¿En qué momento pasamos a
depender de Internet para todo, en qué momento empezaron las máquinas a ser
imprescindibles?.
Ayer, a nivel mundial, se cayeron
Google, YouTube, Gmail y el sistema de almacenamiento La nube. Esta avería duró
20 minutos, pero el pánico cundió entre los usuarios de estos servicios. Cuando
se cae la red, el mundo se paraliza. - No puedo darte el impreso, se me ha
caído internet. - No puedo enviar tu pedido se ha caído el servidor. ¿Cuántas
veces os habéis encontrado ante un problema similar?
Durante la pandemia, una de las
cosas que ha quedado evidente, por la imposibilidad de ir de forma presencial a
casi ningún sitio, es la cantidad de analfabetos digitales que hay en nuestro
país. Comprar, pagar impuestos, hacer gestiones administrativas, estudiar,
examinarse etc.. acciones normales, de la vida cotidiana han tenido que
realizarse de forma virtual.
Lo primero que recuerdo fueron
los bancos y las tarjetas de crédito, oye que cosa más chula, aunque no tuviese
dinero en ese momento, la tarjetica te sacaba del apuro (aunque luego legasen
las “madres mías”). Actualmente convivimos con al menos dos generaciones de
personas desactualizadas en su mayoría. Todo va demasiado rápido. Son aquellos
que iban al banco con la confianza de que allí su dinero estaba a salvo e
incluso le rentaba. Conocían al director y recibían un trato amable de vecino.
Que a veces sólo se acercaban por allí para actualizar la libreta de ahorros o
para ingresarle algunos duros en la libreta infantil que habían abierto como
regalo al nieto recién nacido. (Ahora, cualquier banco te exige que utilices
los cajeros automáticos para operaciones pequeñas).
No todo el mundo tenía cuenta en
un banco, no era obligatorio. Cuando dabas de alta, por ejemplo, la luz de una
casa, no te pedían un número de cuenta (muchos no tenían), con la dirección
había bastante, por allí se pasaría el cobrador con el recibo correspondiente
de cada mes. Igual con el agua, la basura o cualquier otro servicio. “hoy me
pillas sin perras, pásate la semana que viene” y el cobrador volvía cuando tú
le decías. El trato entre personas era mucho más directo y humano. Hoy, si vas
al banco a pagar un recibo devuelto, te dicen, - no puede ser porque el sistema
no me lo admite, tiene que ser estos días y a estas horas, - ya, pero es que yo
trabajo. - ¿y no podría pagar en el cajero o por Internet.
Todo te lleva al mismo sitio,
Internet. La nuevas generaciones que han crecido con el Euro y en la era
digital lo gestionan casi todo desde el móvil, hay aplicaciones para todo. Para
pagar, para monitorear tu salud, control de embarazo, contar los pasos que
andas. Aplicaciones de los diferentes bancos, de colegios, de sitios oficiales etc.…
la vida se puede gestionar a través del móvil. ¿de qué manera, poco a poco y
casi sin darnos cuenta, el móvil o el ordenador ha pasado a ser una
prolongación de nosotros mismos?
No voy a criticar todos estos
avances que facilitan la ajetreada vida de nuestra población activa, pero a
veces me pregunto si no quedan menoscabados los derechos de esos “analfabetos
digitales” para los que, en estos momentos, hacer cualquier gestión del tipo
que sea se convierte en una tarea casi imposible. Yo que formo parte de esos
supuestos analfabetos, sigo desconfiando de Internet y echo de menos a los
cobradores de recibos a domicilio, porque esas máquinas de las que, ahora,
depende nuestra vida administrativa pueden también fallar.
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