30 jun 2020

LA PANDEMIA INTERMINABLE (Comienza la Nueva Normalidad)




Ha llegado la hora de las conclusiones. El estado de alerta termina y se trata de hacer un repaso a todo lo que nos ha ocurrido desde el mes de marzo. Me he dado cuenta de que la mejor manera no es otra que la de echar una mirada a los grupos de Whatsapp, probadlo y veréis.



En febrero, las risas. ¡Que exagerada es alguna gente, si sólo es un virus!. Lo de las mascarillas, vaya cachondeo, si hasta las hacen de diseño, no saben que inventar. Y en China haciendo un macro hospital, ¡un disparate, vamos!. “el coronavirus quiere entrar en el grupo” (emoticono de risas).
A primeros de marzo seguíamos sin querer tomárnoslo en serio, aunque los más hipocondríacos comenzaban a inquietarse. Los supermercados se quedan sin papel higiénico, (siguen las risas).




Madrid cierra los centros educativos. Se suspenden las Fallas y el Papa recomienda que se aplacen las procesiones de Semana Santa. Esto ya empieza a preocupar. Comienza el confinamiento. Se cierran fronteras. Iniciativa popular de salir a los balcones para a aplaudir al personal sanitario. Recomendaciones de libros, películas y música inundan las redes. Desabastecimiento de mascarillas y geles hidroalcohólicos… (seguro que todo esto nos va a cambiar). 

Se convierte en habitual la comparecencia de un demacrado presidente de gobierno y de Fernando Simón. Sólo se habla de muertos, son miles. Desde ahora cuando pensemos en Ifema y el Palacio de Cristal nunca será de la misma forma ¡cuanto dolor!.

Hablar con amigos y familia a través de una cámara. La lluvia que nos acompaña durante gran parte de la cuarentena. La naturaleza se recupera, también las fake news que reparten odio (en algunos barrios las cacerolas sustituyen a los aplausos).

Las conversaciones empiezan a girar sobre ERTES y cierres de empresas. Parece que somos conscientes de la gravedad de lo que nos está pasando, ¿o no?.

Poco a poco el contagio remite, comienza la desescalada que nos llevará a esa “Nueva Normalidad” ¿alguien sabe que es lo normal, si es que eso existe?

En paralelo al terremoto social han ido ocurriendo otras cosas: Hemos conocido la historia de un rey que se aprovechó de sus súbditos (cosas de reyes). Sabemos que el actual gobierno ha aprobado la medida social más justa la RBU. Se despeja la X de una antigua ecuación, ¿habrá que esperar otra pandemia para conocer la de “M. Rajoy”?.

Ya falta poco, dicen por ahí. ¿Poco para qué?, me pregunto yo.

(articulo publicado en @Infolinea 1.161)







21 jun 2020

MATAR A UN RUISEÑOR (escritos desde el desconfinamiento VI)


En estos días leer un diario nos puede llevar perfectamente a los años 50 y 60 de EE. UU, “cuna de la Democracia y la Libertad”, carrera espacial para que parezca que todo va a las mil maravillas y racismo para que no nos olvidemos de la parte mas vil del ser humano.
 Estados Unidos lo ha vuelto a intentar. Ante la crisis que afecta al mundo entero (también a ellos) Donald Trump quiere que todos miremos hacia otro lado. El 30 de mayo los titulares decían “La NASA y SpaceX abren una nueva era en la exploración espacial”. Los tripulantes son de la NASA y la nave de una empresa privada. Todo va bien.
Aunque esta vez no lo ha conseguido del todo, la muerte de George Floyd, afroamericano muerto por un policía blanco ha desencadenado una serie de protestas contra el racismo, en todo el mundo, que recuerdan a las producidas por el asesinato de Luther King. El presidente Trump y su inconsciente discurso deja una foto fija del racismo latente en la sociedad estadounidense. La imagen de la muerte reproducida por miles de medios audiovisuales ha inundado hogares, programas y conciencias que, de pronto, se han erigido en justicieras.
“¿… vas a decirle a los estudiantes, sin reírte, que EE. UU. somos el único país que tiene libertad?…. somos el séptimo en alfabetización, el décimo segundo en ciencia, el cuadragésimo noveno en esperanza de vida….somos líderes mundiales en tres categorías, número de encarcelados per cápita, numero de adultos que creen que los ángeles existen y en gastos de defensa ya que gastamos más que los veintiséis siguientes juntos” (News room)


Hace cinco años de otra imagen que también conmovió a toda la buena gente, me refiero a esa de un niño refugiado sirio, ahogado en una playa de Turquía, ¿Aylan se llamaba?. La madre Europa, sus dirigentes, fueron, en este caso, quienes se mantuvieron impávidos ante un drama humano gestado en sus entrañas.
El racismo y la xenofobia son otra epidemia de la que todos estamos contagiados, hay veces en que la enfermedad muestra sus síntomas a la vista de todos y otras en las que pasa desapercibida “asintomática”.

Hace ya mucho tiempo, nuestra sociedad aún era cerrada y monocolor, llegó a nuestro pueblo un hombre, un afroamericano (recuerdo muy bien su nombre) que entró a formar parte de debates, reuniones y francachelas de los jóvenes de entonces, ¿cómo uno más?, un día nos enteramos de que, para él, se utilizaba una vajilla diferente. Con el tiempo y la llegada masiva de emigrantes las técnicas se fueron refinando y se adoptaron “medidas económicas” para hacer una selección étnica, cobrando al extranjero un “plus”. Recuerdo a una amiga, que, en una llamada a la tv local donde era tertuliana, fue insultada, desautorizando su opinión por el simple hecho de ser de otra nacionalidad. Todos hemos sido testigos de estos u otros sucesos que no han pasado de ser anécdotas comentadas, para señalar lo racistas que eran los unos y lo progres que éramos los otros.

Dentro de poco nos habremos olvidado de George Floyd, como casi nos hemos olvidado de los miles de refugiados, también de otras razas, que tenemos en Europa, de la misma forma que miramos hacia otro lado ante los “pequeños sucesos” que pasan a nuestro lado.

Pensábamos que la crisis provocada por la pandemia iba a cambiar el sistema y nos iba a cambiar a nosotros. Pero estamos tan malacostumbrados a que todo sea rápido y que sea ya, que no hemos tenido aguante para la reflexión y, a las primeras de cambio, corremos desbocados en busca de lo malo conocido. En épocas críticas aparecen los monstruos y siempre es mucho más tranquilizador pensar que los monstruos son los demás.

“Hay hombres tan ocupados en acongojarse por el otro mundo que no han aprendido a vivir en este”, “Los ruiseñores no se dedican a otra cosa que a cantar para alegrarnos. No devoran los frutos de los huertos, no anidan en los arcones del maíz, no hacen más que derramar su corazón, cantando para nuestro deleite. Por eso es pecado matar a un ruiseñor”. (Matar a un ruiseñor)

(Publicado en @Infolinea- Alhama- 1.160)






11 jun 2020

SÍNDROMES (escritos desde el desconfinamiento V)


Síndrome: “Conjunto de síntomas que se presentan juntos y son característicos de una enfermedad o de un cuadro patológico determinado provocado, en ocasiones, por la concurrencia de más de una enfermedad”. Esta es la definición que nos da el diccionario, sin embargo, el término se ha extendido y se utiliza para nombrar cosas muy diversas.

La primera vez que oí la palabra síndrome relacionada con algo que no era una enfermedad fue cuando en 1974 Patricia Hearst fue secuestrada y como, después de que su familia pagó el rescate, ella decidió unirse a la causa de sus captores. Esto fue algo inaudito, nadie podía comprender que una niña rica decidiese renunciar a su vida de lujo para unirse a un grupo de rebeldes. Había que darle una explicación y se le puso el nombre de “síndrome de Estocolmo” a lo que se podría describir como el vínculo emocional surgido entre una víctima y su agresor.

Durante los años ochenta y noventa nos familiarizamos con el “síndrome de abstinencia”, consecuencia de una época en que el consumo de drogas tuvo uno de sus momentos álgidos. Sus protagonistas: la heroína, el Torete, el Vaquilla, Antonio Vega, Enrique Urquijo, el VIH, los traficantes etc.. nos mostraron la cara oscura de una libertad recién adquirida, sin manual de uso, y de quienes pretendían beberse la vida en tragos largos sin conocer aún las consecuencias.

Como la palabra síndrome parece investir de una cierta dignidad cualquier debilidad humana, estos se han ido multiplicando para denominar a malestares que van unidos a la vida misma, como “el síndrome del nido vacío” (uno de los más recientes), con el que se han llenado páginas y páginas de literatura psicológica para hablar del duelo que los padres pueden sentir cuando un hijo se independiza o “el síndrome de Peter Pan” cuando nos referimos a los adultos que se comportan como críos.

Últimamente se ha acuñado la expresión “el síndrome de la cabaña”, sinónimo del miedo que sufren muchas personas a salir de casa, tras el confinamiento por la pandemia del Coronavirus, e incorporarse a los espacios y nuevos modos de vida propios de la desescalada.
Y yo me pregunto si no es lo mas natural del mundo sentir ese miedo, siempre que no nos paralice. No sentir temor ante la situación que hemos vivido (y lo que nos queda por delante), no parece cosa de valientes sino de inconscientes.

Echar por tierra, el trabajo de tantos profesionales sanitarios, que los mares vuelvan a aparecer contaminados (ahora por mascarillas), la ausencia de memoria reciente olvidando los momentos en que han llegado a fallecer cerca de mil personas diarias, la falta de respeto a todas ellas. Actuar ante la incertidumbre como si todo fuera cierto. Continuar la vida como si nada, ante una de las crisis más grandes que se han conocido a nivel mundial, no deja en muy buen lugar al ser humano.

Terrazas de bares y restaurantes llenas sin guardar las medidas de precaución, fiestas privadas con aforo ilimitado, botellones multitudinarios…son algunas de la imágenes que estamos viendo durante el desconfinamiento.  Que las ansias por consumir sean mayores que las ganas de vivir nos están mostrando a una sociedad enferma, susceptible de ser objeto de un nuevo síndrome al que yo llamaría, utilizando términos gastronómicos, “nos falta un hervor”.  

(Descubrimiento durante el confinamiento)

3 jun 2020

PONTE LA MÁSCARA (escritos desde el desconfinamiento IV)





He de reconocer que me siento extraña ante esta nueva prenda que hemos visto incorporada, de la noche a la mañana, a nuestro vestuario. Extraña cuando he de usarla, pero también cuando voy por la calle y sólo veo enmascarados. Durante las primeras salidas por nuestro pueblo tras el confinamiento, tengo la sensación de estar dentro de un capítulo de Black Mirror.




Desde nuestros antepasados de las cavernas que utilizaron pieles de animales para protegerse del frío, los motivos para el modo de ataviarse el ser humano han ido casi siempre ligados a convencionalismos o necesidades sociales, según los tiempos.
Ha habido épocas en que los varones llevaban la cabeza cubierta, con boinas, gorras, sombreros etc. Otras en que era signo de distinción para las mujeres llevar guantes. Prendas que han cambiado de género según los tiempos, como la falda que en un principio fue de uso masculino. Indumentarias y accesorios que han sufrido tantos cambios como la propia historia de la Humanidad.

Hasta ahora las máscaras solo habían sido utilizadas en lugares u ocasiones concretas. En recintos sanitarios, las mascarillas quirúrgicas. En eventos festivos como los carnavales, otro tipo de mascaras para incitar a la broma y el disfraz. También en épocas de grandes epidemias, pero sólo por una mínima parte de la población. En algunas etapas históricas llegaron a estar prohibidas para evitar desmanes amparados en el anonimato.

Creo que lo que hace que la prenda, que hoy se impone de uso obligatorio, resulte inquietante es que esta cubre la cara, la parte del cuerpo que más nos identifica y nos representa. El momento actual nos obliga a incluir en nuestro atuendo diario este objeto que sólo deja los ojos al descubierto.   La mirada se ha convertido, entre unas cosas y otras, en lo mas importante, lo que nos mantiene conectados.

"Erase una vez en el año 2000"

En 1974 Víctor Manuel escribió una canción que predecía un apocalíptico futuro “erase una vez, en el año 2000, un hombre con su hijo paseaba por Madrid, con trajes de hojalata reforzados en plexiglás, cubrianse del aire con caretas antigás…” con ella se nos alertaba de la contaminación, del cambio climático, del respeto al medio ambiente. “papá ¿y en esa bola de cristal?.... palomas mensajeras de la Paz, las dos que no han querido disecar”.

Posiblemente esta situación tan surrealista que vivimos sea pasajera, o que no lo sea y acabemos por acostumbrarnos. Estamos demostrando tanta facilidad para adaptarnos a todo (incluso a las cosas ante las que deberíamos de ser inadaptados)

“Las cosas van cambiando, dicen que van cambiando, pero hay otros que dicen que se van disfrazando..” nos cantaban (también por los años 70’), el grupo que lideraba Moncho Alpuente. Incluso Marisol nos advertía “Ponte la máscara,… porque todos llevan su disfraz”.

Dicen que la pandemia afecta, sobre todo, a quienes tienen patologías previas. En nuestro país están apareciendo todas las patologías que permanecían asintomáticas hasta el momento.

Cuando escribo esto acaba de declararse el luto oficial, durante diez días, en nuestro país, en señal de Duelo por las víctimas del Coronavirus, una vez que todo el país está en Fase I de la desescalada. Será el luto oficial más largo de la Democracia. Durante el mismo todas las banderas nacionales ondearán ininterrumpidamente y estarán a media asta, en todos los edificios públicos; se suprimen los honores a la bandera, al rey o a las autoridades; no se convocarán actos de celebración o festivos.