Cuando era niña, en casa, me
enseñaron a coser, bordar, hacer ganchillo, tricotar, cocinar, barrer, fregar,
planchar, a cuidar las plantas (las que daban frutos y las que sólo daban
flores), a colaborar en las tareas de la casa y también en el trabajo familiar.
-En la infancia se posee una increíble
capacidad de aprender a hacer cosas-.
Verdad es que unas cosas me
gustaba hacerlas más que otras, verdad también que a los varones no se les
instruía en según qué labores. En el colegio, las niñas, teníamos, por la
tarde, labores del hogar, -en aquel tiempo las clases estaban segregadas por sexo-
no sé a qué dedicaban los chicos esas horas.
Algunas de las tareas nombradas
las considero imprescindibles para la independencia personal en la vida diaria
y para la corresponsabilidad a la hora de compartir las tareas domésticas. Tanto
niños como niñas deberían de aprender cosas tan básicas como cocinar, fregar o
coser un botón. La igualdad también es esto.
Todo lo que signifique aprender y
facilitar el que una persona sea capaz de desenvolverse en las tareas
cotidianas, me parece bien.
Las familias actuales han
cambiado mucho de aquellas de mi infancia, entonces los niños y niñas teníamos
tiempo para estar con la familia, sobre todo con las madres que siempre estaban
en casa, con las abuelas, las tías, las vecinas. Era un ambiente muy femenino
en el que se aprendían todas las destrezas señaladas. Había tiempo de sobra
para, además, jugar y estudiar.
Ahora, la relación con
la familia es mucho más limitada. La necesaria incorporación al trabajo de las
mujeres, unida a la falta de conciliación entre vida laboral y familiar, ha
traído consigo a niños y niñas ocupados, después de las clases, en
actividades extraescolares que los mantienen entretenidos y protegidos mientras
los padres trabajan.
Los niños aprenden a manejarse
con ordenadores, a hablar idiomas y todo aquello que podrá en un futuro
facilitarle la vida profesional, pero, pienso que pocos niños son capaces de
prepararse la comida, o coserse un
botón.
Últimamente he oído decir a un
cargo político nacional que hay que poner una asignatura de costura, lo que me
ha parecido una solemne majadería. Las voces que reclaman las labores para las
mujeres están obsoletas y son injustas, con los hombres y con las mujeres.
Hay, por otro lado, quien rechaza el tener conocimiento
de unas habilidades que facilitan el día a día, tachándolo de machista. Aprender a hacer, es uno de los
pilares de la educación. Coser un botón no quita tiempo para exigir derechos. Que
no nos confundan. No entremos en la trampa de “tareas de hombres y tareas de
mujeres” hay cosas que el saber hacerlas te ayuda, seas hombre o
mujer.
Si se vive en pareja, siempre hay
uno mas diestro que otro para según que tareas, da igual quien sea de los dos.
Al final, si no andamos con cuidado, podemos acabar enredados en discursos machistas intentando
defender lo contrario.
Ser feminista no implica no
saber, no aprender, si no saber todo lo posible para ser autosuficientes y
comprometidos con la vida y el bienestar de los demás. Defender leyes justas
que equiparen los derechos de hombres y mujeres y, sobre todo,elegir lo que te guste, ya sea hacer macramé o bricolaje.
Va siendo hora de salirse del discurso excluyente. Para ser libre es mucho mejor saber hacer que negarse a aprender.
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