10 mar 2022

SIN TREGUA


En nuestras pantallas las imágenes del coronavirus, esas terroríficas esferas símbolo del invisible enemigo que sigue agazapado, han sido sustituidas pon los tanques, las bombas y la destrucción. Sin tregua, sin respiro alguno para las personas. Para quienes sufren directamente los efectos de esta nueva guerra y para el resto del mundo.

Aunque me cuesta pensarlo, decirlo e incluso escribirlo, el mundo está en guerra. Y, muy pocos, a excepción de algunos expertos en geopolítica que parecen tenerlo claro, saben muy bien el porqué de esta locura en pleno siglo XXI.

La otra mañana me comentaba mi padre con tristeza: “Ahora que parece que íbamos saliendo de una nos meten en otra”, en ese momento temí todos los daños emocionales que esta nueva situación puede acarrear. Al llegar a casa puse la televisión y en todos los canales de información general había imágenes de guerra: bombardeos, edificios destruidos, niños llorando, mujeres abrazadas a sus bebes en estaciones de metro, hombres subidos en tanques, ciudades vacías de vida, amenaza de ataque nuclear y, de nuevo, mucha gente opinando alrededor de una mesa.

Me hice una pregunta: ¿Quién ve la televisión por las mañanas? La respuesta es que, en su mayoría son gente mayor, enfermos, parados, personas que ven amenazada, otra vez, su estabilidad. Muchos de ellos han sobrevivido a una guerra y sus efectos, otros pelean a diario con la enfermedad, algunos han sobrevivido al Covid 19 y los que no tienen trabajo afrontan cada mañana la dura sensación de sentirse afuera. Otra vez los más vulnerables son quienes están en riesgo.

En los últimos meses del pasado año, los problemas mentales y su gravedad tomaron protagonismo en todos los medios. La pandemia los sacó de su escondite, ese donde nadie quiere buscar. Con el nuevo año nadie ha vuelto a hablar de ellos. La remisión de casos de Covid dio paso a noticias sobre corrupción política en el centro de España, y sobre una pequeña amenaza de guerra que asomaba por el Este de Europa.

Hace una semana, cuando todo estalló y la guerra se hizo real, el dolor de las personas pasó a ocupar un lugar secundario. Las imágenes de hombres y mujeres que sufren son empleadas para provocar una reacción emocional que nos vincule con su dolor y nos posicione contra “el malo”. De fondo, aunque en primera línea, bancos, subida de la Bolsa, mercados, sanciones, subida de precios, inflación, armamento, poder...

Y…por encima de todo, el miedo, ese sentimiento pegajoso que ya estábamos consiguiendo quitarnos de encima, el miedo que nos hace más vulnerables aún de lo que somos, a él se suman más inseguridad e incertidumbre que han vuelto con actores nuevos. Los problemas de salud mental de la población desaparecen a pesar de lo presentes que están en estos momentos.

Mientras, se da visibilidad a una guerra horrible que no tiene sentido en la que no hay ninguna duda sobre cuál es el enemigo al que odiar, focalizar el odio, saber que el responsable es “el otro” es muy reconfortante.

 (Artículo publicado en el número 1.236 del periódico Infolínea)

 "La guerra de Piero"

                                              

 






 


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