AGUA.
Dicen que el agua será imprescindible
mucho más necesaria que el petróleo
los imperios de siempre por lo tanto
nos robarán el agua a borbotones
los regalos de boda serán grifos
agua darán los lauros de poesía
el nobel brindará una catarata
y en la bolsa cotizarán las lluvias
los jubilados cobrarán goteras
los millonarios dueños del diluvio
venderán lágrimas al por mayor
un capital se medirá por litros
cada empresa tendrá su remolino
su laguna prohibida a los foráneos
su museo de lodos prestigiosos
sus postales de nieve y de rocíos
y nosotros los pálidos sedientos
con la lengua reseca brindaremos
con el agua on de rocks. (Benedetti)
Dicen que el agua será imprescindible
mucho más necesaria que el petróleo
los imperios de siempre por lo tanto
nos robarán el agua a borbotones
los regalos de boda serán grifos
agua darán los lauros de poesía
el nobel brindará una catarata
y en la bolsa cotizarán las lluvias
los jubilados cobrarán goteras
los millonarios dueños del diluvio
venderán lágrimas al por mayor
un capital se medirá por litros
cada empresa tendrá su remolino
su laguna prohibida a los foráneos
su museo de lodos prestigiosos
sus postales de nieve y de rocíos
y nosotros los pálidos sedientos
con la lengua reseca brindaremos
con el agua on de rocks. (Benedetti)
La relación con el agua define
nítidamente como vivimos. Nuestro pueblo, muchas veces se nos olvida, está situado en una zona de secano, durante generaciones hemos vivido en una buena relación con ese
concepto, en una buena relación con la Naturaleza.
Teníamos cultivos de secano:
almendros, algarrobos, olivos, cebada o esparto. Había de regadío, pero eran
los menos: parras, pimientos, limones...
Los usos del agua eran, en su mayoría,
comunales, para lavar la ropa las mujeres iban al lavador y allí hacían la
colada, junto a otras vecinas. El agua de consumo diario se cogía
de las numerosas fuentes que abastecían nuestra localidad, esta labor era también casi exclusivamente femenina. La imagen de las mujeres con los cántaros en la
cabeza o con los pozales en las manos recorriendo el camino de la fuente a casa
y a la inversa, era habitual en los años de mi infancia.
Tanto “El
lavador” como las fuentes se convertían, a su vez, en lugares de reunión
vecinal.
Foto extraída de la web del Ayuntamiento de Alhama de Murcia.
Otra figura familiar de aquellos años, era la del aguador,
que llevaba el agua en un carro lleno de cántaros, a las casas de la gente más
acomodada.
Todas las casas tenían tinajas donde se almacenaba el agua que la familia consumiría durante un tiempo, entre una
salida a la fuente y otra. El agua era un bien preciado, que costaba conseguir,
y se dosificaba.
El aseo personal diario era
escaso. Un día a la semana se dedicaba al baño, que se solía
hacer en barreños de zinc y con jabón casero. Los veranos, los chiquillos y chiquillas nos bañábamos en las acequias que atravesaban algunos de nuestros barrios o íbamos a las balsas del agua para riego, a pesar de las ranas, los mosquitos y los tábanos.
Con la prosperidad y el
progreso, todo fue cambiando, unas veces para mejor y otras no tanto.
Cada casa tuvo agua corriente,
lo que descargó a las mujeres de una pesada tarea y mejoró las condiciones de
vida y la higiene de las familias. Ya no tenían que acarrear el agua de la
fuente y, además, podían lavar la ropa en casa, primero a mano, luego llegarían
las lavadoras.
Para todos fue una novedad y un
lujo, cuando se abrieron las primeras piscinas municipales, a las que, sobre
todo los niños y adolescentes acudíamos con nuestros amigos y nos podíamos pasar,
en ellas, días enteros.
Las piscinas públicas actuales
(de verano y de invierno), muchísimo mejores y mas acondicionadas que aquella
primera de mi adolescencia, están vacías. Solo se utilizan para actividades
organizadas por el ayuntamiento, cursos de rehabilitación, natación etc.…
Con la burbuja inmobiliaria, las
macro urbanizaciones y los campos de golf correspondientes, todo se nos fue,
definitivamente, de las manos.
No digo yo que antes se
viviera peor, tampoco que ahora se viva mejor. Sólo que lo que tenemos es la
consecuencia de cómo vivimos.
"Hay que doler de la vida, hasta creer,
que tiene que llover a cántaros"
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