Los seres humanos, desde el inicio de los tiempos, buscamos la manera de poder comunicarnos. En esa tarea seguimos, con resultados poco aceptables como podemos comprobar sólo echando una mirada a nuestro alrededor.
Según el mito recogido en la
Biblia, en un principio todos los hombres hablaban el mismo idioma. Hubo un
momento en que, queriendo igualarse a Dios, crearon una torre de enormes
dimensiones, con la intención de llegar al cielo. Dios, castigó su soberbia
demostrándoles que todo no se podía conseguir “Todos forman un solo pueblo y
hablan un solo idioma; esto es sólo el comienzo de sus obras y todo lo que se
propongan lo podrán lograr, será mejor que bajemos a confundir su idioma, para
que ya no se entiendan entre ellos” (Génesis, 11.6). Desde aquel momento
estamos tratando de entendernos.
En la última década del siglo XIX,
un oftalmólogo alemán (Zamenhof), creo una lengua que podríamos llamar
artificial, ya que no era la natural consecuencia de la forma de expresión de
un pueblo. El creador de este idioma lo relacionó con un sentido de solidaridad
entre seres humanos, para eliminar barreras étnicas, culturales o lingüísticas.
Lo hizo con la intención de que fuese un lenguaje paralelo al de cada nación.
Este idioma no consiguió el
arraigo suficiente en la sociedad. A pesar de ello el Esperanto, es la lengua
“planificada” más hablada en el mundo. Hoy en día la Asociación Universal del
Esperanto tiene relaciones con la ONU y la UNESCO. Diferentes corrientes
sociales han utilizado el esperanto como medio de expresión. Durante una época
fue conocido como el latín de los obreros.
(Una rareza encontrada en Internet: el "Himno del Esperanto")
Queda claro que los idiomas no surgen por generación espontánea, sino que son el resultado de interacciones sociales, unas veces pacíficas y otras violentas e impuestas.
Desde mediados del siglo XX, como
consecuencia de la influencia del modo de vida y la cultura del capitalismo, el
idioma inglés, se fue imponiendo de forma paulatina casi como una segunda
lengua oficial, sobre todo en los países de Sudamérica y el “primer mundo”.
Saber inglés, se colocó también como un síntoma de prestigio social y cultural.
En España, cuna del segundo idioma
más rico del mundo, con alrededor de 93.000 vocablos, acogimos el inglés con
los brazos abiertos y le dimos cabida en nuestro sistema educativo
equiparándolo a nuestra lengua materna. Había que demostrar lo modernos que
somos. Los colegios bilingües surgieron por todas partes, en detrimento de
nuestro propio idioma.
A pesar de lo mal que hemos
tratado a nuestro idioma, en la actualidad, según el Instituto Cervantes- 2019,
el español es el segunda lengua materna más hablada del mundo, después del chino.
Es el tercer idioma en Internet. 580 millones de personas lo hablan en todo el
mundo, 483 millones (tres millones más que el año anterior) son
hispanohablantes nativos. Es estudiado por 22 millones de personas en 110 países.
Para el director de Instituto Cervantes, Luis García Montero, “enseñar un idioma, es mucho más que enseñar un vocabulario, es compartir unos valores y mostrar una cultura de identidades abiertas y valores democráticos….divulgar el español y su cultura contribuyen a contrarrestar problemas como la intolerancia, los supremacismos o quimeras identitarias que consideran la diversidad como una amenaza”
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