Verano, Sol y Playa van indefectiblemente unidos,
aunque no siempre fue así. En un principio las orillas del mar sólo eran el punto de partida de muchos hombres hacia países lejanos con el afán de conocer otras tierras o comerciar con ellas; el lugar desde el cual los pescadores se echaban a la mar para proveerse de alimentos o el puerto desde el que zarpaban los ejércitos con
intenciones invasoras o defensivas.
Ir a la playa en 1800 |
Claro que por aquellos tiempos no se
llevaba el estar moreno, eso vino después. Entonces estar moreno era señal de
pertenecer a una clase social baja, que tenía que ganarse el sustento de sol a
sol. Las clases pudientes alardeaban de su blancura, y la potenciaban ayudándose
de polvos de arroz y demás afeites. Solo tomaban el sol o baños de mar, bajo
prescripción médica, cuando se tuvo consciencia de lo beneficiosos de la acción
del sol en el metabolismo humano para combatir la anemia o la depresión.
Luego vinieron las modas, dicen que fue Coco
Chanel quien, al presentarse a una entrevista muy morena, tras unas vacaciones,
puso de moda el bronceado. También el cine contribuyó a esto, con la aparición
de la primera mujer de color, Josephine Baker, en una película de los años 20. El
color de piel de esta artista le dio el apodo de la mujer de caramelo.
En España fue en la postguerra cuando el culto
al sol (unidos a la promoción playera de empresas ligadas al
turismo y la construcción) se "democratizó". Las playas elitistas de san Sebastián
y Santander dieron paso a las populares Benidorm, la Manga, Mallorca, o las de
la Costa del Sol, que se llenaron de rascacielos y de turistas.
Los españoles empezamos a ser, aparentemente,
felices, porque nos estábamos convirtiendo en consumidores. El verano pasó a
ser la época propicia para hacernos creer que la felicidad era eso.
Se nos convenció también, sin mucho esfuerzo, de que debíamos ser "amables" y que en vez de que quienes nos visitaran se informasen sobre nuestro idioma y costumbres, fuese al revés. Así que aprendimos, siendo emigrantes, francés y alemán; y ahora aprenderíamos también inglés, amén de adoptar costumbres ajenas, por aquello de ser buenos y serviles anfitriones.
Se nos convenció también, sin mucho esfuerzo, de que debíamos ser "amables" y que en vez de que quienes nos visitaran se informasen sobre nuestro idioma y costumbres, fuese al revés. Así que aprendimos, siendo emigrantes, francés y alemán; y ahora aprenderíamos también inglés, amén de adoptar costumbres ajenas, por aquello de ser buenos y serviles anfitriones.
Cartel de una campaña publicitaria en los 70' |
Lo que no aprendimos fue cual era el límite, quizás porque no hay límite en esta historia que sólo consiste en vender y comprar, en la que todos somos protagonistas y todos tenemos un precio.
Como todo lo que no tiene límites, se nos
fue yendo de las manos, la baraja se convirtió en ases y algunos mares en lodo.
Ya todo fue y sigue siendo....
Ya todo fue y sigue siendo....
.....Tomar el sol, Construir, Comer, Comprar, Hablar ingles,
Olvidar el castellano, Ser condescendientes, Ser sumisos....
.....sin medida.
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