4 nov 2020

VIVIR LA VIDA

 




Según la tradición, cuando llega noviembre, es la época en que se honra la memoria de nuestros difuntos. Por desgracia este año hay muchísimos más muertos de lo que sería habitual. La muerte nos
acompaña, cada día, desde hace nueve meses. La visita a los cementerios se ha visto alterada, tanto en la asistencia a entierros como para engalanar las tumbas durante los días previos al Dia de los Santos.

Honrar y recordar a los seres queridos se puede hacer de muchas formas, cada sociedad tiene las suyas, en la nuestra, desde hace ya bastante tiempo se ha hecho un hueco importante la fiesta de Halloween, fiesta que nunca he acabado de entender, no sé qué tiene que ver con nuestra cultura. Todo se disfraza de cosas ajenas a nosotros. Calabazas de una variedad que no se da en España, acompañadas de máscaras sanguinolentas, murciélagos, zombis, etc..

Comprendo que, debido a las migraciones, las celebraciones de distinto tipo van de un lugar a otro de manera rápida. La Catrina Mexicana es otra figura que aparece por estas fechas, esta figura nació como una critica social a los nativos que se enriquecían y olvidaban sus orígenes, va ligada a la celebración del “Día de muertos” y la manera de recordarlos a través de las fiestas, las canciones y, algo que me parece digno de ser copiado, el altar realizado con las fotos de los antepasados.

                                                      


Aunque sus orígenes son también antiguos, (parece que, de origen celta, llevados a EE. UU por quienes emigraban desde Irlanda), el Halloween que nos ha llegado a nosotros, adolece del relato, del misticismo, que envuelve el “Dia de muertos” mexicano o nuestros “Dia de todos los santos” y “Noche de difuntos”. La fiesta estadounidense tiene más que ver con las super producciones de Hollywood y sus efectos especiales, en donde no hay lugar para la imaginación. Todo es demasiado explícito, demasiado violento, demasiado sangriento. Pero, sobre todo, Halloween, tiene mucho que ver con la venta masiva de productos relacionados con esa festividad.

La cultura española es tan rica en relatos y costumbres referidos a estas fechas. Me parece una pena que nuestras generaciones de jóvenes conozcan más a Freddy Krueger que a Maese Pérez. Por ello, me atrevo a proponer para estos días en los que deberíamos de cuidarnos y quedarnos más en casa, echar mano de la memoria, recordando y degustando de los diversos placeres que nos provee nuestra Historia. El olor de las castañas asadas, el sabor intenso del arrope y calabazate, los buñuelos de viento, la leche frita, los tostones (palomitas) el pan de higo o los huesos de santo son algunos de los majares gastronómicos que, tradicionalmente, se disfrutaban en estos días, la mayoría de ellos se pueden hacer en casa. Recuperar recetas es también una forma de honrar la memoria de los antepasados.

Por otro lado, aprovechar para hablar con personas mayores que conozcamos. Que nos cuenten toda esa serie de rituales que se hacían al llegar el uno de noviembre: Porqué la cama se dejaba hecha y con sábanas limpias. Porqué se rezaba a la ánimas benditas. Qué significaba “encender mariposas en un cuenco de aceite”. Y… como no, leer, releer a Bécquer, “El monte de las ánimas” “Maese Pérez el organista”, “El Miserere” “El rayo de luna” o simplemente contar historias de miedo entre amigos, a la luz de las velas. El miedo es una emoción que se disfruta, cuando uno se siente seguro y puede dejar volar la imaginación.

Mientras tanto no nos olvidemos que recordar la muerte es también tomar conciencia de que estamos vivos, que nos quedan por delante multitud de incertidumbres, pero también de retos y desafíos como los que vivieron aquellos a quienes estos días dirigimos nuestro recuerdo. 

                                                 Rozalen "El día que yo me muera"

 

 

   (articulo publicado en el número 1.173 del periódico Infolínea)

No hay comentarios:

Publicar un comentario