Esta semana comenzaré mi escrito
con un chiste. Me parece que los chistes son una de las manifestaciones del
lenguaje más interesantes (Freud las relacionaba con el inconsciente).
Hay un chiste muy popular que
cuenta la conversación entre un paciente y el médico. “Paciente: doctor, odio a
mis vecinos, odio a mis hijos, odio a mi mujer, odio a todo el mundo. Médico:
muy bien y ¿por qué me cuenta a mí todo eso?. Paciente: Porque usted es el
médico del odio. Médico: del oído, soy el médico del oído.
Los chistes muchas veces se basan
en la confusión de palabras por similitud fonética para provocar una respuesta hilarante
en quien escucha. En el caso del chiste al que me refiero sólo con fijarse en
las palabras que provocan el equívoco: “odio” y “oído”, nos damos cuenta de que,
a pesar de sonar casi igual, significan cosas distintas. Sin embargo, vamos a dar
otra vuelta de tuerca, a lo mejor tienen más relación la una con la otra de lo
que parece.
El odio es un sentimiento
de rechazo o aversión, intenso, que se siente de manera casi irracional hacia
otras personas, otras nacionalidades, otras ideologías etc. Ese sentimiento no
se sabe muy bien de donde sale y se justifica con conductas o expresiones
relativas al otro, que en muchas ocasiones tienen que ver más con nosotros que
con él. Los seres humanos tenemos una tendencia infinita a equivocarnos y,
cuando lo hacemos, muy rara vez vemos nuestra participación involuntaria en el
desaguisado.
El oído tiene que ver con
la escucha, con las palabras que se pueden utilizar de tantas maneras, sirven
para entablar diálogos y llegar a acuerdos, para deshacer nudos, para entablar
conversaciones amables en las que el odio se diluya como un azucarillo en una
taza de café caliente.
Hay ocasiones, como en el chiste
anterior, en las que enfermamos de “odio”, pero vamos al médico del “oído”, lo
físico parece más fácil de solucionar que lo intangible.
La actual situación sociopolítica
está impregnada de ese odio que se manifiesta de maneras diferentes: Cataluña/España.
Sahara Occidental/Marruecos. Población autóctona /Migrantes. Machismo /Feminismo.
Pro-vacunas/ Negacionistas. Rocío Carrasco/Antonio David… La lista podría
llegar a ser interminable. Situados en posiciones de atrincheramiento en la que
cada uno habla de “su libro” y no se ven signos que apunten a bajadas
temporales de bandera que acerquen unas posturas y otras, que permitan hablar y
escuchar, para utilizar las palabras y los gestos de forma constructiva.
Se nos llena la boca de términos
como Justicia, Libertad, Igualdad, Derechos. Siempre hay en marcha mesas de
diálogo o programas de televisión para debatir y solucionar tal o cual
injusticia, hay cadenas informativas con eslóganes como el de “doce meses, doce
causas”. Mucho aparece el odio, la acusación; casi nunca el oído, la escucha.
Doña Manuela Carmena, anterior
alcaldesa de Madrid decía estas palabras en el acto donde recibió la llave de
oro de la ciudad, con ellas se refería al terreno político pero muy bien
podrían extenderse a todos los sectores, desde el núcleo social más pequeño.
“Me gustaría pedirle a este patrono el milagro civil, no hoy sino siempre, de
tener un debate distinto, un debate político en el que reine la obligación esencial
que rige la democracia, escuchar al otro. Porque quizá el otro tenga algo muy
importante que decir”
"La canción del odio" Nacha Guevara
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