22 dic 2020

NO ES PAIS PARA VIEJOS

 



¿En qué momento pasamos a depender de Internet para todo, en qué momento empezaron las máquinas a ser imprescindibles?.

Ayer, a nivel mundial, se cayeron Google, YouTube, Gmail y el sistema de almacenamiento La nube. Esta avería duró 20 minutos, pero el pánico cundió entre los usuarios de estos servicios. Cuando se cae la red, el mundo se paraliza. - No puedo darte el impreso, se me ha caído internet. - No puedo enviar tu pedido se ha caído el servidor. ¿Cuántas veces os habéis encontrado ante un problema similar?

Durante la pandemia, una de las cosas que ha quedado evidente, por la imposibilidad de ir de forma presencial a casi ningún sitio, es la cantidad de analfabetos digitales que hay en nuestro país. Comprar, pagar impuestos, hacer gestiones administrativas, estudiar, examinarse etc.. acciones normales, de la vida cotidiana han tenido que realizarse de forma virtual.

Lo primero que recuerdo fueron los bancos y las tarjetas de crédito, oye que cosa más chula, aunque no tuviese dinero en ese momento, la tarjetica te sacaba del apuro (aunque luego legasen las “madres mías”). Actualmente convivimos con al menos dos generaciones de personas desactualizadas en su mayoría. Todo va demasiado rápido. Son aquellos que iban al banco con la confianza de que allí su dinero estaba a salvo e incluso le rentaba. Conocían al director y recibían un trato amable de vecino. Que a veces sólo se acercaban por allí para actualizar la libreta de ahorros o para ingresarle algunos duros en la libreta infantil que habían abierto como regalo al nieto recién nacido. (Ahora, cualquier banco te exige que utilices los cajeros automáticos para operaciones pequeñas).

No todo el mundo tenía cuenta en un banco, no era obligatorio. Cuando dabas de alta, por ejemplo, la luz de una casa, no te pedían un número de cuenta (muchos no tenían), con la dirección había bastante, por allí se pasaría el cobrador con el recibo correspondiente de cada mes. Igual con el agua, la basura o cualquier otro servicio. “hoy me pillas sin perras, pásate la semana que viene” y el cobrador volvía cuando tú le decías. El trato entre personas era mucho más directo y humano. Hoy, si vas al banco a pagar un recibo devuelto, te dicen, - no puede ser porque el sistema no me lo admite, tiene que ser estos días y a estas horas, - ya, pero es que yo trabajo. - ¿y no podría pagar en el cajero o por Internet.

Todo te lleva al mismo sitio, Internet. La nuevas generaciones que han crecido con el Euro y en la era digital lo gestionan casi todo desde el móvil, hay aplicaciones para todo. Para pagar, para monitorear tu salud, control de embarazo, contar los pasos que andas. Aplicaciones de los diferentes bancos, de colegios, de sitios oficiales etc.… la vida se puede gestionar a través del móvil. ¿de qué manera, poco a poco y casi sin darnos cuenta, el móvil o el ordenador ha pasado a ser una prolongación de nosotros mismos?

No voy a criticar todos estos avances que facilitan la ajetreada vida de nuestra población activa, pero a veces me pregunto si no quedan menoscabados los derechos de esos “analfabetos digitales” para los que, en estos momentos, hacer cualquier gestión del tipo que sea se convierte en una tarea casi imposible. Yo que formo parte de esos supuestos analfabetos, sigo desconfiando de Internet y echo de menos a los cobradores de recibos a domicilio, porque esas máquinas de las que, ahora, depende nuestra vida administrativa pueden también fallar.


  (articulo publicado en el número 1.180 del periódico Infolínea)

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