En la última semana, cercana a la
Nochebuena, siento una inquietud mayor de lo normal. Las advertencias sobre los
riesgos que suponen hacer grandes celebraciones ante la pandemia del COVID 19
parece que no tienen efecto alguno.
Aumentan las macro fiestas, sin
mascarillas y con auriculares para evitar que un excesivo ruido alerte a los
vecinos o a la fuerzas de orden público. Quienes asisten a esas fiestas dan un
dinero extra, así, si los descubren, pueden pagar la multa entre todos. En un
programa de televisión veo la entrevista telefónica al participante de una de
esas fiestas “multas por lo de coronavirus ya llevo cuatro, no las he pagado ni
las pienso pagar”. También llega a mis oídos que corren entre los jóvenes
diferentes grupos de WhatsApp convocando a fiestas clandestinas para los días
de Navidad. Por otro lado, una estrella de la canción da un concierto para
cinco mil personas, ¿con todas las medidas de seguridad?. Los jóvenes y algunos
no tan jóvenes parece que se consideran inmortales.
El señor Scrooge, personaje de
Dickens, recibió en vísperas de la Navidad a tres fantasmas que le mostraban su
pasado, su presente y su futuro. ¿Qué nos mostrarían hoy esos fantasmas si
todos fuésemos el señor Scrooge?
Nos mostrarían quizás un pasado
en el que hemos vivido sin pararnos mucho a pensar. “vive el momento” “disfruta
de la vida” “compra y se feliz” “tu lo puedes todo” “tanto tienes, tanto
vales”. “La navidades con la familia son un rollo, lo mejor la TardeBuena”. “Vamos
con los críos al ToysRus para que elijan los regalos que más les gusten” ...
“¡Viva el Mal, Viva el Capital! como nos decía la Bruja Avería.
El presente que estamos viviendo
nos ha cambiado las reglas de un juego que ya nos sabíamos de memoria y, a pesar
de todo, queremos seguir jugando con las antiguas reglas. El modo de vida
anterior es tan adictivo que no queremos/podemos cambiar, aunque nos vaya la
vida en ello. Queremos seguir consumiendo, aun a riesgo de ser consumidos, y en
vez de parar y pensar a donde nos dirigimos, cerramos los ojos y emprendemos
una huida hacia adelante, como drogadictos en busca de la próxima dosis, con el
riesgo de que esa dosis sea la última. Seguir
comprando. Zonas de tiendas de las grandes ciudades de todo el mundo se ven
abarrotadas de gente adquiriendo cosas innecesarias, arriesgando sus vidas,
riéndose de quien intenta jugar sin trampas - Sois unos miedosos-
Al señor Scrooge, la visita de
estos fantasmas, sobre todo el de las futuras navidades, le hizo recapacitar y
le dio la posibilidad de enmendar su erróneo modo de vivir. A nosotros se nos
está advirtiendo de como se nos presentará el futuro si no corregimos a tiempo
(y nos queda muy poco) todo este despropósito en el que estamos viviendo.
“Algunas personas se reían al
ver el cambio, pero él las dejaba reírse sin prestarles atención pues era lo
bastante sabio para darse cuenta de que nada bueno sucede en este globo sin que
determinadas personas se harten de reír al principio; sabía que tales personas
siempre estarían ciegas y consideraba el malicioso brillo y arrugas de sus ojos
como una enfermedad cualquiera, con manifestaciones menos atractivas. Su propio
corazón reía y con eso le bastaba. (Cuento de Navidad. Dickens)”
Una tercera ola de contagios ya
se ha iniciado, (con la aparición de nuevas cepas de Coronavirus aun más
virulentas) a la par que oleadas de gente inundan centros comerciales y zonas
de ocio. La responsabilidad individual es imprescindible en estos momentos, de
igual manera la institucional. Echo de menos medidas que den a los ciudadanos
lo que necesitan, no lo que quieren.
¿alguien es capaz de imaginarse
las navidades futuras? ¿Cuántos faltarán a la mesa? ¿podrán los Reyes Magos
traer juguetes? ¿serán alegres los villancicos?.
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