25 mar 2021

A LA CUARTA VA LA VENCIDA



                


Hoy he escuchado, a una figura importante de la política madrileña, estas palabras “Cuando te llaman fascista es que lo estás haciendo bien”. Que esto se diga tan frescamente me parece abominable, que se diga en una situación tan preocupante como la que estamos viviendo, se normalice y se consienta, es un auténtico desatino y un peligro.

Quienes ostentan cargos de poder tienen una gran responsabilidad en estos momentos, cuidar y sostener a los hombres y mujeres que cada día tienen que salir de casa a ganarse el pan, a sus hijos, a los mayores que resisten y que son los que más han sufrido. La política debe bajarse a la calle y conocer la realidad. Sin embargo, desde hace una semana estamos conociendo la parte más fea de cierta clase de políticos, la de esos que sólo están en el cargo para su propio beneficio.

Desde hace un año estamos aprendiendo a vivir en un mundo distinto, a convivir con estados de alarma, confinamientos, restricciones, contagios y muertes diarias por Coronavirus. 365 días, 3.200.000 contagios y 72.424 personas fallecidas en nuestro país.

De los primeros días tengo algunos recuerdos muy marcados: por un lado, la voz de quien cada día nos advertía sobre el peligro de salir de casa y después todo lo que no teníamos y necesitábamos. Recuerdo el afán de tantas mujeres que, de manera artesana, se pusieron a coser mascarillas, sanitarios protegiéndose con bolsas de basura, y en Internet, recetas caseras para hacer gel hidroalcohólico. Durante aquellos momentos no éramos conscientes de lo que estábamos viviendo. Y llegaron los EPI y las pantallas protectoras para el personal sanitario. Poco a poco las mascarillas vendrían de todas partes para convertirse en una prenda indispensable por quien sabe cuánto tiempo.

Aún estamos inmersos en ella, esperanzados por la aparición de las vacunas, pero en plena pandemia, que sube y baja como una montaña rusa, según se vayan haciendo las cosas. El paisaje urbano ha cambiado, las mascarillas embozan todos los rostros y, el movimiento de apartarte si alguien pasa cerca de ti, se ha convertido en un acto instintivo.

Tres olas de contagios. Todos los entendidos aseguran que habrá una cuarta y que esta será silenciosa e invisible porque afectará a la salud mental.

Cada vez son más las personas con problemas derivados del cansancio acumulado después de tantos meses de restricciones, lo que se ha llamado “fatiga pandémica”, gente que se encuentra bien y, de pronto, aparece el pánico, la ansiedad o la desmotivación. Problemas que también se dan como consecuencia de la soledad, hay personas que han llegado a estar casi un año sin acercamiento social. Contamos con la situación en que viven la gran cantidad de familias que han perdido a un ser querido. La rabia, el sufrimiento, el miedo a morir, la impotencia ante algo que se nos escapa, la fragilidad propia de los seres humanos, todo ello contribuye a que estemos un poco inestables y que nuestras fortalezas se resientan.

Ante el derrumbe social que significó la pandemia que nos invadió de golpe, todo el mundo buscaba algo a lo que asirse y comenzamos a decir que de ella saldríamos reforzados, que íbamos aprender de los errores cometidos y que todos seriamos mejores. Los últimos sucesos nos están demostrando cuan equivocados estábamos.

Por todo lo sufrido, todo no puede valer. Cuando parece que la pandemia empieza a remitir nadie puede venir y hacer cualquier cosa ni decir cualquier palabra, que no sea de respeto y en defensa de quienes hemos cumplido todo lo que se nos ha pedido. Nosotros estamos haciendo nuestra parte, hagan ustedes la suya.


"Cambalache" Serrat. Un tango que sirve también para el siglo actual.

                                       

  (articulo publicado en el numero 1.192 del periódico Infolínea) 

 

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