En 1970 Richard Harris protagonizó la película “Un hombre llamado caballo”, en ella representaba a un lord inglés apresado por una tribu de indios sioux que es regalado a la madre del jefe como su esclavo. La mujer lo llama “caballo” y lo trata como tal. Esto es sólo el inicio de la que yo considero una buena película. En una escena de esta el esclavo se rebela al grito de “¡No soy un caballo, soy un hombre!”.
Os cuento esto porque hace unos
días, viendo una serie de moda, uno de los protagonistas lanza el mismo grito o
parecido “¡No soy un caballo, soy una persona!”. La serie a la que me refiero
es “El juego del calamar”. Os aseguro que, en principio, no tenía intención
alguna de verla, no me llamaba la atención, pero con la polémica surgida
alrededor de ella, siendo la serie más vista del momento y después de leer
críticas de todas clases, pudo en mi la curiosidad. Desde colegios que aconsejan
que los críos no vean la serie a quienes la califican de perniciosa por ser violenta,
homófoba y misógina. En Halloween han triunfado las máscaras que lucen en la
serie y el código de acceso al juego está ya en diversos objetos habituales
como llaveros o camisetas.
Después de ver la serie creo
sinceramente que no es una serie para niños, (aunque casi toda ella se desarrolla
en ambientes relacionados con la infancia) pero ni más ni menos que la mayoría
de las que estos ven habitualmente teniendo, como tienen, acceso directo a
internet por medio de móviles y tablet o de la misma televisión. Aquí debe
estar la labor de los padres, supervisando que ven sus hijos y poniendo límites
a la realidad que aparece tras las pantallas.
En cuanto a la serie en cuestión,
reconozco que me ha gustado. Creo que, si no te quedas en lo superficial que es
lo que genera equívocos, en ella se tratan temas interesantes, tanto en el
aspecto social como en lo intimo de cada persona, ahondando en la parte más
oscura del ser humano. Me parece una gran metáfora de la sociedad actual en la
que todos estamos endeudados y cada día nos enfrentamos a la supervivencia en
nuestro particular “juego del calamar”. Qué seriamos o qué somos capaces de
hacer para seguir “vivos”. La Deuda arrastra por las sendas mas tortuosas a
millones de seres humanos en todo el planeta, personas que, como peones de un
juego macabro, caen en el juego, las apuestas, o la delincuencia para poder
saldar sus deudas y poder vivir tranquilos. El propio director y guionista
estaba endeudado cuando la escribió.
En una escena se ven dos libros:
“La teoría del deseo” del psicoanalista francés Jacques Lacan y otro sobre el
pintor belga René Magritte, los dos libros están relacionados con el argumento.
En el de Lacan se trata sobre la necesidad, el deseo y la ambición del ser
humano, Magritte, sus pinturas, inspiraron el que no se viesen los rostros de
quienes orquestan el juego. Las escaleras coloridas que atrapan tanto la
atención, están inspiradas en la litografía llamada “Relatividad” del artista
Escher.
Momento interesante cuando aparecen
“Los importantes”, escondidos también bajo máscaras, ellos son quienes dirigen
y disfrutan del juego. Como la vida misma. Casi al final de la serie (que
tendrá, seguro, segunda parte) es cuando, el protagonista, al igual que aquel
de la película de 1970, se rebela y grita reivindicando su estatus como ser
humano “Yo no soy un caballo”.
No voy a recomendar que la veáis,
tampoco lo contrario. Solamente diría que usemos nuestra capacidad de ser
críticos y no nos quedemos flotando en la superficie de las máscaras y la
atractiva estética que tiene la serie, tampoco en los calificativos de
violencia, misoginia y homofobia. La reflexión y el debate al que invita esta
producción coreana no tiene para mi ninguna duda.
"El Juego del calamar" Trailer
(Artículo publicado en el número 1.220 del periódico Infolínea)
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