Hoy he escuchado, a una figura
importante de la política madrileña, estas palabras “Cuando te llaman fascista
es que lo estás haciendo bien”. Que esto se diga tan frescamente me parece
abominable, que se diga en una situación tan preocupante como la que estamos
viviendo, se normalice y se consienta, es un auténtico desatino y un peligro.
Quienes ostentan cargos de poder
tienen una gran responsabilidad en estos momentos, cuidar y sostener a los
hombres y mujeres que cada día tienen que salir de casa a ganarse el pan, a sus
hijos, a los mayores que resisten y que son los que más han sufrido. La
política debe bajarse a la calle y conocer la realidad. Sin embargo, desde hace
una semana estamos conociendo la parte más fea de cierta clase de políticos, la
de esos que sólo están en el cargo para su propio beneficio.
Desde hace un año estamos aprendiendo
a vivir en un mundo distinto, a convivir con estados de alarma, confinamientos,
restricciones, contagios y muertes diarias por Coronavirus. 365 días, 3.200.000
contagios y 72.424 personas fallecidas en nuestro país.
De los primeros días tengo algunos
recuerdos muy marcados: por un lado, la voz de quien cada día
Aún estamos inmersos en ella, esperanzados
por la aparición de las vacunas, pero en plena pandemia, que sube y baja como
una montaña rusa, según se vayan haciendo las cosas. El paisaje urbano ha
cambiado, las mascarillas embozan todos los rostros y, el movimiento de
apartarte si alguien pasa cerca de ti, se ha convertido en un acto instintivo.
Tres olas de contagios. Todos los
entendidos aseguran que habrá una cuarta y que esta será silenciosa e invisible
porque afectará a la salud mental.
Cada vez son más las personas con
problemas derivados del cansancio acumulado después de tantos meses de
restricciones, lo que se ha llamado “fatiga pandémica”, gente que se encuentra
bien y, de pronto, aparece el pánico, la ansiedad o la desmotivación. Problemas
que también se dan como consecuencia de la soledad, hay personas que han
llegado a estar casi un año sin acercamiento social. Contamos con la situación
en que viven la gran cantidad de familias que han perdido a un ser querido. La
rabia, el sufrimiento, el miedo a morir, la impotencia ante algo que se nos
escapa, la fragilidad propia de los seres humanos, todo ello contribuye a que
estemos un poco inestables y que nuestras fortalezas se resientan.
Ante el derrumbe social que
significó la pandemia que nos invadió de golpe, todo el mundo buscaba algo a lo
que asirse y comenzamos a decir que de ella saldríamos reforzados, que íbamos
aprender de los errores cometidos y que todos seriamos mejores. Los últimos
sucesos nos están demostrando cuan equivocados estábamos.
Por todo lo sufrido, todo no
puede valer. Cuando parece que la pandemia empieza a remitir nadie puede venir
y hacer cualquier cosa ni decir cualquier palabra, que no sea de respeto y en
defensa de quienes hemos cumplido todo lo que se nos ha pedido. Nosotros
estamos haciendo nuestra parte, hagan ustedes la suya.
"Cambalache" Serrat. Un tango que sirve también para el siglo actual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario