Honrar y recordar a los seres
queridos se puede hacer de muchas formas, cada sociedad tiene las suyas, en la nuestra,
desde hace ya bastante tiempo se ha hecho un hueco importante la fiesta de
Halloween, fiesta que nunca he acabado de entender, no sé qué tiene que ver con
nuestra cultura. Todo se disfraza de cosas ajenas a nosotros. Calabazas de una
variedad que no se da en España, acompañadas de máscaras sanguinolentas,
murciélagos, zombis, etc..
Comprendo que, debido a las
migraciones, las celebraciones de distinto tipo van de un lugar a otro de
manera rápida. La Catrina Mexicana es otra figura que aparece por estas fechas,
esta figura nació como una critica social a los nativos que se enriquecían y
olvidaban sus orígenes, va ligada a la celebración del “Día de muertos” y la
manera de recordarlos a través de las fiestas, las canciones y, algo que me
parece digno de ser copiado, el altar realizado con las fotos de los
antepasados.
La cultura española es tan rica
en relatos y costumbres referidos a estas fechas. Me parece una pena que
nuestras generaciones de jóvenes conozcan más a Freddy Krueger que a Maese
Pérez. Por ello, me atrevo a proponer para estos días en los que deberíamos de
cuidarnos y quedarnos más en casa, echar mano de la memoria, recordando y
degustando de los diversos placeres que nos provee nuestra Historia. El olor de
las castañas asadas, el sabor intenso del arrope y calabazate, los buñuelos de
viento, la leche frita, los tostones (palomitas) el pan de higo o los huesos de
santo son algunos de los majares gastronómicos que, tradicionalmente, se
disfrutaban en estos días, la mayoría de ellos se pueden hacer en casa.
Recuperar recetas es también una forma de honrar la memoria de los antepasados.
Por otro lado, aprovechar para hablar
con personas mayores que conozcamos. Que nos cuenten toda esa serie de rituales
que se hacían al llegar el uno de noviembre: Porqué la cama se dejaba hecha y
con sábanas limpias. Porqué se rezaba a la ánimas benditas. Qué significaba “encender
mariposas en un cuenco de aceite”. Y… como no, leer, releer a Bécquer, “El
monte de las ánimas” “Maese Pérez el organista”, “El Miserere” “El rayo de
luna” o simplemente contar historias de miedo entre amigos, a la luz de las
velas. El miedo es una emoción que se disfruta, cuando uno se siente seguro y puede
dejar volar la imaginación.
Mientras tanto no nos olvidemos
que recordar la muerte es también tomar conciencia de que estamos vivos, que
nos quedan por delante multitud de incertidumbres, pero también de retos y
desafíos como los que vivieron aquellos a quienes estos días dirigimos nuestro
recuerdo.
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