29 dic 2020

EL FANTASMA DE LAS NAVIDADES FUTURAS

En la última semana, cercana a la Nochebuena, siento una inquietud mayor de lo normal. Las advertencias sobre los riesgos que suponen hacer grandes celebraciones ante la pandemia del COVID 19 parece que no tienen efecto alguno.

Aumentan las macro fiestas, sin mascarillas y con auriculares para evitar que un excesivo ruido alerte a los vecinos o a la fuerzas de orden público. Quienes asisten a esas fiestas dan un dinero extra, así, si los descubren, pueden pagar la multa entre todos. En un programa de televisión veo la entrevista telefónica al participante de una de esas fiestas “multas por lo de coronavirus ya llevo cuatro, no las he pagado ni las pienso pagar”. También llega a mis oídos que corren entre los jóvenes diferentes grupos de WhatsApp convocando a fiestas clandestinas para los días de Navidad. Por otro lado, una estrella de la canción da un concierto para cinco mil personas, ¿con todas las medidas de seguridad?. Los jóvenes y algunos no tan jóvenes parece que se consideran inmortales.

El señor Scrooge, personaje de Dickens, recibió en vísperas de la Navidad a tres fantasmas que le mostraban su pasado, su presente y su futuro. ¿Qué nos mostrarían hoy esos fantasmas si todos fuésemos el señor Scrooge?

Nos mostrarían quizás un pasado en el que hemos vivido sin pararnos mucho a pensar. “vive el momento” “disfruta de la vida” “compra y se feliz” “tu lo puedes todo” “tanto tienes, tanto vales”. “La navidades con la familia son un rollo, lo mejor la TardeBuena”. “Vamos con los críos al ToysRus para que elijan los regalos que más les gusten” ... “¡Viva el Mal, Viva el Capital! como nos decía la Bruja Avería.

El presente que estamos viviendo nos ha cambiado las reglas de un juego que ya nos sabíamos de memoria y, a pesar de todo, queremos seguir jugando con las antiguas reglas. El modo de vida anterior es tan adictivo que no queremos/podemos cambiar, aunque nos vaya la vida en ello. Queremos seguir consumiendo, aun a riesgo de ser consumidos, y en vez de parar y pensar a donde nos dirigimos, cerramos los ojos y emprendemos una huida hacia adelante, como drogadictos en busca de la próxima dosis, con el riesgo de que esa dosis sea la última.  Seguir comprando. Zonas de tiendas de las grandes ciudades de todo el mundo se ven abarrotadas de gente adquiriendo cosas innecesarias, arriesgando sus vidas, riéndose de quien intenta jugar sin trampas - Sois unos miedosos-

Al señor Scrooge, la visita de estos fantasmas, sobre todo el de las futuras navidades, le hizo recapacitar y le dio la posibilidad de enmendar su erróneo modo de vivir. A nosotros se nos está advirtiendo de como se nos presentará el futuro si no corregimos a tiempo (y nos queda muy poco) todo este despropósito en el que estamos viviendo.

“Algunas personas se reían al ver el cambio, pero él las dejaba reírse sin prestarles atención pues era lo bastante sabio para darse cuenta de que nada bueno sucede en este globo sin que determinadas personas se harten de reír al principio; sabía que tales personas siempre estarían ciegas y consideraba el malicioso brillo y arrugas de sus ojos como una enfermedad cualquiera, con manifestaciones menos atractivas. Su propio corazón reía y con eso le bastaba. (Cuento de Navidad. Dickens)”

Una tercera ola de contagios ya se ha iniciado, (con la aparición de nuevas cepas de Coronavirus aun más virulentas) a la par que oleadas de gente inundan centros comerciales y zonas de ocio. La responsabilidad individual es imprescindible en estos momentos, de igual manera la institucional. Echo de menos medidas que den a los ciudadanos lo que necesitan, no lo que quieren.

¿alguien es capaz de imaginarse las navidades futuras? ¿Cuántos faltarán a la mesa? ¿podrán los Reyes Magos traer juguetes? ¿serán alegres los villancicos?.

   (articulo publicado en el número 1.181 del periódico Infolínea)

22 dic 2020

NO ES PAIS PARA VIEJOS

 



¿En qué momento pasamos a depender de Internet para todo, en qué momento empezaron las máquinas a ser imprescindibles?.

Ayer, a nivel mundial, se cayeron Google, YouTube, Gmail y el sistema de almacenamiento La nube. Esta avería duró 20 minutos, pero el pánico cundió entre los usuarios de estos servicios. Cuando se cae la red, el mundo se paraliza. - No puedo darte el impreso, se me ha caído internet. - No puedo enviar tu pedido se ha caído el servidor. ¿Cuántas veces os habéis encontrado ante un problema similar?

Durante la pandemia, una de las cosas que ha quedado evidente, por la imposibilidad de ir de forma presencial a casi ningún sitio, es la cantidad de analfabetos digitales que hay en nuestro país. Comprar, pagar impuestos, hacer gestiones administrativas, estudiar, examinarse etc.. acciones normales, de la vida cotidiana han tenido que realizarse de forma virtual.

Lo primero que recuerdo fueron los bancos y las tarjetas de crédito, oye que cosa más chula, aunque no tuviese dinero en ese momento, la tarjetica te sacaba del apuro (aunque luego legasen las “madres mías”). Actualmente convivimos con al menos dos generaciones de personas desactualizadas en su mayoría. Todo va demasiado rápido. Son aquellos que iban al banco con la confianza de que allí su dinero estaba a salvo e incluso le rentaba. Conocían al director y recibían un trato amable de vecino. Que a veces sólo se acercaban por allí para actualizar la libreta de ahorros o para ingresarle algunos duros en la libreta infantil que habían abierto como regalo al nieto recién nacido. (Ahora, cualquier banco te exige que utilices los cajeros automáticos para operaciones pequeñas).

No todo el mundo tenía cuenta en un banco, no era obligatorio. Cuando dabas de alta, por ejemplo, la luz de una casa, no te pedían un número de cuenta (muchos no tenían), con la dirección había bastante, por allí se pasaría el cobrador con el recibo correspondiente de cada mes. Igual con el agua, la basura o cualquier otro servicio. “hoy me pillas sin perras, pásate la semana que viene” y el cobrador volvía cuando tú le decías. El trato entre personas era mucho más directo y humano. Hoy, si vas al banco a pagar un recibo devuelto, te dicen, - no puede ser porque el sistema no me lo admite, tiene que ser estos días y a estas horas, - ya, pero es que yo trabajo. - ¿y no podría pagar en el cajero o por Internet.

Todo te lleva al mismo sitio, Internet. La nuevas generaciones que han crecido con el Euro y en la era digital lo gestionan casi todo desde el móvil, hay aplicaciones para todo. Para pagar, para monitorear tu salud, control de embarazo, contar los pasos que andas. Aplicaciones de los diferentes bancos, de colegios, de sitios oficiales etc.… la vida se puede gestionar a través del móvil. ¿de qué manera, poco a poco y casi sin darnos cuenta, el móvil o el ordenador ha pasado a ser una prolongación de nosotros mismos?

No voy a criticar todos estos avances que facilitan la ajetreada vida de nuestra población activa, pero a veces me pregunto si no quedan menoscabados los derechos de esos “analfabetos digitales” para los que, en estos momentos, hacer cualquier gestión del tipo que sea se convierte en una tarea casi imposible. Yo que formo parte de esos supuestos analfabetos, sigo desconfiando de Internet y echo de menos a los cobradores de recibos a domicilio, porque esas máquinas de las que, ahora, depende nuestra vida administrativa pueden también fallar.


  (articulo publicado en el número 1.180 del periódico Infolínea)

16 dic 2020

LA NUEVA NAVIDAD

 

Hace un año, por estas fechas, nuestro pueblo lucía engalanado para la Navidad. Las actividades propias de estas fechas ya estaban programadas, los villancicos se escuchaban en la calle y en todos los locales donde la actividad comercial estaba en ebullición. Los restaurantes hacían acopio de viandas que llenarían las mesas en las comidas de empresa y en las celebraciones posteriores. Las tiendas de ropa, zapatos, alimentación, libros, perfumes etc. encaraban con ánimo una de las fechas más rentables de todo el año.

En los hogares nos preparábamos para vivir las “fiestas más familiares”, poniendo el árbol y los adornos, planificando comidas, pensando en que regalo era mejor para cada uno. La vida transcurría inmersa en la celebración de un evento que a ninguno dejan indiferente

Si entonces nos llegan a decir lo que venía de camino, nadie lo hubiera creído. Esas cosas nunca nos pueden pasar a nosotros, eso sólo pasa en otros sitios.

Pero no sólo nos ha pasado, si no que ya casi nos hemos acostumbrado. Y oímos hablar de contagios y muertos con total normalidad. 67 millones de contagios y mas de un millón y medio de muertos en todo el mundo son los números que nos deja la pandemia que comenzó en marzo. Sólo diez meses han sido suficientes para que hablemos de esas cifras como de algo ajeno a nosotros. Nos hemos acostumbrado a los comunicados oficiales semanales y los miramos como quien mira los resultados del futbol.

Y es que las cifras, los números, son eso, números. Y no queremos ver que detrás de todos y cada uno de los dígitos que forman las cifras hay seres humanos que han dejado de existir. Personas que son padres, madres, abuelos e hijos de otras personas.  Pero claro, viendo sólo los números, todo es mucho más fácil. Cientos, miles, millones, son cantidades sin rostro, sin sentimientos, sin sueños e ilusiones, sin familias, sin vidas.

Ahora nos encontramos inmersos en una “Nueva Navidad”, llena de restricciones impuestas por el gobierno, que cumplimos porque nos obligan.

La pandemia ha dejado al descubierto la fragilidad e inmadurez de nuestra sociedad. A pesar de la gravedad de la situación que se está viviendo, no somos capaces de cumplir las normas mínimas para evitar contagios y tienen que sernos impuestas como si fuésemos niños o adolescentes que intentan, por todos los medios, saltarse las órdenes familiares.

Hace poco coincidí en un comercio de nuestro pueblo con una enfermera que trabaja en un hospital de Murcia, estaba indignada, dolida y triste ante la actitud y comportamiento irresponsable de tanta gente, “me gustaría que estuviesen delante cada vez que tenemos que cerrar la cremallera de una bolsa que contiene un muerto por Coronavirus”, su cara de cansancio decía más aún que sus palabras.

Y no es cuestión de tener o no tener miedo si no de mirar a la realidad y hacerle frente con los medios que tenemos, protegernos y proteger a los demás. Esta Navidad que ahora empieza tiene que ser diferente porque es la única manera de asegurarnos otras navidades.

No hay mayor desatino que un adulto comportándose como un niño. Nosotros ¿seguiremos comportándonos como niños? ¿buscaremos el menor resquicio para saltarnos la ley? ¿seguiremos mirando sólo los números?  ¿diremos como Scarlett O´Hara en Lo que el viento se llevó “hoy estoy muy cansada para pensar, ya lo pensaré mañana”?. Porque, para quienes aún no se ha dado cuenta, es precisamente el mañana lo que hoy está en juego.

 "Villancico de Pandemia" Enkalomao

 

 

 

 



10 dic 2020

LA PURGA DEL TIO BENITO


 



La expresión con la que he titulado este artículo es sinónimo del remedio inmediato para cualquier problema. A mi entender refleja muy bien el modo de vida del que nos deberíamos de ir desacostumbrando.

No hace tantos años si querías, por ejemplo, comunicarte con alguien que no era del pueblo, le escribías una carta que tardaría dos o tres días en llegar a su destino, así que la respuesta la recibirías, como muy pronto, en una semana.

Escribir la carta ya suponía una ilusión, primero pensar en lo que querías decir, luego ver la mejor forma de expresarlo, eligiendo con esmero cada palabra. Una vez echada la carta en el buzón de Correos, comenzaba la espera. Pasados unos días vigilabas cuando el cartero pasaba por tu calle y, expectante, esperabas que llamase a tu puerta. Abrir el sobre unas veces se hacía rápido, otras te recreabas antes de hacerlo, según quien fuese el remitente. Leer la misiva era un momento placentero que solías repetir varias veces, y cada una encontrabas algo que te había pasado desapercibido en las anteriores. Hasta la manera de plegar el papel podía ser diferente. En algunas ocasiones los sobres llevaban más cosas: un puñadito de arena, hojas secas de alguna flor, fotos o una postal del sitio de origen. Todas estas cosas añadían valor al mensaje enviado. Para situaciones de emergencia estaba el telegrama.

Este es sólo un ejemplo, de los muchos que podría poner, que reflejan el drástico cambio de vida que los de mi generación hemos vivido. Como veréis no hay comparación con el modo actual de comunicarnos en el que si a los cinco minutos de enviar un correo electrónico, un Whatsapp o un mensaje, no recibimos respuesta, comenzamos a angustiarnos y se disparan las mil y una posibilidades (casi todas malas) de porqué habrá sido.

También me da por pensar en “La purga del tío Benito” cuando leo la información sobre las ansiadas vacunas. Acostumbrados como estamos a que todo sea de efecto inmediato creemos que el que ya haya noticias sobre el descubrimiento, por parte de varios laboratorios a la vez, de una vacuna contra el Covid19, esto significa que el problema se ha terminado. Creo que estamos equivocados, en primer lugar, porque aún no hay ninguna publicación científica que garantice la validez de cualquiera de ellas, sólo tenemos los comunicados de prensa de las diversas empresas farmacéuticas que están trabajando en este asunto. Por otra parte, hasta donde yo sé, y reconozco que no es mucho, una vacuna forma parte de la medicina preventiva, no cura la enfermedad.

Sin embargo, ante las recientes noticias de que hay una mejora en la situación de pandemia en que vivimos (Dicha mejora sigue manteniendo las cifras escalofriantes de 401 muertos y 19.979 contagiados este último fin de semana) y que, a lo mejor, algunos podrán vacunarse ya en enero, la gente se ha echado a la calle para comprar y consumir la Navidad. Comprendo que hay que reactivar la Economía y que eso sea lo que motive las medidas y mensajes de ánimo ante este periodo de compras.

Pero siempre teniendo en cuenta que, por muchas vacunas que haya, si se produce un contagio, no hay nada específico que cure el coronavirus. Los profesionales de la ciencia y la medicina alertan sobre una tercera y peor ola de infectados a primeros de año si el comportamiento social continua igual que hasta ahora.

Mi generación aprendió a esperar y ellos saben que la carta más deseada, siempre era la que más tardaba en llegar.

                        

                            "Que no se acabe el mundo"                             


 (articulo publicado en el número 1.178 del periódico Infolínea)

3 dic 2020

DES-CONCERTADOS

                                   



                               


Cuando era niña, en el colegio estábamos segregados por sexos. Había un pabellón para los niños y otro para las niñas. Incluso en el recreo, a pesar de compartir patio, un muro invisible nos mantenía a unas y otros separados.

En cuarto curso, los que queríamos pasar al instituto hicimos un examen para acceder a estos estudios (durante los años de la dictadura la enseñanza media en centros públicos era minoritaria, la mayor parte seguía cursándose en centro privados sobre todo religiosos). Para esta prueba de acceso, la dirección del colegio decidió que la mejor forma de que no nos copiásemos era poner en el mismo pupitre a un chico y a una chica, imagino que con el convencimiento de que lo que había separado la represión no lo iba a unir un examen.

En el instituto también estábamos separados. Los chicos eran las clases A. Las chicas las clases B y luego estaban las clases C formadas por repetidores de otros cursos, en esta clase si se mezclaban chicos y chicas. No sé qué base pedagógica amparaba estas medidas que no servían mas que para aumentar la desigualdad en todos los sentidos.

Era un tiempo en el que se veían normales cosas como: que una mujer hasta que no cumpliese los 25 años necesitase el permiso paterno si quería independizarse. Esto no era necesario si querías casarte o ingresar en una orden religiosa.

Hasta 1975 la mujer necesitaba el permiso marital para ejercer cualquier trabajo. Hasta 1978 el adulterio, en las mujeres, era un delito con penas de entre seis meses y un día a seis años. En el caso de los hombres esto se llamaba amancebamiento y sólo cuando tuviera manceba dentro del domicilio conyugal, estaba tipificado como un delito menor.

El hombre podía disponer de los bienes gananciales y tenía derecho a la patria potestad de los hijos. En caso de separación el domicilio conyugal pasaba a ser del marido.

También entraba dentro de la normalidad que algunos maridos pegasen a sus mujeres, esto se consideraba algo que pertenecía al ámbito privado.

El Mal-trato a las mujeres, tanto físico como social, ha sido durante muchos años, la normalidad.

Con la Constitución de 1978 y la reforma del Código Civil de 1981, las mujeres españolas comenzaron a tener los derechos que, como personas, les habían sido negados.

En estos días asistimos a debates sobre modelos educativos que defienden (de nuevo) la segregación en las aulas y el empleo de dinero público para una educación defensora de lo privado.  La inclusión en nuestro sistema educativo de la Enseñanza Concertada fue un paso atrás en los avances democráticos de nuestro país. Algo tan pernicioso socialmente hablando, se está intentando normalizar y defender como un derecho a la libertad de enseñanza.

Pero no olvidemos que, en determinados momentos de la historia, lo considerado normal, no siempre ha sido justo.

Derechos son que exista una educación privada (para aquellos que la deseen y la paguen) y una Educación Pública universal, mejor cada día tanto en calidad como en infraestructuras, para educar en igualdad y prevenir lacras como la violencia de género y los “malos tratos” hechos para dar beneficios a una determinada clase social.

 

                                                        "Los burgueses" Luis Eduardo Aute

                                              

 

 (articulo publicado en el número 1.177 del periódico Infolínea)



26 nov 2020

LA GOLOSINA DEL NEGACIONISMO



 

He de reconocer que, en muchos momentos, de esta larga y a veces angustiosa etapa, me ha atraído la idea de negar la evidencia. Por eso, en cierto modo, entiendo a los negacionistas.

Hay días que transcurren normalmente y hay otros en los que, cuando salgo a la calle, me siento fuera de lugar. Me cuesta acostumbrarme a los cambios: ir con mascarilla y ver a los demás con ella; hacer cola para ir al médico, al banco, a la panadería, a la librería…; Ver por todos lados mensajes de advertencia para protegernos del virus; Las puertas de los colegios cubiertas de carteles sobre como guardar los protocolos de prevención. En esos desubicados días parece que toda esta nueva realidad salta a los ojos y dan ganas de no verla.

Es un pensamiento muy goloso dejarse llevar por la creencia de que todo lo que está pasando no es verdad, que el virus no existe y que son los poderes, más o menos conocidos, quienes están creando todo esto, para someternos y manipularnos. Esta creencia, por un lado, nos produce rabia que utilizamos como autodefensa cuando tenemos que enfrentarnos a la realidad y por otro nos hace sentir que somos diferentes, incluso superiores, a quienes obedecen las normas.

Negar que existe una pandemia no es sino negar lo que se teme: el contagio, la muerte, el cambio del mundo conocido por otro en el que nos sentimos extraños. Esto lleva a mucha gente a cometer actos imprudentes como manifestarse, sin mascarilla y sin distancia, pidiendo Libertad o saltarse las normas en botellones y fiestas clandestinas. Creo que es la manera que tienen de decir “estamos aterrados”.

El negacionismo está muy cercano al pánico irracional, alimentado de creencias que no permiten la más mínima duda “NO existe el virus” “o NO pasa nada”. Esto es perjudicial porque, aunque momentáneamente te liberes de la angustia, ahí siguen estando los millones de infectados y de muertos en todo el mundo, eso no hay como taparlo.

Por otro lado, es muy peligroso. Esta forma de pensar se ha convertido en terreno abonado para ideologías extremistas que, aprovechando ese malestar que todos sentimos en mayor o menor medida, nos quieren vender la solución más rápida y satisfactoria: señalar a un culpable (el gobierno) e intentar desestabilizar el país en unos momentos en los que todos deberíamos de actuar como una piña.  (Alguien me decía hace unos días, hablando de la Covid 19: “y lo peor de esto es que, a ver a quien le echas la culpa”).

Los partidos de extrema derecha han descubierto un filón, donde captar adeptos, entre estas personas que forman parte de los movimientos negacionistas. Como ejemplo, por todos conocido, tenemos al expresidente de EE. UU. Donald Trump. Que no sólo se permite negar la pandemia si no que la ha utilizado para hacer campaña electoral, postulándose como un “Superman”. En el panorama nacional tenemos nuestros propios “superhéroes”, os dejo que saquéis vuestras propias conclusiones.

Hay que ser lo suficientemente valientes y honestos con nosotros mismos para reconocer que sentimos miedo. Miedo ante una pandemia desconocida, anárquica e imprevisible que se extiende por todo el mundo.

Sentimos miedo porque tenemos ganas de vivir, por ello nos cuidamos y nos protegemos. Nos ponemos mascarillas, nos guardamos los abrazos y mantenemos las distancias a la espera de que esto pase (que pasará) y podamos reencontrarnos con los afectos que ahora mantenemos alejados.

(articulo publicado en el número 1.176 del periódico Infolínea)

                                                   

 Vídeo oficial de la canción “Los abrazos prohibidos” de Vetusta Morla,  Alice Wonder, Andrés Suárez, Carlotta Cosials (Hinds), Christina Rosenvinge, Dani Martín, Depedro, Eva Amaral (Amaral), Ismael Serrano, Iván Ferreiro, Joaquín Sabina, Kase.O, Leiva, Luz Casal, Maika Makovski, Marwan, Nacho Vegas, Nina de Juan (Morgan), Rozalén, Santi Balmes (Love Of Lesbian) y Xoel López. 

Todos los beneficios económicos que genere, tanto editoriales como discográficos, serán donados a perpetuidad al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), para contribuir en la investigación sobre el coronavirus SARS-CoV-2 que ha causado la pandemia de la enfermedad Covid-19.-

 

 

                                                

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

19 nov 2020

LA TORRE DE BABEL

 

(Los ángeles atacan la Torre de Babel. Libro de Horas de Bedford, París, h. 1410-1430. Londres, British Library, Ms. Add. 18850, fol. 17v.)

Los seres humanos, desde el inicio de los tiempos, buscamos la manera de poder comunicarnos. En esa tarea seguimos, con resultados poco aceptables como podemos comprobar sólo echando una mirada a nuestro alrededor.

Según el mito recogido en la Biblia, en un principio todos los hombres hablaban el mismo idioma. Hubo un momento en que, queriendo igualarse a Dios, crearon una torre de enormes dimensiones, con la intención de llegar al cielo. Dios, castigó su soberbia demostrándoles que todo no se podía conseguir “Todos forman un solo pueblo y hablan un solo idioma; esto es sólo el comienzo de sus obras y todo lo que se propongan lo podrán lograr, será mejor que bajemos a confundir su idioma, para que ya no se entiendan entre ellos” (Génesis, 11.6). Desde aquel momento estamos tratando de entendernos.

En la última década del siglo XIX, un oftalmólogo alemán (Zamenhof), creo una lengua que podríamos llamar artificial, ya que no era la natural consecuencia de la forma de expresión de un pueblo. El creador de este idioma lo relacionó con un sentido de solidaridad entre seres humanos, para eliminar barreras étnicas, culturales o lingüísticas. Lo hizo con la intención de que fuese un lenguaje paralelo al de cada nación.

Este idioma no consiguió el arraigo suficiente en la sociedad. A pesar de ello el Esperanto, es la lengua “planificada” más hablada en el mundo. Hoy en día la Asociación Universal del Esperanto tiene relaciones con la ONU y la UNESCO. Diferentes corrientes sociales han utilizado el esperanto como medio de expresión. Durante una época fue conocido como el latín de los obreros.

                                     (Una rareza encontrada en Internet: el "Himno del Esperanto")

                                                      

Queda claro que los idiomas no surgen por generación espontánea, sino que son el resultado de interacciones sociales, unas veces pacíficas y otras violentas e impuestas.

Desde mediados del siglo XX, como consecuencia de la influencia del modo de vida y la cultura del capitalismo, el idioma inglés, se fue imponiendo de forma paulatina casi como una segunda lengua oficial, sobre todo en los países de Sudamérica y el “primer mundo”. Saber inglés, se colocó también como un síntoma de prestigio social y cultural.

En España, cuna del segundo idioma más rico del mundo, con alrededor de 93.000 vocablos, acogimos el inglés con los brazos abiertos y le dimos cabida en nuestro sistema educativo equiparándolo a nuestra lengua materna. Había que demostrar lo modernos que somos. Los colegios bilingües surgieron por todas partes, en detrimento de nuestro propio idioma.

A pesar de lo mal que hemos tratado a nuestro idioma, en la actualidad, según el Instituto Cervantes- 2019, el español es el segunda lengua materna más hablada del mundo, después del chino. Es el tercer idioma en Internet. 580 millones de personas lo hablan en todo el mundo, 483 millones (tres millones más que el año anterior) son hispanohablantes nativos. Es estudiado por 22 millones de personas en 110 países.

Para el director de Instituto Cervantes, Luis García Montero, “enseñar un idioma, es mucho más que enseñar un vocabulario, es compartir unos valores y mostrar una cultura de identidades abiertas y valores democráticos….divulgar el español y su cultura contribuyen a contrarrestar problemas como la intolerancia, los supremacismos o quimeras identitarias que consideran la diversidad como una amenaza”


Vídeo institucional de la Real Academia Española, fundada en 1713.



(articulo publicado en el número 1.175 del periódico Infolínea)

 

12 nov 2020

GRACIAS POR LA MÚSICA




 


A pocos días de iniciarse el primer estado de alarma de esta pandemia, se pusieron en contacto conmigo desde el Centro de Atención Psicosocial, (en el que colaboro como voluntaria social, desde hace unos diez años, con un taller donde se trabaja la elaboración de la revista “La Voz y la Palabra de Zangamanga”) para preguntarme si estaba dispuesta a seguir con mi voluntariado durante esta etapa. Me explicaron que los talleres se iban a trabajar desde un grupo de Whatsapp creado para tal fin. Sin pensarlo dije que sí.

Mas tarde empecé a darle vueltas, a ver como me las iba a ingeniar para llevar a cabo la tarea con la que me acababa de comprometer.

Estaban siendo días muy duros, de desconcierto, en los que todos andábamos perdidos, recluidos de golpe, sin mantener contacto con casi nadie.

No sé por qué me vino a la cabeza un recuerdo de otros tiempos, cuando las comunicaciones eran escasas, los amigos nos veíamos de vez en cuando y a los familiares que no vivían cerca pasaban años sin verse. En aquella época, la radio era el medio de comunicación por excelencia y, dentro de la programación radiofónica, los programas de discos dedicados servían de vehículo sonoro para que las personas alejadas, por uno u otro motivo, contactasen y se enviasen mensajes. Y, ¡dicho y hecho!, ese fue el tema del primer taller de revista en el confinamiento. Un programa de discos dedicados.

Cada uno de los participantes en el taller, hizo una petición musical acompañada de una dedicatoria. Siguiendo el formato de aquellos programas de radio antiguos: “solicito la canción…se la dedico a….. deseando que….” A continuación, yo buscaba la canción elegida, en YouTube, y la compartía con el grupo.

Este inicio marcó los talleres que siguieron, al darme cuenta del efecto, casi mágico, que tenía la música para aliviar la angustia que todos sentíamos en aquellos momentos. A partir de entonces hicimos talleres monográficos, un día hablábamos de la amistad y las canciones que escuchábamos iban relacionadas con ella, otro día de la Libertad, otro la infancia etc.. y así hemos ido hablando y escuchando sobre lo que importaba en ese momento, esto se iba decidiendo de una semana para otra.

A lo largo de todo este tiempo hemos escuchado más de doscientas canciones, de lo mas variadas que os podáis imaginar. Si queréis comprobarlo, en Spotify hemos creado una lista con un selección de temas elegidos por los participantes del taller, de entre todos los que se han escuchado estos meses. La lista se hizo para contribuir, de alguna manera, a la celebración del día de la salud mental. Se llama “Música desde nuestra azotea. (canciones para el recuerdo)”.

Tengo que reconocer que el tiempo dedicado a las personas del Centro de Atención Psicosocial, tanto durante la preparación de los talleres de Whatsapp como en el transcurso de estos, ha sido una experiencia fantástica de mutuo enrequecimiento que ha hecho mucho más llevadero mi propio confinamiento.

Ahora, nueve meses después, estamos ocupados en ir dándole forma a la próxima revista. Con el material trabajado y con las colaboraciones de diferentes amigos.

Intentamos que el deseo de sacar una publicación, acorde con los tiempos que vivimos, haga más ligero el peso de una pandemia que está durando demasiado y que empieza a pasar factura en los sectores más vulnerables, como es el caso.

Escribo esto aprovechando que acaba de ser la semana de la salud mental (siempre es en estas fechas cuando se presenta la revista de Zangamanga, esta vez será un poco más tarde) y que se me ha pedido que os cuente como hemos trabajado desde el taller de revista en este año tan especial.


"La estirpe de Caín" Miguel Rios

                                          

 

(articulo publicado en el número 1.174 del periódico Infolínea)

4 nov 2020

VIVIR LA VIDA

 




Según la tradición, cuando llega noviembre, es la época en que se honra la memoria de nuestros difuntos. Por desgracia este año hay muchísimos más muertos de lo que sería habitual. La muerte nos
acompaña, cada día, desde hace nueve meses. La visita a los cementerios se ha visto alterada, tanto en la asistencia a entierros como para engalanar las tumbas durante los días previos al Dia de los Santos.

Honrar y recordar a los seres queridos se puede hacer de muchas formas, cada sociedad tiene las suyas, en la nuestra, desde hace ya bastante tiempo se ha hecho un hueco importante la fiesta de Halloween, fiesta que nunca he acabado de entender, no sé qué tiene que ver con nuestra cultura. Todo se disfraza de cosas ajenas a nosotros. Calabazas de una variedad que no se da en España, acompañadas de máscaras sanguinolentas, murciélagos, zombis, etc..

Comprendo que, debido a las migraciones, las celebraciones de distinto tipo van de un lugar a otro de manera rápida. La Catrina Mexicana es otra figura que aparece por estas fechas, esta figura nació como una critica social a los nativos que se enriquecían y olvidaban sus orígenes, va ligada a la celebración del “Día de muertos” y la manera de recordarlos a través de las fiestas, las canciones y, algo que me parece digno de ser copiado, el altar realizado con las fotos de los antepasados.

                                                      


Aunque sus orígenes son también antiguos, (parece que, de origen celta, llevados a EE. UU por quienes emigraban desde Irlanda), el Halloween que nos ha llegado a nosotros, adolece del relato, del misticismo, que envuelve el “Dia de muertos” mexicano o nuestros “Dia de todos los santos” y “Noche de difuntos”. La fiesta estadounidense tiene más que ver con las super producciones de Hollywood y sus efectos especiales, en donde no hay lugar para la imaginación. Todo es demasiado explícito, demasiado violento, demasiado sangriento. Pero, sobre todo, Halloween, tiene mucho que ver con la venta masiva de productos relacionados con esa festividad.

La cultura española es tan rica en relatos y costumbres referidos a estas fechas. Me parece una pena que nuestras generaciones de jóvenes conozcan más a Freddy Krueger que a Maese Pérez. Por ello, me atrevo a proponer para estos días en los que deberíamos de cuidarnos y quedarnos más en casa, echar mano de la memoria, recordando y degustando de los diversos placeres que nos provee nuestra Historia. El olor de las castañas asadas, el sabor intenso del arrope y calabazate, los buñuelos de viento, la leche frita, los tostones (palomitas) el pan de higo o los huesos de santo son algunos de los majares gastronómicos que, tradicionalmente, se disfrutaban en estos días, la mayoría de ellos se pueden hacer en casa. Recuperar recetas es también una forma de honrar la memoria de los antepasados.

Por otro lado, aprovechar para hablar con personas mayores que conozcamos. Que nos cuenten toda esa serie de rituales que se hacían al llegar el uno de noviembre: Porqué la cama se dejaba hecha y con sábanas limpias. Porqué se rezaba a la ánimas benditas. Qué significaba “encender mariposas en un cuenco de aceite”. Y… como no, leer, releer a Bécquer, “El monte de las ánimas” “Maese Pérez el organista”, “El Miserere” “El rayo de luna” o simplemente contar historias de miedo entre amigos, a la luz de las velas. El miedo es una emoción que se disfruta, cuando uno se siente seguro y puede dejar volar la imaginación.

Mientras tanto no nos olvidemos que recordar la muerte es también tomar conciencia de que estamos vivos, que nos quedan por delante multitud de incertidumbres, pero también de retos y desafíos como los que vivieron aquellos a quienes estos días dirigimos nuestro recuerdo. 

                                                 Rozalen "El día que yo me muera"

 

 

   (articulo publicado en el número 1.173 del periódico Infolínea)

28 oct 2020

PONGAMOS QUE HABLO DESDE MADRID -III-


 


Comienza la segunda semana de Estado de Alarma en Madrid. Desde aquí no dejo de estar pendiente de las noticias de Murcia, concretamente de Alhama. En la distancia, acompaño a personas que me importan en la inauguración de la Exposición “Zangamanga 11” y el acto de conmemoración por el “Dia Mundial del Cáncer de mama”, este año los dos eventos han sido diferentes, como todo.

En el resto del país el Coronavirus sigue haciendo estragos que desde la política se afrontan con agrios enfrentamientos en el congreso, durante los cuales parece que cada uno de los intervinientes va a escucharse a sí mismo y sus ocurrencias.

Si ampliamos el ámbito geográfico vemos que en Europa se empiezan a adoptar, en algunos países, medidas restrictivas como el toque de queda, ante la imposibilidad de frenar al virus y a los ciudadanos. La Comunidad de Madrid se plantea pedir al gobierno que adopte esta medida para todo el territorio nacional.

Estados Unidos merece una mención aparte, una nación inmersa en plena campaña electoral con un presidente inmerso en su propio delirio que advierte a sus votantes: “Si gana Biden escuchará a los científicos”. Entre unas cosas y otras ya son cuarenta millones los contagiados en el mundo, más de siete millones en Europa, un millón de ellos son de España.

Nada tranquilizadoras las noticias que a diario conocemos. Nada halagüeño el futuro más cercano. En nuestra región comienzan a anunciarse la cancelación de actividades relacionadas con la Navidad. Las fiestas familiares no serán como siempre y tenemos que ir haciéndonos a la idea.

De momento estamos rodeados de incertidumbre. La sociedad que vivía una eterna e infantil adolescencia tiene que enfrentarse de golpe con lo que significa ser un sujeto adulto, sujeto a las vicisitudes de la vida.

¿Quién, en estos momentos, no echa de menos ser niño y que sean tus padres quienes decidan por ti, con la tranquilidad de que elegirán lo adecuado?. Nos hemos hecho mayores de golpe, los padres han desaparecido, el mundo conocido se ha vuelto inhóspito, nos encontramos desorientados y sin una brújula que nos indique el Norte.

Se habla de un cambio de paradigma social, queramos o no vamos abocados a ello. Ahora se trata de ir armándonos de estrategias individuales y colectivas que nos permitan seguir adelante después de sufrir el inevitable duelo.

Escribo por la mañana, llueve. Mezclada con el sonido de la lluvia escucho la voz de una niña que va al colegio “que llueva, que llueva, la virgen de la cueva….” El sonsonete dulce de la voz infantil es como una ráfaga de esperanza.

Espero que mi próximo escrito lo haga ya desde Alhama, el Estado de Alarma acaba este viernes. Para despedirme de Madrid lo haré con las palabras de don Pedro Calderón de la Barca, otro gran escritor madrileño que reflexionaba así sobre la vida: “¿Que es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.

  (articulo publicado en el número 1.172 del periódico Infolínea)

22 oct 2020

PONGAMOS QUE HABLO DESDE MADRID -II-

 



Sigo en Madrid, ahora por causas ajenas a mi voluntad ya que me ha pillado la declaración de Estado de Alarma a pocos días de mi vuelta.

Lo que se está viviendo en Madrid es inaudito. El atrincheramiento ideológico de sus dirigentes ante una situación tan grave como lo es esta pandemia no tiene explicación lógica. Están llevando hasta consecuencias extremas el intento de acoso y derribo, hacia el gobierno de la nación, que comenzó al día siguiente de que este ganara las elecciones. La actual presidenta regional se ha auto erigido como la heroína que lucha contra la pérfida izquierda, a costa de lo que sea.

Si no fuera por que la vida de muchas personas se está quedando en el camino y otras muchas están en grave riesgo, todo esto parecería una especie de sainete, de aquellos que hacían las delicias de los madrileños de otras épocas y que con tanta gracia escribía Don Carlos Arniches. Sainete en el que las decisiones, de tan exageradas, parecen caricaturescas. Decir una cosa y la contraria, incomprensibles decisiones jurídicas, información falseada, datos modificados haciendo trampas dignas de un trilero. Todo ello acompañado de puestas en escena casi teatrales que dan ganas de reír, por no llorar.

Mucho ha tardado el gobierno en dar un golpe en la mesa y decir ¡Basta!. Al parecer no lo ha hecho antes en aras del diálogo y la negociación política. Creo, como ya he dicho, que ha tardado demasiado. Cuando no hay voluntad de llegar a acuerdos por cualquiera de las partes y cuando de esos acuerdos dependen vidas humanas, no hay negociación ni espera que tenga sentido.

En medio de estas tropelías políticas, pero sobre todo después de la decisión gubernamental de declarar el Estado de Alarma que afecta a todos los barrios (también los de los ricos), se hacen notar, cada vez con mas fuerza, quienes añoran un pasado perverso que algunos de ellos ni siquiera conocen.

La otra mañana apareció, la estatua de Largo Caballero que esta situada en Nuevos Ministerios. llena de pintadas que decían “¡asesino! y ¡rojos, no!”. Son frecuentes pequeñas manifestaciones de exaltados que sacan a pasear la bandera como si fuese de su propiedad y, después de largo tiempo entre alcanfor, tuviesen que orearla. Hace muchísimo tiempo que yo no escuchaba vivas a Franco.

Cuando escribo esto, es lunes 12 de octubre, los actos institucionales conmemorativos de este día se llevan a cabo entre un ambiente protocolario, tenso y reducido por causa del Coronavirus. Hace un momento cinco coches ondeando banderas rojigualdas han pasado bajo mi ventana, camino de la “Caravana por la Libertad” que ha convocado el partido de extrema derecha.

Por otro lado, durante el puente del Pilar, la policía municipal ha desalojado doscientas veinticinco fiestas ilegales, algunas con mas de ochenta personas, en pisos y casas particulares.  ¡En pleno Estado de Alarma!

Se dice que cuando el horror y el ridículo se unen, surge el esperpento esto me lleva a este otro ilustre autor que recreo su obra “Luces de bohemia” en los ambientes más sórdidos de las calles madrileñas, de la mano de “Max estrella”. Pues, como diría Don Ramón María del Valle Inclán: “La miseria del pueblo español, la gran miseria moral, está en su chabacana sensibilidad ante los enigmas de la vida y de la muerte” “Una tragedia tiene algo de solemne, serio, trascendental, elegante, elevado, pero en España cualquier tragedia sufre una transformación grotesca……… Los héroes clásicos han venido a pasearse al Callejón del Gato”.

"Madrid amanece". Hilario Camacho



 (articulo publicado en el número 1.171 del periódico Infolínea)


14 oct 2020

PONGAMOS QUE HABLO DESDE MADRID



 


Desde hace algunos días me encuentro en Madrid. Quizás no sea el lugar más seguro, si es que hay alguno en estos momentos, lo que si es verdad es que lo que está pasando en esta comunidad es el retrato, aumentado, de lo que está pasando en toda la sociedad española, como consecuencia del Covid 19.

Aunque con los medios de comunicación actuales, estemos donde estemos, conocemos las noticias que ocurren en cualquier parte del mundo en tiempo real, dependiendo del lugar físico en que te encuentras unas toman más relevancia que otras.

Estando en Madrid no puedo evitar estar pendiente de Alhama y su situación, que me preocupa. Me entero de que la vecina Totana vuelve a la fase uno y parece que esto no tiene fin. En los pueblos las clases sociales, aparentemente, no se diferencian mucho. Sin embargo, estoy convencida de que la evolución de la pandemia va muy relacionada con las desigualdades.

El influjo de Madrid me hace recordar a Galdós y me doy cuenta de que sólo hemos cambiado en un aspecto respecto a la época que el reflejaba en sus episodios y novelas. Dejando aparte todo lo relacionado con las innovaciones tecnológicas los seres humanos no nos diferenciamos mucho de aquel entonces.

Las nuevas normas vigentes en Madrid impiden que uno de los sectores de la población, el que vive en los barrios obreros, salga de casa si no es para trabajar. Por las mañanas los parques de zonas no confinadas se llenan de niñeras que pasean a los bebés y niños de las familias pudientes, las mismas niñeras que, al volver a su casa, tendrán que lidiar con lo injusto de que sus propios hijos no puedan ir al parque del barrio. Las distancias entre clases sociales, en las grandes ciudades, se manifiestan de forma evidente.

Cuando toca vivir épocas de crisis, las mujeres y sobre todo las mujeres trabajadoras, sufren las consecuencias más que nadie; esta del coronavirus no podía ser una excepción. Las Jacintas se mantienen en su estatus, las Fortunatas aumentan en cantidad y, además, empeoran su calidad de vida.

Durante la anterior “normalidad” las desigualdades quedaban tapadas porque todos podíamos comprar, unos en El Corte Inglés y otros en el chino del barrio. Todos podíamos salir a comer fuera de casa, unos en Mc Donalds y otros en el restaurante de moda. Consumir es una gran manera de intentar tapar lo que nos falta y de calmar de forma rápida la humana inquietud. Ahora las familias más desfavorecidas ven, de manera descarnada, la realidad de su situación.

Mientras la clase política (de cualquier signo) parece que “anda a por uvas”, lo que nos convierte en huérfanos de seguridad a la mayoría de los ciudadanos. El panorama es bastante desalentador y se echa de menos alguien que pise la tierra, que sea capaz de ver la realidad que se vive en la calle, en los barrios.

Vuelvo a Galdós, el escritor por excelencia del Realismo español, que describía en sus obras una sociedad de clases sociales diferenciadas en un entorno político incierto, parecido, salvando las distancias, al que sufrimos en la actualidad.

“Lo previsto no ocurre jamás, sobre todo en España, pues por histórica ley, los españoles viven al día, sorprendidos de los sucesos y sin ningún dominio sobre ellos” (`Miau´ Benito Pérez Galdós).

¿Quién será el cronista o la cronista que cuente el “Episodio Nacional” que estamos viviendo?


                                               

 (articulo publicado en el número 1.170 del periódico Infolínea)

1 oct 2020

BARCO A VENUS



 

                                             

Son malos tiempos para la lírica, como decía la canción de Golpes Bajos. La realidad es tan cruda y está tan presente en todos los ámbitos, que cuesta abstraerse para dedicar un tiempo a imaginar otros escenarios. Precisamente por ello es necesario. “La vida te lleva por caminos raros” (Diego Vasallo), este que ahora vivimos es uno de ellos, tan raro que parece de mentira.

Mas de medio año llevamos ya metidos en este brete al que no se le ve la salida. Es mucho tiempo, se está haciendo demasiado larga la espera. Tanto que está dando lugar al descreimiento y el desencanto.

Parece que hace una eternidad cuando, cada día, a las ocho de la tarde, salíamos a aplaudir al personal sanitario. Lo hacíamos con la seguridad de que pronto saldríamos adelante.

En nuestra región y en nuestro pueblo, por aquellos días, fuimos casi afortunados, la pandemia nos dejó un poco de lado. Ahora Murcia está sufriendo con rigor el ataque de este virus. En pueblos tan cercanos como Totana, Lorca y nuestra propia Alhama. Se viven momentos angustiosos.

Y no ayuda ver a las altas esferas rodeadas de banderas como si quisieran confundirse con ellas y desaparecer, para no tener que dar respuestas.

He de decir, desde aquí, que cuando veo lo que hay afuera, me siento orgullosa de mi pueblo y de la forma en que se está llevando esta situación, tanto desde el ámbito político como sanitario.

Los trabajadores del centro de salud están ahí desde el principio dando respuesta a cualquier contingencia con la máxima profesionalidad. Otra cosa es que queramos que hagan lo que no pueden hacer, son seres humanos no superhéroes.

A nuestra alcaldesa la vi en un debate de la televisión local y agradecí la sensación de tranquilidad y serenidad que transmitió, dando respuesta a cualquier duda y demostrando que sabe lo que hace. Para todos nosotros, como ciudadanos, es muy importante ver en estos momentos, actitudes sosegadas pero contundentes.

Aprovecho para agradecer a Policía y Protección Civil todas sus actuaciones en estos seis meses. Saber que están ahí, verlos y escucharlos, nos recuerda que no debemos bajar la guardia. Si nosotros no nos protegemos ellos tampoco podrán hacerlo.

La mayoría de estos días, para mucha gente, es complicado ponerse en pie y seguir. Salir a trabajar o quedarse en casa puede ser igual de difícil. Como le comentaba el otro día a una amiga “La procesión va por dentro” aunque por fuera aparentemos que todo va bien.

Pero creo que es en momentos así cuando más hay que mantener la esperanza. Decía el maestro Leonard Cohen: “Hay una grieta en todo, así es como entra la luz".

Eso pensé al conocer la noticia de que, en medio de una de las épocas más difíciles y sombrías por las que ha pasado nuestro mundo conocido, se ha descubierto vida en Venus.

Me parece hasta poético que sea el Lucero del Alba el que nos recuerde que la vida está ahí, que la vida sigue. Venus, que lleva, además, el nombre de la diosa del Amor y de la Fertilidad. La noticia de la existencia de vida en este planeta me parece una bonita metáfora.

                                                           "Llamando a la tierra" M-Clan

                                               


 (articulo publicado en el número 1.169 del periódico Infolínea)

 



22 sept 2020

LA LENGUA DE LAS MARIPOSAS


Extraños días, marcados por las figuras de maestros y alumnos. Días en los que libros, libretas y plumieres han dejado el protagonismo a termómetros, geles desinfectantes y mascarillas.

Lo desolador e incierto de la situación, con tanta limitación en la acción educativa y tanta restricción de movimientos, me lleva a pensar en un proyecto pedagógico que, sólo su nombre, “Institución Libre de Enseñanza”, ya era inspirador. La ILE fue una institución educativa totalmente innovadora que, durante los años 1876-1936, estuvo comprometida con la renovación cultural y educativa de nuestro país.

Entonces España era un país pobre y en su gran mayoría analfabeto, había lugares a los que no llegaba ningún tipo de recurso de escolarización. Ni punto de comparación con los modelos educativos actuales que parecen de otra dimensión comparados con aquellos (aunque sigan siendo insuficientes).

De la ILE nacieron la Misiones Pedagógicas, compuestas por maestros y artistas que, al amparo de la II República, se encargaron de orientar a los maestros de los pueblos aislados, donde también acercaron la cultura en sus diversas expresiones: teatro, música, bibliotecas, museos…

Muchos alhameños de mi generación, hemos tenido profesores de aquella casta. Don José Calero, con el que leíamos a Góngora o a Miguel Hernández en el patio. Un profesor que inició sus particulares Misiones Pedagógicas con la creación de grupos de teatro y cinefórum, en tiempos que seguían siendo difíciles. O Ginés Diaz quien, pese a sus grandes limitaciones físicas, reunía en una misma clase, a distintas horas del día, peculiares grupos de alumnos, de todas las edades y de ambos sexos, nadie entorpecía el estudio de nadie y todos aprendían, todos aprendimos. 

Con el paso de los años he conocido a otros maestros, que han bebido de las mismas fuentes. Maestros que, si era menester, han impartido cursos enteros sin libros; han dado vida a las mal llamadas “lenguas muertas” o se han saltado algunos pasos del temario si veían que lo importante venía al final.

Los maestros que se adhirieron a la Institución Libre de Enseñanza, en los inicios del pasado siglo, demostraron, con hechos, que ser maestro es algo vocacional, que va mucho más allá del título y de la posición social.

Hoy, reconozco a sus herederos de pensamiento en esos maestros que, ante un curso escolar marcado por una pandemia, ponen al alumno y su protección en el centro de todo; los que se entristecen por lo injusto de no poder consolar y abrazar a los niños pequeños que tienen miedo de lo que desconocen; esos profesores que se reinventan para que las clases no se conviertan en algo impersonal a través de una pantalla; o los que he visto trabajando, de noche, acondicionando el colegio para la llegada, sin riesgo, de los alumnos al día siguiente. Maestros que tienen, “…un poco de marino, un poco de pirata y un poco de poeta…” Como describía Celaya.

Hoy que he dedicado mi escrito a la memoria, al recuerdo de maestros que, por causas diferentes, también vivieron momentos muy difíciles, acabo de enterarme que se ha aprobado el anteproyecto de la llamada “Ley de Memoria Democrática” que sustituirá y completará la “Ley de Memoria Histórica”. La memoria, imprescindible para la educación de los pueblos. ¿Recordáis a Fernando Fernán Gómez y aquel imborrable maestro de la película “La lengua de las mariposas”?.

 (articulo publicado en el número 1.168 del periódico Infolínea)

                                         "La lengua de las mariposas" escenas pedagógicas. 


 

16 sept 2020

ENTRE EL NOLOTIL Y EL DALSY



 



En 1996, las trabajadoras de una empresa agrícola murciana denunciaron a la misma por las malas condiciones de trabajo que tenían, con jornadas laborales interminables de diez y seis a diez ocho horas, que para aguantarlas tenían que recurrir a los analgésicos. En la prensa se le llamó “Las chicas del Nolotil” ya que ellas hacían alusión a dicho medicamento. Estas trabajadoras convocaron una rueda de prensa en la que aparecieron con el babi de trabajo y un pañuelo tapándoles el rostro. La historia causó un gran revuelo y las trabajadoras consiguieron hacerse oír por la Administración, consiguiendo muchas de las cosas que pedían.

Las cosas en el campo han cambiado poco, sólo las nacionalidades de quienes hoy desempeñan esos trabajos.

En las empresas con mejores condiciones laborales tampoco se pueden echar las campanas al vuelo. Por ello no es raro ir a trabajar enfermo, a veces lesionado. En casa te tomas el antigripal o el analgésico y tiras para el tajo, aguantando como buenamente puedes. Trabajadoras y trabajadores con contratos basura, temporales, por horas o quienes ni siquiera tienen contrato, se piensan muy mucho no ir a trabajar por miedo a perder su empleo.

Faltar al trabajo está mal visto. Aunque sea por cuidar a un hijo enfermo. Ya en las entrevistas preguntan a las mujeres si están casadas, si tienen hijos o si piensan tenerlos. Cuantas mujeres esperan a tener un trabajo más o menos fijo antes de decidirse a ser madres.

Esta cuestión ha cobrado un especial interés con la vuelta al colegio de los niños en plena pandemia. ¿Qué pueden hacer los padres trabajadores cuando un crio se ponga enfermo y una clase entera esté en cuarentena? situación que se puede dar varias veces a lo largo de este invierno.

Recordaba la historia de “Las chicas del Nolotil” la semana pasada, cuando un ministro, vino a decir (respondiendo a la pregunta de un periodista) que no le cabía en la cabeza que unos padres diesen un medicamento a su hijo enfermo para poder llevarlo al colegio. Me di cuenta de que por años y cosas que pasen, gran parte de la clase política vive en una realidad paralela y esto se descubre cuando opinan sobre la realidad que desconocen.

Claro que nadie lleva a sus críos al colegio, enfermos, por gusto. Quien hace esto suele ser un trabajador que no puede dejarlo con nadie y que tampoco puede faltar al trabajo.

El señor ministro, con toda su buena fe, parecía escandalizado ante la posibilidad que reflejaba la pregunta, y es para estarlo. Es un escándalo que las condiciones laborales de una gran mayoría de trabajadores en nuestro país sigan estando a merced del interés económico, no del humano. “Es el mercado, amigo”.

Todos los programas políticos llevan en sus textos la palabra Conciliación Familiar, con el tiempo que ha pasado sin que nadie haga casi nada al respecto este concepto se ha convertido en algo vacío que no significa nada.

La crisis del Coronavirus está destapando tantos rincones ocultos. No es casualidad que los focos de contagio sean más numerosos en los barrios obreros, donde las personas, una gran mayoría inmigrantes, viven en pisos pequeños. Obreros a los se les responsabiliza del contagio y se les invita a salir de casa sólo para trabajar, pueden ir hacinados en el metro o el autobús, pero no salir a distraerse.

Nos horrorizamos al pensar que hay padres que dan una cucharada de Dalsy a los niños, si tienen fiebre, para poder llevarlos a la guardería o al colegio, donde estarán cuidados, y así mantener ellos sus trabajos.

Se responsabiliza a los trabajadores, sin embargo… ¿Quiénes son los verdaderos responsables?

Todo esto es inhumano, ciertamente. Como cierto es que desde las atalayas del poder no se huele la miseria. Me gustaría saber en que condiciones tienen a sus hijos cualquier miembro del Congreso de los Diputados. Qué tipo de colegio ¿público? ¿privado?. ¿Cuidadoras en casa?. ¿Posibilidad de no ir a trabajar sin perder el puesto?.

Queda muy bien echarse las manos a la cabeza. ¡Es tan fácil hablar del hambre con el estómago lleno!.

(artículo publicado en el nº 1.167 del periódico Infolínea)                         

          "El sur También existe" Serrat canta a Mario Benedetti

 

 

 

 



11 sept 2020

EN MIS SUEÑOS

                                      

El tema de las redes sociales siempre me ha parecido interesante, frecuento casi todas. Hasta Twenti tuve hace años cuando retomé mis estudios, era la vía que tenía entonces de estar en contacto con mis jóvenes compañeros de curso para intercambiar apuntes o trabajos, aun tardaría en llegar Whatsapp.

Últimamente se me hace cada vez más desagradable echar un vistazo a algunas de ellas. Desde el inicio de la pandemia, sobre todo. En todas se juega a “Buscar al culpable”, que si la Ayuso, que si la Montero, pues anda que la Celaa, y no me digas nada de Lopez Miras, Pedro Sánchez está muy moreno, la culpa es de los jóvenes, la culpa es de los que se saltan la cuarentena, la culpa, la culpa, la culpa……

El virus lo invade todo. Se puede comprobar echando un vistazo a cualquier cadena de televisión, sea la hora que sea. Grandes paneles con fotografías de un coronavirus aumentado sirven de fondo a tertulianos que pontifican sobre lo que está bien y lo que está mal. Números de contagios, por regiones, por países, en el mundo. Discursos de mandatarios. Ruedas de prensa ministeriales.

A veces creo que hemos dejado de ser sujetos para convertirnos en objetos zarandeados por opiniones ajenas sin saber muy bien a qué atenernos, acabando por seguir, nosotros también, buscando culpables. Desahogando así nuestra frustración e impotencia ante una situación sobre la que, en realidad, no tenemos ni idea.

Nos encontramos en un momento muy difícil. Las cosas, lejos de solucionarse, van empeorando y hay un riesgo elevado, por un lado, de desesperanza, de dejar caer los brazos, de decir “que sea los que dios quiera” y por otro de una radicalización sin sentido que se envuelva sólo de la rabia. Por eso considero necesaria cualquier iniciativa ya sea individual o colectiva que sirva para demostrar que aún seguimos vivos y sensatos.

Leí hace poco que un aspecto de nuestra vida que se ha visto muy afectado por la pandemia han sido los sueños, y no refiriéndose a los proyectos, más o menos idealizados, de cada uno (que también); sino los sueños como representación simbólica de nuestros deseos y nuestros miedos. Al parecer mucha gente ha perdido el sueño, duerme mal o ayudada por algún medicamento. Cuando se logra conciliar el sueño este suele estar poblado de desasosiego. El desconcierto diurno se hace mucho más grande cuando llega la noche y nos quedamos a solas.  A esas horas es cuando el ser humano toma la medida de su fragilidad. En las noches las redes sociales siguen activas, quizás por ese afán tan humano de encontrar un espejo en el que mirarse y sentir que no se está tan sólo.

Hoy me he dado cuenta de que mis sueños aun siguen libres de pandemia, en ellos no aparecen mascarillas, se convive sin guardar las distancias, los amigos y familiares están a salvo, se respira tranquilidad, hasta la política se vive en armonía. Yo creo que es la forma que tiene mi subconsciente de decirme que todo eso, ahora, sólo es un sueño.

Y vuestros sueños, ¿Cómo son?

Publicado en: https://www.infolinea.es/infolinea-alhama-publica-su-numero-1-166-en-formato-digital?fbclid=IwAR0IjOKwrm4g2CS_HfFwZ6GszR_g-R5uXUsj6SDJ6Jt6JAWufYfbZvf5Uks


 "Chambao" Los sueños

 

 

 

4 sept 2020

COMO POLLOS SIN CABEZA




 Así vamos casi todos desde el mes de marzo. Pandemia, estado de alarma, confinamiento, desescalada…a todos estos nuevos términos habría que añadir el de “alarmados”.

Los ciudadanos estamos alarmados ante esta nueva ola de rebrotes que, ahora sí, afecta a nuestra región y mas concretamente a nuestro pueblo.

La alarma se genera porque, ante una situación desconocida, no sabemos claramente lo que pasa, no sabemos cómo actuar, aparte del ritual mecánico de lavarse las manos, distancia social y mascarillas, pero, sobre todo, no sabemos qué va a pasar.

A la nueva ola de contagios se suma, por si fuera poco, la vuelta al colegio de los niños. Nadie tiene, a estas alturas de la película, una clara noción de que hacer y de las consecuencias que puede tener la opción que elija. Llevar o no llevar a los hijos al colegio, he ahí el dilema. ¿O realmente no es ese el problema? ¿Pensáis que sería algo tan catastrófico que durante un año no hubiese clases presenciales?

Creo que el problema real es qué hacer con los niños si no se abren las escuelas. ¿Dónde los metemos? Aquí nos encontramos con una gran brecha social que divide al alumnado según el estatus y poder adquisitivo. Hay padres que pueden permitirse no trabajar, otros que ya tienen profesores privados que van a casa, están los que pueden pagar a personas que cuiden de sus hijos…pero una gran mayoría no pueden hacer nada de esto, familias en las que ambos padres están ocupados en trabajos precarios sobre los que planea otra oleada, la del paro; familias que ni siquiera tienen ordenadores o acceso a internet en sus hogares para que los niños acudan virtualmente a clase; abuelos que volverán a sacrificarse para ayudar; madres que abandonarán sus trabajos para dedicarse al cuidado de los hijos. La parte más vulnerable del tejido social será la que quede más debilitada.

Un gobierno, sea nacional, regional o local, ha de tomar decisiones pensando en el sector más desfavorecido de su Pueblo. Hace unos años, entre todos salvamos a los bancos. Quizás es la hora de salvar a las personas, a las familias, para que no tengan que elegir entre la salud de sus hijos o traer un sueldo a casa.

La economía de un país es importante, pero ¿y la gente?

Hay quien compara la situación actual con una guerra, y no les falta razón. Es una guerra en la que todos estamos en un bando y el Covid-19, en otro. Una guerra en la que se necesitan soluciones políticas, no partidistas. Y, como en una guerra, la situación actual es excepcional por lo que las medidas que se tomen han de ser excepcionales

A mi no me interesa, es más, me molesta, conocer las diferencias que ha habido entre los miembros del gobierno tras una reunión del consejo de ministros (lo normal es que las haya), ni si uno defiende una cosa y el otro otra. Tampoco me gusta que hablen en nombre de su partido. En una situación como la actual los discursos partidistas sobran.

Los ciudadanos queremos consenso y responsabilidad por parte de la clase política, que se dediquen a ese Noble Arte que debería de estar encaminado a la defensa del bien común y que muchas veces pervierten con tanta palabrería. Queremos un mensaje claro y consensuado que nos haga sentir que estamos más o menos seguros.

Si los partidos y sus dirigentes no se dan cuenta de que, en esto, todos estamos en el mismo bando y siguen haciendo partidismo, actuando deslealmente con el gobierno o echando cada uno piedras al tejado del otro para sacar un posible rédito electoral, cuando lleguen las próximas elecciones, en vez de un país que gobernar, se encontrarán un solar vacío de ilusiones y con personas desencantadas, física y mentalmente desmoronadas.

"el niño mudo" Quilapayun canta a García Lorca

                                                     


"Publicado en; https://www.infolinea.es/como-pollo-sin-cabeza?fbclid=IwAR1UR3udiOZ6Iyexyz0OxUw7g_PRhIuB7Cw3KgR5bcvlUOd7Sgo4_OHG39E"