A pocos días de iniciarse el
primer estado de alarma de esta pandemia, se pusieron en contacto conmigo desde
el Centro de Atención Psicosocial, (en el que colaboro como voluntaria social,
desde hace unos diez años, con un taller donde se trabaja la elaboración de la
revista “La Voz y la Palabra de Zangamanga”) para preguntarme si estaba
dispuesta a seguir con mi voluntariado durante esta etapa. Me explicaron que
los talleres se iban a trabajar desde un grupo de Whatsapp creado para tal fin.
Sin pensarlo dije que sí.
Mas tarde empecé a darle vueltas,
a ver como me las iba a ingeniar para llevar a cabo la tarea con la que me
acababa de comprometer.
Estaban siendo días muy duros, de
desconcierto, en los que todos andábamos perdidos, recluidos de golpe, sin
mantener contacto con casi nadie.
No sé por qué me vino a la cabeza
un recuerdo de otros tiempos, cuando las comunicaciones eran escasas, los
amigos nos veíamos de vez en cuando y a los familiares que no vivían cerca
pasaban años sin verse. En aquella época, la radio era el medio de comunicación
por excelencia y, dentro de la programación radiofónica, los programas de
discos dedicados servían de vehículo sonoro para que las personas alejadas, por
uno u otro motivo, contactasen y se enviasen mensajes. Y, ¡dicho y hecho!, ese
fue el tema del primer taller de revista en el confinamiento. Un programa de
discos dedicados.
Cada uno de los participantes en
el taller, hizo una petición musical acompañada de una dedicatoria. Siguiendo
el formato de aquellos programas de radio antiguos: “solicito la canción…se la
dedico a….. deseando que….” A continuación, yo buscaba la canción elegida, en
YouTube, y la compartía con el grupo.
Este inicio marcó los talleres
que siguieron, al darme cuenta del efecto, casi mágico, que tenía la música
para aliviar la angustia que todos sentíamos en aquellos momentos. A partir de
entonces hicimos talleres monográficos, un día hablábamos de la amistad y las
canciones que escuchábamos iban relacionadas con ella, otro día de la Libertad,
otro la infancia etc.. y así hemos ido hablando y escuchando sobre lo que
importaba en ese momento, esto se iba decidiendo de una semana para otra.
A lo largo de todo este tiempo hemos escuchado más de doscientas canciones, de lo mas variadas que os podáis imaginar. Si queréis comprobarlo, en Spotify hemos creado una lista con un selección de temas elegidos por los participantes del taller, de entre todos los que se han escuchado estos meses. La lista se hizo para contribuir, de alguna manera, a la celebración del día de la salud mental. Se llama “Música desde nuestra azotea. (canciones para el recuerdo)”.
Tengo que reconocer que el tiempo
dedicado a las personas del Centro de Atención Psicosocial, tanto durante la
preparación de los talleres de Whatsapp como en el transcurso de estos, ha sido
una experiencia fantástica de mutuo enrequecimiento que ha hecho mucho más
llevadero mi propio confinamiento.
Ahora, nueve meses después,
estamos ocupados en ir dándole forma a la próxima revista. Con el material
trabajado y con las colaboraciones de diferentes amigos.
Intentamos que el deseo de sacar
una publicación, acorde con los tiempos que vivimos, haga más ligero el peso de
una pandemia que está durando demasiado y que empieza a pasar factura en los
sectores más vulnerables, como es el caso.
Escribo esto aprovechando que
acaba de ser la semana de la salud mental (siempre es en estas fechas cuando se
presenta la revista de Zangamanga, esta vez será un poco más tarde) y que se me
ha pedido que os cuente como hemos trabajado desde el taller de revista en este
año tan especial.
"La estirpe de Caín" Miguel Rios
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