14 may 2020

¿CURSO PERDIDO O CURSO GANADO? (escritos desde el desconfinamiento I)


Una de las cuestiones que más opiniones ha generado durante estos meses han sido los escolares y la forma de conseguir que no se queden atrasados con su educación en esta sociedad de la competencia.  Con esto ha pasado como con casi todo, queríamos la solución y la queríamos ¡ya!. Apenas se activó la alerta nacional por pandemia, la comunidad escolar se movilizó para ver que se hacía.
Rápidamente se decidió convertir cada hogar en una escuela, para que, en casa, los escolares, pudiesen recibir clases impartidas desde una pantalla, por profesores que tampoco lo están llevando muy bien. Deberes, tareas, un ordenador (quien lo tiene) para compartir entre los hermanos, la madre y el padre.
Posiblemente piense de forma irresponsable, pero considero que todo esto es una situación un poco delirante. Añadir mas agobio a las familias durante la cuarentena, a lo mejor no es el factor más adecuado para que los niños aprendan.
Y digo yo, si, por una casualidad, los niños tuviesen que perder un curso ¿Qué problema habría? Hay niños, en la actualidad, que viven en campos de refugiados o en países pobres, que asisten a clase en una tienda de campaña, con sólo el encerado, cuatro sillas y un maestro; estos niños no sólo no tienen escuelas, es que no tienen casas, ni comida, ni derechos, ni futuro.

Pero a nosotros, los padres  que vivimos en el “Primer Mundo”, ahora que estamos en medio de la mayor crisis que recuerda la historia, cuando miles de personas han muerto y la salud de toda la Humanidad está en entredicho, lo que más nos preocupa es que nuestros hijos no se queden atrás, que puedan examinarse, que pasen de curso, que sean los mejores; cuando quizás deberíamos de estar ocupados en enseñarles, sin pantallas de por medio, lo verdaderamente importante que, a veces, no aparece en los libros. Mostrarles que es la Solidaridad, la Generosidad, la Paciencia, el Respeto, la Escucha…
Según parece, los niños (dejando aparte el tema educativo) están disfrutando de esta situación, por lo novedosa, pero sobre todo porque la mayoría de los críos sólo convivían con el padre y la madre los fines de semana, si acaso; luego, entre semana, con el colegio, las actividades extraescolares y los trabajos paternos, la relación paterno filial era casi inexistente. Ahora tienen a los padres en casa, para compartir, aprender, jugar y sentirse queridos. En esto consiste también educar, no basta sólo con adquirir conocimientos de mano del maestro. Por otra parte, es un aprendizaje para ser padres, que a eso no hay libro que te enseñe.

Por eso pienso que este año, podría ser muy valioso para los menores y para los adultos, a lo mejor el mas valioso de sus vidas. Durante el mismo los niños van a aprender cosas sobre la vida y la muerte, lo importante y lo superfluo, impensables en otro momento y captarán de los adultos como afrontan estos la incertidumbre y el cumplimiento de las normas imprevistas.

Igual sería bueno aprovechar esta situación excepcional para que olvidásemos, de momento, evaluaciones, exámenes, deberes, ordenadores, y tratásemos de recuperar el tiempo perdido con los hijos. Ese tiempo esquilmado por la necesidad de trabajar, por los horarios deshumanizados y por las prisas para no quedarnos atrasados en una carrera de fondo que todavía no sabemos bien a dónde nos lleva.
Así este curso podría llegar a ser un curso ganado, más que un curso perdido, de nosotros depende.

“Educar es lo mismo; que poner un motor a una barca; hay que medir, pensar, equilibrar; y poner todo en marcha. Pero para eso, uno tiene que llevar en el alma; un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta, y un kilo y medio de paciencia concentrada”. Gabriel Celaya.

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