaparecía.
No soy capaz de describir
aquel entorno, era tan caótico que mirase donde mirase, había algo que atrapaba
mi atención, telas, cuadros, instrumentos musicales, entre ellos un piano,
estanterías atestadas de todo tipo de cosas, cajas, partituras, mesas, sillas,
jarrones, floreros…y una manada de gatos que se enseñoreaban por entre todos
los elementos de este, para mí, fantástico escenario. Durante el tiempo que
duraba la clase, nos invitaba a una limonada casera ¡con hielo! Que traía en
una jarra de cristal. Aquello me parecía el más sofisticado de los placeres y
la bebía lentamente para que durase lo máximo posible.
Siempre tuve la impresión de
que a esta mujer le gustaba disfrutar de la vida, de los placeres sencillos. Me
viene a la cabeza su imagen riendo, a carcajadas o hablando con voz potente,
mientras se abanicaba con prisa.
Su anárquica forma de encarar
la vida hizo que fuese catalogada como una excéntrica más que como lo que era
en realidad, una gran maestra de las artes más
diversas. Probablemente, si viviese hoy en día, sería considerada una artista
completa, compleja y excepcional.
Vivía con lo mínimo mientras
atesoraba el producto de su trabajo de tantos años. La codicia acompañó y
empañó su muerte y los buitres acudieron a repartirse todo aquello a lo que
ella nunca prestó atención.
La Nena la Burrucha, como se
la conoció siempre, fue una mujer diferente, una mujer única, no convencional,
que vivió en una sociedad de mentes muy estrechas y murió en una sociedad de
manos muy largas
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