14 oct 2020

PONGAMOS QUE HABLO DESDE MADRID



 


Desde hace algunos días me encuentro en Madrid. Quizás no sea el lugar más seguro, si es que hay alguno en estos momentos, lo que si es verdad es que lo que está pasando en esta comunidad es el retrato, aumentado, de lo que está pasando en toda la sociedad española, como consecuencia del Covid 19.

Aunque con los medios de comunicación actuales, estemos donde estemos, conocemos las noticias que ocurren en cualquier parte del mundo en tiempo real, dependiendo del lugar físico en que te encuentras unas toman más relevancia que otras.

Estando en Madrid no puedo evitar estar pendiente de Alhama y su situación, que me preocupa. Me entero de que la vecina Totana vuelve a la fase uno y parece que esto no tiene fin. En los pueblos las clases sociales, aparentemente, no se diferencian mucho. Sin embargo, estoy convencida de que la evolución de la pandemia va muy relacionada con las desigualdades.

El influjo de Madrid me hace recordar a Galdós y me doy cuenta de que sólo hemos cambiado en un aspecto respecto a la época que el reflejaba en sus episodios y novelas. Dejando aparte todo lo relacionado con las innovaciones tecnológicas los seres humanos no nos diferenciamos mucho de aquel entonces.

Las nuevas normas vigentes en Madrid impiden que uno de los sectores de la población, el que vive en los barrios obreros, salga de casa si no es para trabajar. Por las mañanas los parques de zonas no confinadas se llenan de niñeras que pasean a los bebés y niños de las familias pudientes, las mismas niñeras que, al volver a su casa, tendrán que lidiar con lo injusto de que sus propios hijos no puedan ir al parque del barrio. Las distancias entre clases sociales, en las grandes ciudades, se manifiestan de forma evidente.

Cuando toca vivir épocas de crisis, las mujeres y sobre todo las mujeres trabajadoras, sufren las consecuencias más que nadie; esta del coronavirus no podía ser una excepción. Las Jacintas se mantienen en su estatus, las Fortunatas aumentan en cantidad y, además, empeoran su calidad de vida.

Durante la anterior “normalidad” las desigualdades quedaban tapadas porque todos podíamos comprar, unos en El Corte Inglés y otros en el chino del barrio. Todos podíamos salir a comer fuera de casa, unos en Mc Donalds y otros en el restaurante de moda. Consumir es una gran manera de intentar tapar lo que nos falta y de calmar de forma rápida la humana inquietud. Ahora las familias más desfavorecidas ven, de manera descarnada, la realidad de su situación.

Mientras la clase política (de cualquier signo) parece que “anda a por uvas”, lo que nos convierte en huérfanos de seguridad a la mayoría de los ciudadanos. El panorama es bastante desalentador y se echa de menos alguien que pise la tierra, que sea capaz de ver la realidad que se vive en la calle, en los barrios.

Vuelvo a Galdós, el escritor por excelencia del Realismo español, que describía en sus obras una sociedad de clases sociales diferenciadas en un entorno político incierto, parecido, salvando las distancias, al que sufrimos en la actualidad.

“Lo previsto no ocurre jamás, sobre todo en España, pues por histórica ley, los españoles viven al día, sorprendidos de los sucesos y sin ningún dominio sobre ellos” (`Miau´ Benito Pérez Galdós).

¿Quién será el cronista o la cronista que cuente el “Episodio Nacional” que estamos viviendo?


                                               

 (articulo publicado en el número 1.170 del periódico Infolínea)

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