26 nov 2020

LA GOLOSINA DEL NEGACIONISMO



 

He de reconocer que, en muchos momentos, de esta larga y a veces angustiosa etapa, me ha atraído la idea de negar la evidencia. Por eso, en cierto modo, entiendo a los negacionistas.

Hay días que transcurren normalmente y hay otros en los que, cuando salgo a la calle, me siento fuera de lugar. Me cuesta acostumbrarme a los cambios: ir con mascarilla y ver a los demás con ella; hacer cola para ir al médico, al banco, a la panadería, a la librería…; Ver por todos lados mensajes de advertencia para protegernos del virus; Las puertas de los colegios cubiertas de carteles sobre como guardar los protocolos de prevención. En esos desubicados días parece que toda esta nueva realidad salta a los ojos y dan ganas de no verla.

Es un pensamiento muy goloso dejarse llevar por la creencia de que todo lo que está pasando no es verdad, que el virus no existe y que son los poderes, más o menos conocidos, quienes están creando todo esto, para someternos y manipularnos. Esta creencia, por un lado, nos produce rabia que utilizamos como autodefensa cuando tenemos que enfrentarnos a la realidad y por otro nos hace sentir que somos diferentes, incluso superiores, a quienes obedecen las normas.

Negar que existe una pandemia no es sino negar lo que se teme: el contagio, la muerte, el cambio del mundo conocido por otro en el que nos sentimos extraños. Esto lleva a mucha gente a cometer actos imprudentes como manifestarse, sin mascarilla y sin distancia, pidiendo Libertad o saltarse las normas en botellones y fiestas clandestinas. Creo que es la manera que tienen de decir “estamos aterrados”.

El negacionismo está muy cercano al pánico irracional, alimentado de creencias que no permiten la más mínima duda “NO existe el virus” “o NO pasa nada”. Esto es perjudicial porque, aunque momentáneamente te liberes de la angustia, ahí siguen estando los millones de infectados y de muertos en todo el mundo, eso no hay como taparlo.

Por otro lado, es muy peligroso. Esta forma de pensar se ha convertido en terreno abonado para ideologías extremistas que, aprovechando ese malestar que todos sentimos en mayor o menor medida, nos quieren vender la solución más rápida y satisfactoria: señalar a un culpable (el gobierno) e intentar desestabilizar el país en unos momentos en los que todos deberíamos de actuar como una piña.  (Alguien me decía hace unos días, hablando de la Covid 19: “y lo peor de esto es que, a ver a quien le echas la culpa”).

Los partidos de extrema derecha han descubierto un filón, donde captar adeptos, entre estas personas que forman parte de los movimientos negacionistas. Como ejemplo, por todos conocido, tenemos al expresidente de EE. UU. Donald Trump. Que no sólo se permite negar la pandemia si no que la ha utilizado para hacer campaña electoral, postulándose como un “Superman”. En el panorama nacional tenemos nuestros propios “superhéroes”, os dejo que saquéis vuestras propias conclusiones.

Hay que ser lo suficientemente valientes y honestos con nosotros mismos para reconocer que sentimos miedo. Miedo ante una pandemia desconocida, anárquica e imprevisible que se extiende por todo el mundo.

Sentimos miedo porque tenemos ganas de vivir, por ello nos cuidamos y nos protegemos. Nos ponemos mascarillas, nos guardamos los abrazos y mantenemos las distancias a la espera de que esto pase (que pasará) y podamos reencontrarnos con los afectos que ahora mantenemos alejados.

(articulo publicado en el número 1.176 del periódico Infolínea)

                                                   

 Vídeo oficial de la canción “Los abrazos prohibidos” de Vetusta Morla,  Alice Wonder, Andrés Suárez, Carlotta Cosials (Hinds), Christina Rosenvinge, Dani Martín, Depedro, Eva Amaral (Amaral), Ismael Serrano, Iván Ferreiro, Joaquín Sabina, Kase.O, Leiva, Luz Casal, Maika Makovski, Marwan, Nacho Vegas, Nina de Juan (Morgan), Rozalén, Santi Balmes (Love Of Lesbian) y Xoel López. 

Todos los beneficios económicos que genere, tanto editoriales como discográficos, serán donados a perpetuidad al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), para contribuir en la investigación sobre el coronavirus SARS-CoV-2 que ha causado la pandemia de la enfermedad Covid-19.-

 

 

                                                

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

19 nov 2020

LA TORRE DE BABEL

 

(Los ángeles atacan la Torre de Babel. Libro de Horas de Bedford, París, h. 1410-1430. Londres, British Library, Ms. Add. 18850, fol. 17v.)

Los seres humanos, desde el inicio de los tiempos, buscamos la manera de poder comunicarnos. En esa tarea seguimos, con resultados poco aceptables como podemos comprobar sólo echando una mirada a nuestro alrededor.

Según el mito recogido en la Biblia, en un principio todos los hombres hablaban el mismo idioma. Hubo un momento en que, queriendo igualarse a Dios, crearon una torre de enormes dimensiones, con la intención de llegar al cielo. Dios, castigó su soberbia demostrándoles que todo no se podía conseguir “Todos forman un solo pueblo y hablan un solo idioma; esto es sólo el comienzo de sus obras y todo lo que se propongan lo podrán lograr, será mejor que bajemos a confundir su idioma, para que ya no se entiendan entre ellos” (Génesis, 11.6). Desde aquel momento estamos tratando de entendernos.

En la última década del siglo XIX, un oftalmólogo alemán (Zamenhof), creo una lengua que podríamos llamar artificial, ya que no era la natural consecuencia de la forma de expresión de un pueblo. El creador de este idioma lo relacionó con un sentido de solidaridad entre seres humanos, para eliminar barreras étnicas, culturales o lingüísticas. Lo hizo con la intención de que fuese un lenguaje paralelo al de cada nación.

Este idioma no consiguió el arraigo suficiente en la sociedad. A pesar de ello el Esperanto, es la lengua “planificada” más hablada en el mundo. Hoy en día la Asociación Universal del Esperanto tiene relaciones con la ONU y la UNESCO. Diferentes corrientes sociales han utilizado el esperanto como medio de expresión. Durante una época fue conocido como el latín de los obreros.

                                     (Una rareza encontrada en Internet: el "Himno del Esperanto")

                                                      

Queda claro que los idiomas no surgen por generación espontánea, sino que son el resultado de interacciones sociales, unas veces pacíficas y otras violentas e impuestas.

Desde mediados del siglo XX, como consecuencia de la influencia del modo de vida y la cultura del capitalismo, el idioma inglés, se fue imponiendo de forma paulatina casi como una segunda lengua oficial, sobre todo en los países de Sudamérica y el “primer mundo”. Saber inglés, se colocó también como un síntoma de prestigio social y cultural.

En España, cuna del segundo idioma más rico del mundo, con alrededor de 93.000 vocablos, acogimos el inglés con los brazos abiertos y le dimos cabida en nuestro sistema educativo equiparándolo a nuestra lengua materna. Había que demostrar lo modernos que somos. Los colegios bilingües surgieron por todas partes, en detrimento de nuestro propio idioma.

A pesar de lo mal que hemos tratado a nuestro idioma, en la actualidad, según el Instituto Cervantes- 2019, el español es el segunda lengua materna más hablada del mundo, después del chino. Es el tercer idioma en Internet. 580 millones de personas lo hablan en todo el mundo, 483 millones (tres millones más que el año anterior) son hispanohablantes nativos. Es estudiado por 22 millones de personas en 110 países.

Para el director de Instituto Cervantes, Luis García Montero, “enseñar un idioma, es mucho más que enseñar un vocabulario, es compartir unos valores y mostrar una cultura de identidades abiertas y valores democráticos….divulgar el español y su cultura contribuyen a contrarrestar problemas como la intolerancia, los supremacismos o quimeras identitarias que consideran la diversidad como una amenaza”


Vídeo institucional de la Real Academia Española, fundada en 1713.



(articulo publicado en el número 1.175 del periódico Infolínea)

 

12 nov 2020

GRACIAS POR LA MÚSICA




 


A pocos días de iniciarse el primer estado de alarma de esta pandemia, se pusieron en contacto conmigo desde el Centro de Atención Psicosocial, (en el que colaboro como voluntaria social, desde hace unos diez años, con un taller donde se trabaja la elaboración de la revista “La Voz y la Palabra de Zangamanga”) para preguntarme si estaba dispuesta a seguir con mi voluntariado durante esta etapa. Me explicaron que los talleres se iban a trabajar desde un grupo de Whatsapp creado para tal fin. Sin pensarlo dije que sí.

Mas tarde empecé a darle vueltas, a ver como me las iba a ingeniar para llevar a cabo la tarea con la que me acababa de comprometer.

Estaban siendo días muy duros, de desconcierto, en los que todos andábamos perdidos, recluidos de golpe, sin mantener contacto con casi nadie.

No sé por qué me vino a la cabeza un recuerdo de otros tiempos, cuando las comunicaciones eran escasas, los amigos nos veíamos de vez en cuando y a los familiares que no vivían cerca pasaban años sin verse. En aquella época, la radio era el medio de comunicación por excelencia y, dentro de la programación radiofónica, los programas de discos dedicados servían de vehículo sonoro para que las personas alejadas, por uno u otro motivo, contactasen y se enviasen mensajes. Y, ¡dicho y hecho!, ese fue el tema del primer taller de revista en el confinamiento. Un programa de discos dedicados.

Cada uno de los participantes en el taller, hizo una petición musical acompañada de una dedicatoria. Siguiendo el formato de aquellos programas de radio antiguos: “solicito la canción…se la dedico a….. deseando que….” A continuación, yo buscaba la canción elegida, en YouTube, y la compartía con el grupo.

Este inicio marcó los talleres que siguieron, al darme cuenta del efecto, casi mágico, que tenía la música para aliviar la angustia que todos sentíamos en aquellos momentos. A partir de entonces hicimos talleres monográficos, un día hablábamos de la amistad y las canciones que escuchábamos iban relacionadas con ella, otro día de la Libertad, otro la infancia etc.. y así hemos ido hablando y escuchando sobre lo que importaba en ese momento, esto se iba decidiendo de una semana para otra.

A lo largo de todo este tiempo hemos escuchado más de doscientas canciones, de lo mas variadas que os podáis imaginar. Si queréis comprobarlo, en Spotify hemos creado una lista con un selección de temas elegidos por los participantes del taller, de entre todos los que se han escuchado estos meses. La lista se hizo para contribuir, de alguna manera, a la celebración del día de la salud mental. Se llama “Música desde nuestra azotea. (canciones para el recuerdo)”.

Tengo que reconocer que el tiempo dedicado a las personas del Centro de Atención Psicosocial, tanto durante la preparación de los talleres de Whatsapp como en el transcurso de estos, ha sido una experiencia fantástica de mutuo enrequecimiento que ha hecho mucho más llevadero mi propio confinamiento.

Ahora, nueve meses después, estamos ocupados en ir dándole forma a la próxima revista. Con el material trabajado y con las colaboraciones de diferentes amigos.

Intentamos que el deseo de sacar una publicación, acorde con los tiempos que vivimos, haga más ligero el peso de una pandemia que está durando demasiado y que empieza a pasar factura en los sectores más vulnerables, como es el caso.

Escribo esto aprovechando que acaba de ser la semana de la salud mental (siempre es en estas fechas cuando se presenta la revista de Zangamanga, esta vez será un poco más tarde) y que se me ha pedido que os cuente como hemos trabajado desde el taller de revista en este año tan especial.


"La estirpe de Caín" Miguel Rios

                                          

 

(articulo publicado en el número 1.174 del periódico Infolínea)

4 nov 2020

VIVIR LA VIDA

 




Según la tradición, cuando llega noviembre, es la época en que se honra la memoria de nuestros difuntos. Por desgracia este año hay muchísimos más muertos de lo que sería habitual. La muerte nos
acompaña, cada día, desde hace nueve meses. La visita a los cementerios se ha visto alterada, tanto en la asistencia a entierros como para engalanar las tumbas durante los días previos al Dia de los Santos.

Honrar y recordar a los seres queridos se puede hacer de muchas formas, cada sociedad tiene las suyas, en la nuestra, desde hace ya bastante tiempo se ha hecho un hueco importante la fiesta de Halloween, fiesta que nunca he acabado de entender, no sé qué tiene que ver con nuestra cultura. Todo se disfraza de cosas ajenas a nosotros. Calabazas de una variedad que no se da en España, acompañadas de máscaras sanguinolentas, murciélagos, zombis, etc..

Comprendo que, debido a las migraciones, las celebraciones de distinto tipo van de un lugar a otro de manera rápida. La Catrina Mexicana es otra figura que aparece por estas fechas, esta figura nació como una critica social a los nativos que se enriquecían y olvidaban sus orígenes, va ligada a la celebración del “Día de muertos” y la manera de recordarlos a través de las fiestas, las canciones y, algo que me parece digno de ser copiado, el altar realizado con las fotos de los antepasados.

                                                      


Aunque sus orígenes son también antiguos, (parece que, de origen celta, llevados a EE. UU por quienes emigraban desde Irlanda), el Halloween que nos ha llegado a nosotros, adolece del relato, del misticismo, que envuelve el “Dia de muertos” mexicano o nuestros “Dia de todos los santos” y “Noche de difuntos”. La fiesta estadounidense tiene más que ver con las super producciones de Hollywood y sus efectos especiales, en donde no hay lugar para la imaginación. Todo es demasiado explícito, demasiado violento, demasiado sangriento. Pero, sobre todo, Halloween, tiene mucho que ver con la venta masiva de productos relacionados con esa festividad.

La cultura española es tan rica en relatos y costumbres referidos a estas fechas. Me parece una pena que nuestras generaciones de jóvenes conozcan más a Freddy Krueger que a Maese Pérez. Por ello, me atrevo a proponer para estos días en los que deberíamos de cuidarnos y quedarnos más en casa, echar mano de la memoria, recordando y degustando de los diversos placeres que nos provee nuestra Historia. El olor de las castañas asadas, el sabor intenso del arrope y calabazate, los buñuelos de viento, la leche frita, los tostones (palomitas) el pan de higo o los huesos de santo son algunos de los majares gastronómicos que, tradicionalmente, se disfrutaban en estos días, la mayoría de ellos se pueden hacer en casa. Recuperar recetas es también una forma de honrar la memoria de los antepasados.

Por otro lado, aprovechar para hablar con personas mayores que conozcamos. Que nos cuenten toda esa serie de rituales que se hacían al llegar el uno de noviembre: Porqué la cama se dejaba hecha y con sábanas limpias. Porqué se rezaba a la ánimas benditas. Qué significaba “encender mariposas en un cuenco de aceite”. Y… como no, leer, releer a Bécquer, “El monte de las ánimas” “Maese Pérez el organista”, “El Miserere” “El rayo de luna” o simplemente contar historias de miedo entre amigos, a la luz de las velas. El miedo es una emoción que se disfruta, cuando uno se siente seguro y puede dejar volar la imaginación.

Mientras tanto no nos olvidemos que recordar la muerte es también tomar conciencia de que estamos vivos, que nos quedan por delante multitud de incertidumbres, pero también de retos y desafíos como los que vivieron aquellos a quienes estos días dirigimos nuestro recuerdo. 

                                                 Rozalen "El día que yo me muera"

 

 

   (articulo publicado en el número 1.173 del periódico Infolínea)