“..fíjate lo que te digo, yo creo que mi perro no sabe que es un perro. Si es que tiene cosas de persona. Se sienta a mi lado. Sale corriendo en cuanto oye que abro la puerta, porque sabe que hay paseo y hasta le gusta más dormir en nuestra cama que en la suya..” (oído a un grupo que paseaba a sus respectivas mascotas)
Multitud de jóvenes llevan
provocando violentos altercados desde hace unas semanas en Cataluña,
supuestamente por la injusta detención de un rapero. Durante estas jornada
violentas han quemado contenedores, destrozado mobiliario urbano y, lo más
sorprendente, saqueando tiendas de marcas caras. Los antisistema, en nombre de
la Libertad de expresión y de la otra, arramblan con prendas de Louis Vuitton,
Tommy Hilfiger, Tous, Versace, Nike, Adidas…
Viendo las imágenes recuerdo la escena de la película “Chocolat” en la
que el personaje más moralista y crítico contra los excesos, da rienda suelta a
sus reprimidos deseos dándose un atracón en un escaparate lleno de pasteles,
durante la Cuaresma.
El rapero en cuestión debe de
estar encantado de conocerse. Como dicen en mi pueblo “cuando las ha visto tan
grandes y que pesen menos”. Después de un historial violento y agresivo (aparte
de sus nefastos videos) se ve convertido en un referente juvenil. Malamente
vamos si confundimos la Libertad de expresión con esto. No creo que este señor
deba ir a la cárcel, pero de ahí a que sus letras se conviertan en himnos va un
largo trecho. “¿qué me importa a mí la Libertad de expresión
si no digo más que imbecilidades? ¿para qué sirve si no sabes pensar, si no
tienes sentido crítico, si no sabes ser libre intelectualmente?” (Emilio Lledó.
filósofo)
Hoy es 23 de febrero, cuarenta
años han pasado desde aquel otro 23F, en el que unos cuantos (demasiados) creyendo
que eran patriotas (otra confusión), intentaron silenciar a la incipiente
Democracia, quizás no la mejor, pero era la nuestra, la que tanto nos costó
conseguir y por la que dieron su vida tantos españoles.
Los jóvenes fueron entonces la
mejor arma para que nuestro país empezase a trabajar y llegase a convertirse en
un ejemplo. Posiblemente no se ha hecho un buen trabajo desde las instituciones
cuando, unas generaciones más tarde, tenemos a gran parte de la juventud
apática, desmotivada, acomodada, que, ante una situación crítica, como es la
producida por el Covid, sólo se manifiesta cuando cierran los bares, sólo se
salta las normas para ir de fiesta y sólo se moviliza por un cantante mediocre.
“piensa que es libre porque anda suelto, mientras arrastra la soga al cuello”
El futuro de la juventud es
bastante incierto, pero creo que hay esperanza. Hace cuarenta años cantábamos a
Miguel Hernández “La juventud siempre empuja, la juventud siempre vence, y la
salvación de España, de su juventud depende” Para que eso ocurra, tienen que
escuchar (quienes deben hacerlo) todo lo que los jóvenes quieren decir, no lo
que ellos creen que están diciendo. Llevamos mucho tiempo de restricciones a
las que no estábamos acostumbrados, estos grupos juveniles no dan la sensación
de luchar por algo común, sino por el propio descontento y la propia rabia.
Quizás si los deseos juveniles hubiesen podido cumplirse de otra forma no
estarían incendiando o apedreando. Al
final el apasionamiento se escapa por el menor resquicio.
Aunque, a veces, tengan actitudes
normalmente atribuidas a las personas, los perros siguen siendo animales. A
menudo las personas nos olvidamos de que somos personas.
¿Democracia? ¿Realmente saben lo que es? España es una partitocracia. Ah, claro. Eso no lo enseñan en las escuelas.
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