Acababa de empezar el artículo de
esta semana, contando en él una historia relacionada con las fechas
pre-navideñas en las que estamos, cuando me he enterado de la muerte de
Verónica Forqué y ya no he podido concentrarme en lo que estaba escribiendo.
-Precisamente hacía unos días que había estado viendo la gala de los premios
Forqué, premio cinematográfico creado en memoria del director y guionista José
María Forqué, su padre-.
Miles de imágenes con ella de
protagonista me vienen a la cabeza: películas, series, teatro. Esta actriz ha
sido una de las grandes de nuestra escena, sobre todo en los años de “La
movida” de la que fue una de las protagonistas. La Forqué tenía un carácter
dulce, sereno y divertido que la diferenciaba de todas las demás.
Ha interpretado personajes
carismáticos e inolvidables. Desde “¡Ay, Carmela!” junto a Juan Diego en
Estudio 1, pasando por la entrañable Pepa de “Pepa y Pepe” hasta las diferentes
figuras femeninas que encarnó en “Bajarse al moro”, “El año de las luces”,” La
vida alegre” y tantas otras. Ha sido una de las actrices más premiadas de
nuestro cine.
Su última película es de este
mismo año y está por estrenar, Netflix la anuncia para el 24 de diciembre y se
llama “A mil kilómetros de la Navidad”, título que parece augurar la triste despedida
de Verónica cuando estamos a las puertas de esas fiestas.
En televisión, los seguidores del
ultimo Master Chef hemos podido ver a la actriz muy deteriorada, tanto física
como mentalmente, aunque seguía haciendo gala de su humor inteligente y de su
ingenio. Yo puedo decir que este año he visto este programa por ella, aunque
hubo momentos en que me parecía totalmente desprotegida mediáticamente
hablando. Su situación llegó al extremo de tener que abandonar el concurso por
problemas de salud “Mi cuerpo y el Universo me estaban diciendo: necesitas
parar” dijo cuando se despidió y entregó el delantal con humor, enrollándolo al
“estilo Mary Kondo”
Parece mentira que alguien que
nos ha hecho reír a tanta gente haya terminado de una manera tan triste con tan
sólo 66 años.
En una entrevista concedida a la
revista “Blanco y Negro” en 1976 cuando tenía sólo 20 años, Verónica decía:
“Tengo miedo a casi todo, sobre todo a la depresión y a la indecisión. A veces,
cuando no se elegir me deprimo”. Y, al parecer, ha sido una depresión que venía
padeciendo desde hace mucho años, la que la ha llevado a tomar la fatal
decisión.
He vuelto a ver sus últimas
entrevistas en “La resistencia”, “Late Motiv” “El Intermedio” y en todas ellas
aparecía una persona llena de vida y de un brillante sentido del humor que para
nada hacía sospechar el pequeño infierno en el que vivía.
Su muerte ha vuelto a ponernos
ante los ojos la importancia de la salud mental, y la carga de prejuicios y
estigma que lleva consigo. Las enfermedades mentales se llevan ocultas como si
de algo vergonzoso se tratase, en vez de darle el lugar y la importancia que
tienen.
Últimamente y a raíz de
publicaciones como “Por si las voces vuelven” del conocido periodista Ángel
Martin, y declaraciones de otros personajes conocidos hablando de sus problemas
mentales, ha surgido una especie de “me too” relacionado con la salud mental.
Las medidas que, desde el gobierno se están planteando esperemos que sean de
ayuda para hacer cara a esta realidad social que ha estado tapada y que tanto
la pandemia como el insano modo de vida que llevamos han dejado al descubierto.
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