17 jul 2023

LAS MUJERES Y EL AGUA

 



El enorme patio sombreado por los jazmineros y las parras, el calor y un barreño de cinc con dos palmos de agua, alrededor del cual jugábamos durante horas, entrando y saliendo de él, mojándonos, haciendo flotar flores que cogíamos de las macetas de mi abuela. Este es uno de mis primeros recuerdos veraniegos, aún recuerdo el olor de aquel ambiente, una mezcla de tierra caliente y agua.

Mientras, las mujeres de la casa, se afanaban en los quehaceres diarios. Ir por agua a la fuente era uno de ellos. No se iba todos los días porque las enormes tinajas tenían capacidad suficiente para abastecer a la familia casi una semana. Ir a la fuente era una tarea femenina. El agua se traía de la fuente en carretones donde cabían dos cántaros, había que echar muchos viajes cuando tocaba llenar las tinajas. A mí me llamaban más la atención las mujeres que sostenían el cántaro en la cabeza, con destreza y naturalidad.

Lavar la ropa también era tarea de las mujeres. Hasta que el agua corriente  llegó a las casas, se lavaba en el patio, en la pila, usando un poco de agua para remojar las prendas y restregarlas con jabón de sosa, después en un barreño aparte se aclaraba toda la colada. Las mujeres también iban al lavador, sobre todo para las prendas más grandes como las sábanas que en casa era más difícil. El lavador consistía en una zona comunitaria que disponía de agua en abundancia y enormes piedras donde poder restregar la ropa. Este lugar, al igual que las fuentes, se convertía en un espacio donde las mujeres aprovechaban para hablar, muchas iban con sus críos que disfrutaban del agua y los juegos mientras las madres lavaban. El calor del verano intensificaba los olores y colores que vestían este entorno: el olor a jabón, el color del azulete (con el que se daba luminosidad a las prendas blancas) y el olor a la ropa recién lavada.

El agua era un bien muy preciado ¡era tan laborioso conseguirla! Se usaba con cuidado al cocinar y al fregar los platos, tareas estas que también recaían en las figuras femeninas. Los suelos se fregaban una vez a la semana, arrodilladas y pasando una bayeta que iban mojando en un cubo con agua, no recuerdo qué jabón se usaba en este menester pero si recuerdo que todo quedaba como un espejo.

La higiene personal era escasa, por lo general consistía en un baño semanal, a los niños se le lavaba en un barreño, si era verano en el patio, si no, en la cocina. Los cuartos de aseo no existían como tales, tan sólo estaban los retretes que se limitaban a espacios muy reducidos, ubicados en los patios. Cuando llovía, que no era con frecuencia, los patios se llenaban de cubos y barreños donde se recogía el agua de lluvia, se decía que esta hacía crecer el pelo. El agua, en el hogar, era administrada y utilizada por las mujeres y la mesura femenina conseguía que fuese bien repartida.

El agua que, a pesar de ser masculino, suena a femenino cada vez que se utiliza, sobre todo en una, cuando la mujer “rompe aguas”, aquí el agua se convierte en principio de vida más que nunca. Os recomiendo, para terminar, dos películas: “El agua” de Elena López Riera (Filmin) y “La fuente de las mujeres” de Radu Mihaileanu (Prime)

" El agua"

                                              

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