3 jun 2020

PONTE LA MÁSCARA (escritos desde el desconfinamiento IV)





He de reconocer que me siento extraña ante esta nueva prenda que hemos visto incorporada, de la noche a la mañana, a nuestro vestuario. Extraña cuando he de usarla, pero también cuando voy por la calle y sólo veo enmascarados. Durante las primeras salidas por nuestro pueblo tras el confinamiento, tengo la sensación de estar dentro de un capítulo de Black Mirror.




Desde nuestros antepasados de las cavernas que utilizaron pieles de animales para protegerse del frío, los motivos para el modo de ataviarse el ser humano han ido casi siempre ligados a convencionalismos o necesidades sociales, según los tiempos.
Ha habido épocas en que los varones llevaban la cabeza cubierta, con boinas, gorras, sombreros etc. Otras en que era signo de distinción para las mujeres llevar guantes. Prendas que han cambiado de género según los tiempos, como la falda que en un principio fue de uso masculino. Indumentarias y accesorios que han sufrido tantos cambios como la propia historia de la Humanidad.

Hasta ahora las máscaras solo habían sido utilizadas en lugares u ocasiones concretas. En recintos sanitarios, las mascarillas quirúrgicas. En eventos festivos como los carnavales, otro tipo de mascaras para incitar a la broma y el disfraz. También en épocas de grandes epidemias, pero sólo por una mínima parte de la población. En algunas etapas históricas llegaron a estar prohibidas para evitar desmanes amparados en el anonimato.

Creo que lo que hace que la prenda, que hoy se impone de uso obligatorio, resulte inquietante es que esta cubre la cara, la parte del cuerpo que más nos identifica y nos representa. El momento actual nos obliga a incluir en nuestro atuendo diario este objeto que sólo deja los ojos al descubierto.   La mirada se ha convertido, entre unas cosas y otras, en lo mas importante, lo que nos mantiene conectados.

"Erase una vez en el año 2000"

En 1974 Víctor Manuel escribió una canción que predecía un apocalíptico futuro “erase una vez, en el año 2000, un hombre con su hijo paseaba por Madrid, con trajes de hojalata reforzados en plexiglás, cubrianse del aire con caretas antigás…” con ella se nos alertaba de la contaminación, del cambio climático, del respeto al medio ambiente. “papá ¿y en esa bola de cristal?.... palomas mensajeras de la Paz, las dos que no han querido disecar”.

Posiblemente esta situación tan surrealista que vivimos sea pasajera, o que no lo sea y acabemos por acostumbrarnos. Estamos demostrando tanta facilidad para adaptarnos a todo (incluso a las cosas ante las que deberíamos de ser inadaptados)

“Las cosas van cambiando, dicen que van cambiando, pero hay otros que dicen que se van disfrazando..” nos cantaban (también por los años 70’), el grupo que lideraba Moncho Alpuente. Incluso Marisol nos advertía “Ponte la máscara,… porque todos llevan su disfraz”.

Dicen que la pandemia afecta, sobre todo, a quienes tienen patologías previas. En nuestro país están apareciendo todas las patologías que permanecían asintomáticas hasta el momento.

Cuando escribo esto acaba de declararse el luto oficial, durante diez días, en nuestro país, en señal de Duelo por las víctimas del Coronavirus, una vez que todo el país está en Fase I de la desescalada. Será el luto oficial más largo de la Democracia. Durante el mismo todas las banderas nacionales ondearán ininterrumpidamente y estarán a media asta, en todos los edificios públicos; se suprimen los honores a la bandera, al rey o a las autoridades; no se convocarán actos de celebración o festivos.


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