26 feb 2016

EL BANQUETE DE LAS RANAS


“Imaginemos por un momento una olla de agua muy caliente, si echamos dentro una rana, automáticamente saltará fuera del recipiente. Pero pongamos el caso de que la cazuela contenga agua templada, si sumergimos la rana en ella nadará plácidamente de un lado para otro, le parece agradable. La temperatura empieza a subir. Ahora el agua está caliente. Un poco más de lo que suele gustarle a la rana. Pero ella no se inquieta y además el calor siempre le produce algo de fatiga y somnolencia. Ahora el agua está caliente de verdad. A la rana empieza a parecerle desagradable. Lo malo es que se encuentra sin fuerzas, así que se limita a aguantar y no hace nada más. Así, la temperatura del agua sigue subiendo poco a poco, nunca de una manera acelerada, hasta el momento en que la rana acaba hervida y muere sin haber realizado el menor esfuerzo para salir de la cazuela.” “SINDROME DE LA RANA HERVIDA”

Esta es una metáfora muy utilizada en discursos de superación personal, para evidenciar la necesidad de actuar antes de que, poco a poco nos vayamos acostumbrando a una muerte lenta.

Nuestro proceso vital se produce más o menos de esa manera. Dicen que si con veinte años nos mostrasen la imagen que vamos a tener con setenta, sería algo inmensamente traumático. Sin embargo, mirándonos al espejo, cada día, año tras año, vamos asimilando los cambios lentamente y casi sin darnos cuenta.

Si trasladamos esta analogía a la política podríamos imaginar, por ejemplo, lo que pasaría si, de golpe, un país nos invadiese. Inmediatamente, tanto el  ejercito como los  ciudadanos nos movilizaríamos para defendernos; o por ejemplo si de un día para otro cerraran todos los bancos, quedándose con todo nuestro dinero o con nuestras casas, con el consentimiento del gobierno de turno o que nos dejaran sin sanidad pública o sin educación pública y tuviéramos que pagar para curarnos o para que nuestros hijos tuviesen una enseñanza digna. Nuestro instinto de supervivencia nos haría, salir a la calle y organizarnos para, defender nuestros derechos como personas.

Pero la realidad es muy diferente, la realidad es que, al igual que las ranas del cuento, estamos sumergidos en un caldo. Ese caldo era en un principio, templado, agradable, en él se nos proveía de todo lo necesario sin casi buscarlo: hipotecas, subvenciones, préstamos bancarios. Luego se volvió más agradable aun y teníamos lo que necesitábamos y lo que no era, en absoluto, necesario: diversión fácil y barata, deseos satisfechos de inmediato, televisiones para todos los gustos, móviles de ultimísima generación, internet, centros comerciales abarrotados para satisfacer cualquier demanda y así “ad infinitum”.

Esta sustancia se llamó, por parte de las clases dirigentes, unas veces Progreso, otras, Estado de Bienestar y todos chapoteábamos alegre e inconscientemente, mientras el caldo iba subiendo de grados sin que nadie se diese cuenta. Si alguien llamaba la atención sobre el aumento de temperatura, (al que denominaban Capitalismo), lo peligroso que era acostumbrarse a ello y el no tener interés por salir de la olla, era acusado de antisistema y considerado como enemigo público.

Y, como en el cuento, llegó el momento en que la situación fue caldeándose más y más, un día nos recortaban un poco en sanidad, otro día en educación, los trabajos se volvían precarios etc…pero teníamos los medios de comunicación, sobre todo las televisiones, que nos reconfortaban diariamente diciéndonos qué teníamos que pensar o decidir, ¡habrá cosa más cómoda que eso!

Entonces aparecieron grupos de ranas más críticas y que no acababan de creerse todo lo que les decían, que sentían que estábamos muriendo lentamente sin hacer nada, y hubo muchas que oyeron sus palabras, pero no escucharon, escuchar significaba actuar y era tan cómodo creer que todo estaba bien, que todo iba a cambiar (para que todo continuase), eran tan agradables esas voces que nos tranquilizaban, tenían el efecto de un mantra plácido y adormecedor….

En los mentideros, se comenta, que ya hay quienes están preparando tenedores y cuchillos para dar cuenta de las ranas, en el banquete que se va a celebrar, próximamente, donde van a ser servidas, bien cocidas, sobre bandejas de plata.



 

 

 

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