Hace unas semanas, toda España
pudo ver el primer día de la princesa Leonor como alumna de la Academia General
Militar de Zaragoza. La que, se supone, será futura reina de nuestro país se
integra así en una nueva promoción de caballeros y damas cadetes, futuros
oficiales del Ejército de tierra, la Guardia Civil y los Cuerpos Comunes de la
Fuerzas Armadas. La princesa llegó a la instalaciones militares acompañada de
una comitiva de vehículos que dejaba a las claras que quien llegaba no era una
más. La noticia no hubiese llamado mi atención, más allá de por ser el reflejo,
una vez más del incumplimiento de la máxima de que “todos los españoles somos
iguales”, si no hubiese sido por lo que reflejaban las caras de los
protagonistas. La joven mostraba una actitud seria y temerosa que los medios
cortesanos describían como reflejo de una supuesta responsabilidad, detrás de
ella la sonrisa ufana y satisfecha de la madre chocaba con la cara de la chica
que no sonrió en ningún momento. El padre también andaba por allí, vestido de
militar, como Jefe que es del Estado y de las Fuerzas Armadas.
Me hubiese gustado saber lo que
pasaba por la cabeza de la hija en esos momentos y que piensa de que otros
elijan por ella y su futuro. ¿De verdad es necesario enseñar a una persona a
formarse para la guerra? Quizás aprendería mucho más viviendo un tiempo en
cualquier campo de refugiados, por poner un ejemplo.
En un ámbito mucho menos
castrense y más plebeyo ocurrió el evento que mantuvo en vilo, el pasado
domingo, a todo el mundo. La Selección Española Femenina de Fútbol, se alzó con
la victoria como campeona del mundo de dicho deporte. A mí no me gusta el fútbol
pero me alegra ver cuando las mujeres son tenidas en consideración y se les da
el lugar que merecen por algo que se viene luchando tanto tiempo. Las imágenes
del grupo de mujeres con la camiseta de la Roja, celebrando la victoria, ha
dado la vuelta al mundo. Aunque, por desgracia, también ha sido noticia la
actuación de otra persona, el presidente de la Federación Española de Fútbol,
un tal Luis Rubiales, que ni corto ni perezoso, se plantó ante la capitana del
equipo, Jennifer Hermoso, y sujetándole la cara con ambas manos le dio un beso
en la boca. (Aquí es donde agradezco el tener un límite de palabras en mi
colaboración, pues se me ocurren varias cosas que mejor no decir). Sólo me
quedo con lo que la jugadora dijo en los vestuarios “No me ha gustado, pero qué
hago”. Estas palabras dicen tanto.
Relacionado con otra jugadora de
nuestra selección, la que metió el gol de la victoria, Olga Carmona, también
hay una noticia que me parece inhumana; el padre de Olga falleció antes del
partido pero a ella no se le comunicó la noticia hasta después de acabar el
mismo para que esta no pudiera influir en el juego de la jugadora. Alguien me
dijo una vez que al futbol femenino sólo se le tendría en cuenta cuando
generase dinero, quizás es lo que está pasando ya, por eso la maquinaria no
podía arriesgarse a tener un contratiempo. No puedo dejar de pensar que, de
nuevo, se ha tratado a una mujer como a una niña o ni siquiera como eso.
“Un mismo gesto puede expresar la libertad del deseo o el deseo de control” Irene Vallejo
"soy un nenúfar solitario" rareza encontrada en youtube
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