“El gusto y el disgusto como norma de elección, siempre es un fracaso” esta frase la repetía, con frecuencia, un amigo, Pedro Sánchez González.
En días
de reflexión pre-electoral, la recuerdo.
Desde que tengo edad y posibilidad de votar, las del próximo domingo son, sin duda, las elecciones más difíciles para mí
y, reconozco que ha habido momentos (breves) en los que incluso me he planteado
no acudir a las urnas. A esta situación me ha llevado una decepción tras otra,
con los partidos de izquierda y su aparente incapacidad para llegar a acuerdos,
para hacer política.
La derecha funciona siempre como un
solo hombre, al son que les marcan sus cabezas visibles y, como Dorian Grey, es capaz de pactar con quien haga falta (siempre que económicamente le sea rentable).
Los partidos llamados de
izquierdas, por el contrario, pueden estar “in aeternum” buscando los tres pies
al gato, enredándose en los debates más peregrinos antes de llegar a acuerdos
que no menoscaben su malentendida dignidad. Los enfrentamientos personales han
tomado el protagonismo que deberían de tener las propuestas y programas, dando
la triste imagen de una izquierda dividida.
No me gusta ninguno de los
líderes que la izquierda (la derecha ni la pienso) tiene actualmente y, aquí es donde la frase de mi amigo
me hace reaccionar “el gusto y el disgusto como norma de elección, siempre es un fracaso”,
me doy cuenta de que no es cuestión de gustos ni de disgustos lo de
decidir quién nos va a gobernar.
El asunto no es votar a quien nos
caiga bien, o dejar de votar a quien nos caiga mal. Lo importante es: qué hay
detrás de cada uno de los candidatos que se presentan, cual es su programa, que
van a ser capaces de hacer y sobre todo a que van a ser capaces de renunciar.
Más allá de Falcons o chalés; de
coletas o corbatas; de Instagram, Twitter o llamada a domicilio; de si uno es
más guapo o más feo; si tiene un discurso más o menos florido, ir
más allá de si nos gusta o nos disgusta.
Sigo pensando que son unas
elecciones complicadas, pero, precisamente por eso, es imprescindible votar y votar, sobre todo, para que en ningún momento alguien llegue a pensar que hacerlo no es necesario.
Os dejo las palabras, muy
serias, que ha dicho un cómico, Ignatius Farray.
“..uno no se mete en política para ser fiel a sus principios, para eso
te quedas en casa a escribir un libro. Uno se mete en política para renunciar a
tus principios, si eso significa conseguir un bien común mayor. Cada uno está
muy orgulloso de sus pensamientos, pero para eso no se va a la política. Si
quiero saber lo que es la verdadera izquierda, me voy a una biblioteca, hay
mucha bibliografía sobre el tema. Yo no le pido a un político que me enseñe lo
que es la verdadera izquierda, le pido que renuncie a sus principios por un
bien mayor”
" También será posible, que esa hermosa mañana, ni tu ni yo ni el otro, la lleguemos a ver, pero habrá que forjarla para que pueda ser" "Canto a la Libertad"
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