En estos días leer un diario nos
puede llevar perfectamente a los años 50 y 60 de EE. UU, “cuna de la Democracia
y la Libertad”, carrera espacial para que parezca que todo va a las mil
maravillas y racismo para que no nos olvidemos de la parte mas vil del ser
humano.
Estados Unidos lo ha vuelto a intentar. Ante
la crisis que afecta al mundo entero (también a ellos) Donald Trump quiere que
todos miremos hacia otro lado. El 30 de mayo los titulares decían “La NASA y
SpaceX abren una nueva era en la exploración espacial”. Los tripulantes son de
la NASA y la nave de una empresa privada. Todo va bien.
Aunque esta vez no lo ha conseguido
del todo, la muerte de George Floyd, afroamericano muerto por un policía blanco
ha desencadenado una serie de protestas contra el racismo, en todo el mundo, que
recuerdan a las producidas por el asesinato de Luther King. El presidente Trump
y su inconsciente discurso deja una foto fija del racismo latente en la
sociedad estadounidense. La imagen de la muerte reproducida por miles de medios
audiovisuales ha inundado hogares, programas y conciencias que, de pronto, se
han erigido en justicieras.
“¿… vas a decirle a los
estudiantes, sin reírte, que EE. UU. somos el único país que tiene libertad?….
somos el séptimo en alfabetización, el décimo segundo en ciencia, el
cuadragésimo noveno en esperanza de vida….somos líderes mundiales en tres
categorías, número de encarcelados per cápita, numero de adultos que creen que
los ángeles existen y en gastos de defensa ya que gastamos más que los
veintiséis siguientes juntos” (News room)
Hace cinco años de otra imagen
que también conmovió a toda la buena gente, me refiero a esa de un niño
refugiado sirio, ahogado en una playa de Turquía, ¿Aylan se llamaba?. La madre
Europa, sus dirigentes, fueron, en este caso, quienes se mantuvieron impávidos ante
un drama humano gestado en sus entrañas.
El racismo y la xenofobia son
otra epidemia de la que todos estamos contagiados, hay veces en que la
enfermedad muestra sus síntomas a la vista de todos y otras en las que pasa
desapercibida “asintomática”.
Hace ya mucho tiempo, nuestra
sociedad aún era cerrada y monocolor, llegó a nuestro pueblo un hombre, un
afroamericano (recuerdo muy bien su nombre) que entró a formar parte de
debates, reuniones y francachelas de los jóvenes de entonces, ¿cómo uno más?,
un día nos enteramos de que, para él, se utilizaba una vajilla diferente. Con
el tiempo y la llegada masiva de emigrantes las técnicas se fueron refinando y
se adoptaron “medidas económicas” para hacer una selección étnica, cobrando al
extranjero un “plus”. Recuerdo a una amiga, que, en una llamada a la tv local
donde era tertuliana, fue insultada, desautorizando su opinión por el simple
hecho de ser de otra nacionalidad. Todos hemos sido testigos de estos u otros
sucesos que no han pasado de ser anécdotas comentadas, para señalar lo racistas
que eran los unos y lo progres que éramos los otros.
Dentro de poco nos habremos
olvidado de George Floyd, como casi nos hemos olvidado de los miles de
refugiados, también de otras razas, que tenemos en Europa, de la misma forma
que miramos hacia otro lado ante los “pequeños sucesos” que pasan a nuestro
lado.
Pensábamos que la crisis
provocada por la pandemia iba a cambiar el sistema y nos iba a cambiar a
nosotros. Pero estamos tan malacostumbrados a que todo sea rápido y que sea ya,
que no hemos tenido aguante para la reflexión y, a las primeras de cambio,
corremos desbocados en busca de lo malo conocido. En épocas críticas aparecen
los monstruos y siempre es mucho más tranquilizador pensar que los monstruos
son los demás.
(Publicado en @Infolinea- Alhama- 1.160)
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