27 sept 2022

DE FERIA EN FERIA



Estamos en tiempo de ferias, durante los meses de septiembre y octubre muchos de nuestros pueblos se visten de fiesta para celebrar, por lo general, la festividad de los santos patrones o patronas. Desde que se tiene constancia esta es una de las épocas del año en las que las gentes festejaban una u otra cosa, la vendimia, la siega… en  nuestra parte del mundo era el momento de la recolección de los cultivos de la tierra. Cuando la tierra era nuestra riqueza.

Este año las fiestas tienen un plus añadido, después de dos años de restricciones por causa de la pandemia, es el momento de celebrar que estamos vivos y las personas se lo están tomando al pie de la letra, saliendo a la calle y disfrutando de volver a compartir y divertirse en actividades multitudinarias. La feria de nuestro pueblo está a punto de comenzar pero parece que aquí, este año los señores de la “falta” no quieren dar tregua. Antiguamente se les llamaba “sacafaltas” a esas personas que siempre ven lo que no en vez de lo que sí. Hay un dicho popular que los define como “los que sacan faltas hasta de un entierro bien hecho”.

Ahora toca quejarse del nuevo recinto ferial. Desde que recuerdo siempre ha habido gente que se ha quejado de ello. Primero fue en la Calle de la Feria y el baile era en el Jardín de los Patos, más tarde las atracciones se pusieron en los solares que hoy ocupan el Círculo Instructivo del Obrero y los bloques de pisos adyacentes, las verbenas eran en el Parque de la Cubana. Espacio público que, a media tarde, pasaba a ser privado para que quien quisiera ir al baile tuviera que pagar (esto se eliminó gracias a la movilización ciudadana que un buen día dijo ¡hasta aquí!). Por último el recinto ferial estaba en la zona de Los Olmos.

En todos estos lugares las quejas vecinales han sido el pan nuestro de cada día, solo que, con el paso del tiempo, me parece a mí que nos hemos idos volviendo cada vez más delicados: que si el ruido de las atracciones, que si la música hasta altas horas de la madrugada, que si vomitaban/orinaban en sus puertas, incluso había quien decía que se tenía que ir a vivir a otro sitio para poder dormir. Esto por unos festejos que duran dos semanas, como mucho, y no todos los días.

Hace unos años se decidió cambiar la ubicación del recinto ferial a una zona más grande y abierta, ya que a las reiteradas quejas de los vecinos se sumaba también que el anterior recinto quedaba pequeño para un pueblo como el nuestro que ha crecido considerablemente. Bueno, pues ahora las quejas son que el recinto ferial no está en el centro. He escuchado/leído argumentos de lo más variados: Los previsores: “y si los jóvenes beben como van a llegar casa, no pueden coger el coche”. Los preocupados: “a los mayores se les está marginando, está muy lejos para ir andando”. Los interesados: “es una zona residencial y no está bien que pagues más impuestos y encima te molesten” y así un rosario de quejas que si nuestros abuelos las escuchasen se echarían las manos a la cabeza. 

Hay vecinos que nunca han tenido cerca la feria. La zona actual está a 15 minutos, andando, del anterior recinto ferial. Alhama es muy grande y para que todos tuviésemos la feria cerca tendría que haber una en cada barrio, un buen ejemplo es el Barrio de los Dolores.  Además los alhameños y cualquier vecino de cualquier pueblo, si quiere ir a un sitio, va. Si visitamos las fiestas de otros pueblos cercanos vemos alhameños en todas ellas, igual en las pedanías. Los jóvenes, que yo sepa, no se quedan de fiesta en el bar de la esquina durante todo el año y los sitios que frecuentan suelen estar bien alejados.

Yo vivo cerca del nuevo recinto ferial, no en una zona residencial sino en un piso de protección oficial. No soy muy fiestera y sé que alguna noche me molestará la música y otras las sirenas de las atracciones. Cuando se hacía el concurso de migas en ese mismo lugar, mi casa se llenaba de humo y cuando el castillo de fuegos artificiales de olor a pólvora y ruido.

Pero pienso que todo esto son naderías en comparación con lo que significa ver que se vive la vida. Aún recuerdo el sonido del coche que pasaba por estas mismas calles avisando que no se podía salir de casa para no contagiarnos.

(Artículo publicado en el número 1.261 del periódico Infolínea)

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