20 jul 2022

TELENOVELAS

 

Alguna vez he comentado mis gustos por la variada cultura de los países de América del Sur, sus escritores, su historia, pintores, gastronomía, música, creencias, y, como no, las telenovelas (ahora se llaman series).

Últimamente estoy enfrascada en el mundo de las telenovelas colombianas. He de confesar que no conocía mucho de las series de este país. Cuando el boom de “Narcos” no me atrajo en absoluto. De Colombia mis referentes artísticos eran: García Márquez, Juanes, Carlos Vives; nada más…y nada menos.

Hace unos meses leí que Mercedes Milá estaba viendo una serie llamada “Café con aroma de mujer” y que estaba fascinada tanto por uno de los protagonistas como por el relato situado en el llamado “eje cafetero” de aquel país. (Hace años ya televisaron una serie llamada así, pero esta es una versión actualizada). Comencé a verla y me gustó, no me parecía la típica telenovela, aunque tenía todos los tópicos también aparecían ingredientes de carácter social que despertaron mi interés y ayudaron al distanciamiento de la realidad cercana que, por esos días, era bastante difícil. La acabé pronto, llenó casi por completo mis noches de insomnio y de duelo.

A partir de ahí, la plataforma en la que estaba publicada dicha novela comenzó a enviarme sugerencias “porque has visto …” Y así cada vez me aparecía recomendada una serie colombiana. Ninguna me atraía, en todas aparecían las palabras “narcotráfico” “cartel” “corrupción” “violencia” “mafia” … Hasta que hubo una que llamó mi atención “El Cartel de los Sapos: el origen” que cuenta la historia de los hermanos Villegas, también llamados los caballeros de Cali. Cuando empiezo una serie le doy dos o tres capítulos de margen, si no me gusta dejo de verla.

Esta me enganchó: el ambiente familiar, la normalidad, las maneras diferentes de vivir, las relaciones entre hermanos, el papel de las mujeres etc. Conforme avanza la historia, que se sitúa en los inicios del narcotráfico, vas entendiendo como y porqué de algunas cosas. Aparecen organizaciones estadounidenses como la DEA (que nunca había oído ni nombrar). Las tramas políticas y judiciales, los periodistas corruptos, el cartel de Cali, el cartel de Medellín y aprendí que allí la palabra “cocina” tiene un significado muy diferente. Es la historia de una sociedad en la que todo tenía un precio, menos la vida de las personas que valía menos que nada.

Paralelamente a los días en que mis horas de desconexión se iban a Colombia, fueron las elecciones allí. No pude evitar seguirlas con atención para comprobar que la vida política y social sigue controlada por los que no tienen interés en que las cosas cambien. Ya había amenazas de muerte para algunos de los posibles ganadores que representaban una nueva política.

El pasado domingo, en una conversación por WhatsApp, alguien me dijo: “¿te has enterado de lo de Ferreras?, échale un ojo a Twitter” yo que llevaba tres días sin ver noticias ni siquiera por internet, me conecté a ver que estaba pasando. Después de unos minutos, no sabía si las noticias y audios que aparecían estaban hablando de España o eran los trailers de una nueva serie colombiana de Netflix.

(Artículo publicado en el número 1.254 del periódico Infolínea) 






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