El pobre abanico
quedó en el baúl,
junto al miriñaque
y la cofia de tul.
En traje de seda
con flores de azahar
—pintadas a mano—
ya no va a pasear.
Nadie lo recuerda...
Todos tienen prisa...
Ninguno le pide
su baile de brisa.
La gente prefiere,
al ventilador
o a su rico nieto,
acondicionador.
Por eso, en las noches
tibias como mantas,
busco al abanico
y le digo: —¡Me encantas!
Y él, regalando
su frágil aliento,
vuelve a ser —dichoso—
danzarín del viento
"mujer con abanico" Klimt |
quedó en el baúl,
junto al miriñaque
y la cofia de tul.
En traje de seda
con flores de azahar
—pintadas a mano—
ya no va a pasear.
Nadie lo recuerda...
Todos tienen prisa...
Ninguno le pide
su baile de brisa.
La gente prefiere,
al ventilador
o a su rico nieto,
acondicionador.
Por eso, en las noches
tibias como mantas,
busco al abanico
y le digo: —¡Me encantas!
Y él, regalando
su frágil aliento,
vuelve a ser —dichoso—
danzarín del viento
ABANICO (Elsa Bornemann)
Por años que pasen y por muchos avances que vayan apareciendo para combatir el calor, hay un objeto que sigue vigente a lo largo de los años y de los siglos, el abanico. Hace poco, descubrí que este nombre es el diminutivo de abano. "ABANO Del DRAE: Aparato en forma de abanico que, colgado
del techo, sirve para hacer aire, palabra que viene del portugués, y de la
cual es más conocido su diminutivo, abanico. Se trata un ventilador o gran
abanico compuesto por un armazón ligero con plumas o forrado de tela que,
colgado del techo, se mueve manualmente gracias a una polea. Funcionaba
moviendo el aire del ambiente, de modo que ayudaba a la evaporación del sudor
de la piel de los ocupantes del local. Se desconoce su fecha de invención, pero
ya los árabes lo usaban a principios del siglo VIII."
abano
En mi infancia, los abanicos, eran elementos habituales en el entorno familiar, en las noches veraniegas o a la hora de la siesta, el silencio se rompía por el sonido de los grillos o chicharras y por el abrir y cerrar del abanico. Los había con varillas de nácar y telas de colores con escenas romántica, para las jóvenes solteras (esos me encantaban), luego estaban los de varillas de madera y telas con paisajes o estampadas de flores para las casadas, y los que eran de madera pintada en negro y telas del mismo color, que usaban las mujeres de mas edad. Las niñas teníamos pequeños abanicos con escenas de cuentos en sus telas y jugábamos a hacer abanicos de papel plegado para entretenernos en las tardes estivales.
Aunque en algunas épocas fue utilizado también por los hombres, sin duda es un objeto de uso femenino.
Habitual de las épocas calurosas, fue durante largo tiempo cómplice de la astucia femenina a la hora de comunicarse, sofisticada y veladamente, con el varón que despertaba su interés, burlando así la vigilancia paterna. El lenguaje del abanico era una muestra de ese otro lenguaje que se va olvidando, el del flirteo y el galanteo que, en otro tiempo, servían para envolver con gestos y palabras la atracción amorosa.
Lenguaje del abanico
Por otra parte, de niña, me contaban que, por la forma en que una persona se abanicaba se sabía si esta era rica o pobre, los ricos se abanicaban sobre su pecho como diciendo "p'a mi, p'a mi, p'a mi.." y los pobres compartían el aire de su abanico con los demás diciendo "p'a ti, p'a mi; p'a ti p'a mi..."
Hace unos días, un alto cargo público recomendaba, desde su acondicionado despacho, durante la primera ola de calor de este verano, como solución a los problemas de los escolares en los colegios, que se hiciesen abanicos de papel.
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