El amor de hortelano, siempre me ha parecido un nombre precioso, a pesar de su incómoda presencia, una hierba que se pega a los campesinos con solo rozarla.
Nuestro pueblo, según estudiábamos en el colegio, era eminentemente agrícola y la mayoría de la población vivía de la agricultura.
Era habitual, ver, al caer la tarde, el regreso de los hombres del campo, en carros, en bicicletas o simplemente andando. Llegaban cansados, con los aperos a cuestas, una hoz en el cinto, una estaca, un azadón al hombro, pieles curtidas y andares pausados. No había prisa.
Al llegar a casa, las mujeres maldecían el amor de hortelano adherido a las ropas de sus hombres y atendían con ruda dulzura las rozaduras de ortigas que abrasaban sus manos cuando era la época de "quitar hierba"
Luego ellos vaciaban el morral y sacaban cerrajas, acelgas de campo, o collejas que habían recogido por las orillas de los bancales y caminos. Estas sencillas hierbas eran recibidas como manjares que abastecerían la mesa familiar.
Entonces las hierbas se comían, o servían para hacer emplastos y curar. Formaban parte del modo de vida de las familias campesinas.
Con el paso del tiempo, las explotaciones agrarias se modernizaron para hacer más fácil la labor del campesino, pero, sobre todo, para aumentar la producción y que las cosechas fuesen más abundantes. Con estos cambios aparecieron los herbicidas y pesticidas, que fumigados sobre las cosechas eliminaban las malas hierbas y ahorraban el penoso trabajo de "quitar hierba", que fue bien recibido por las manos trabajadoras y llenó los bolsillos de los dueños de las explotaciones.
Recuerdo que cuando tocaba fumigar, se decía que venían de "echar veneno".
Las cosechan aumentaron en cantidad y los frutos eran mas bonitos y parejos. Los frutos se cogían verdes del árbol y se maduraban artificialmente, según los métodos de esta nueva agricultura.
Los mas viejos desconfiaban de los avances modernos y echaban de menos el olor al tomate de siempre, que ya las ensaladas no sabían a nada, o el olor perfumado de los melocotones que ambientaban las casas desde el frutero, las mermeladas cada vez sabían mas a azúcar y menos a fruta.
Pasados los años, demasiados, sabemos que muchos productos de aquellos son perjudiciales para la salud, algunos han sido prohibidos por las OMS. Otros aún siguen siendo legales gracias al poder y la inmunidad de las multinacionales que los producen.
El tiempo ha ido dando poco a poco la razón a aquella sabia desconfianza de nuestros abuelos y nuestros padres, que fueron dejando de coger collejas, acelgas o cerrajas por que no se fiaban de si en el bancal vecino habían echado veneno hacía poco.
Afortunadamente van apareciendo explotaciones agrícolas que, aunque modernas, retoman el cultivo sin productos químicos, es la agricultura natural o ecológica, y utilizan métodos naturales, respetando el Medio ambiente, para combatir las plagas.
Estos agricultores vuelven a casa, de nuevo, con amor de hortelano.
Estos agricultores vuelven a casa, de nuevo, con amor de hortelano.
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