Ese día me levanté con la firme
determinación de ir a mi cita en el centro de salud. Comprobé que habían
habilitado la zona donde antes estaban los servicios sociales, para la
vacunación. Había bastantes personas, nada que ver con las vacunaciones masivas
y de urgencia de las veces anteriores, se notaba que ahora todo estaba
organizado con tiempo y que hay vacunas para todos sin tener que esperar que
los laboratorios den abasto.
Lo que si era parecido a otras
veces eran los comentarios que se escuchaban, iban desde la negación “Yo sólo
me voy a poner la de la gripe, quien sabe lo que nos están metiendo en el
cuerpo con la otra” pasando por la resignación “Que vamos a hacer, es lo que
toca, y como no podemos culpar a nadie” a los que iban más convencidos “Hombre,
gracias a las vacunas casi no muere gente de Covid”.
Escuchando no pude evitar
entenderlos un poco a todos. Es cierto que no sabemos qué llevan las vacunas al
cien por cien (si me lo explicaran no lo entendería) tampoco la de la gripe que
cada año es diferente porque los virus van cambiando. El gusto que nos daría
poder culpar a alguien, por lo menos para descargar nuestra impotencia de
alguna manera, pero si es cierto que,
gracias a las vacunas, muere menos gente a pesar de que siga existiendo este
virus que nos mantiene alerta.
La incertidumbre es algo que nos
acompaña durante toda la vida aunque no seamos conscientes de ello y queramos
creer que la certeza existe. Es con los años que, a base de caerse y
levantarse, de perder y ganar, de sufrir y disfrutar, vamos dándonos cuenta de
que no sabemos qué será lo próximo. “Solo sé que no sé nada” decía el filósofo
griego Sócrates. Hasta que no se llega a esa conclusión, a ese aprendizaje,
andamos por la vida con una venda en los ojos que nos impide ver la realidad y
nos provoca la ilusión de que tenemos todas las respuestas, para comprobar
después, que eso no era verdad.
En cada etapa de la historia de
la Humanidad se ha tenido que lidiar con lo que no se esperaba, sin embargo
seguimos empecinados en buscar certezas y verdades absolutas que nos despojen
de la angustia. Ahí tenemos las religiones, las adicciones, la televisión, los
medios de comunicación etc. Es más fácil recurrir a los paliativos que afrontar
y saber a que atenernos.
Porque, la medicina milagrosa que nos asegure el fin
de nuestros miedos, aún nadie la ha inventado.
"voy a inventarme un camino" El Jose
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