17 sept 2019

A RÍO REVUELTO...


"....gota a gota
la lluvia se reune
otra vez en la tierra.
Un sólo trueno vuela
sobre el mar y los pinos,
un movimiento sordo:
un trueno opaco, oscuro,
son los muebles del cielo
que se arrastran.
De nube en nube caen
los pianos de la altura,
los armarios azules,
las sillas y las camas cristalinas..." Neruda. Tempestad

Hay momentos en los que las personas nos volvemos pequeñas. Cuando nos sentimos a merced de fuerzas que no podemos dominar, cuando lo que ocurre a nuestro alrededor escapa a nuestro control, entonces regresamos a esa época en la que buscábamos refugio en brazos protectores o en cavernas oscuras. 
El miedo que provocan los fenómenos naturales excede a cualquier razonamiento lógico. Sabemos que la Madre Naturaleza es ingobernable, por mucho que los meteorólogos intenten darle una explicación.
En días pasados, cuando fuimos zarandeados, iluminados, empapados, arrastrados, sin que pudiésemos hacer otra cosa que cerrar los ojos y esperar que amaneciese, he sido capaz de entender la necesidad del hombre, desde sus inicios, de darle una explicación a lo que no entendía, a través de las creencias en poderes absolutos. Ver como mensajes de los dioses a los truenos, los rayos, el diluvio o el viento, no quitaba el temor, pero le daba un sentido, una explicación. Cuando algo se puede explicar, la angustia se atenúa.

La relación del hombre con la Naturaleza ha sido, muchas veces, contra la Naturaleza, cometiendo el error de creernos algo aparte, algo superior, sin ser conscientes de que formamos parte de esta y que si no la cuidamos no nos cuidamos.
Lo ocurrido en nuestra región tiene que ver con ello. 
Históricamente somos un pueblo donde las riadas se han cobrado vidas y hecho desastres en épocas diferentes, aunque no se recuerda algo parecido desde hace 130 años.

La noche del 15 de octubre de 1879 la ciudad de Murcia, junto con su huerta, sufrió una terrible inundación, dejando a su paso centenares de muertos, miles de casas destruidas e incalculable número de animales que perecieron ahogados.

¿De que nos ha servido todo lo aprendido hasta entonces y desde entonces?, creo que sólo para olvidarlo y seguir adelante como si nada. Ha tenido que pasar más de un siglo para que los defectos que se han ido sumando y agravando salgan a la luz de pronto, tras una tormenta que nos deja noqueados.
Especulación urbanística, edificaciones indebidas, recalificaciones dudosas…acciones de quienes llaman inteligencia a llenarse los bolsillos y cuyo lema es “El que venga detrás que la tiemple”.
Ahora nos echamos las manos a la cabeza: ¡qué catástrofe!, ¡qué lástima!, ¡qué dolor!, ¡qué ruina!... porque los desastres casi siempre sacuden a quienes menos tienen. Es el momento de la Solidaridad, eso es verdad, pero también es el momento de la Responsabilidad.
Será bueno ver si somos capaces de analizar, honestamente, lo que ha pasado y actuar con medidas eficaces para el futuro.

En las tragedias suelen asomar lo peor y lo mejor del ser humano, por un lado vemos a multitud de personas acudiendo a los pueblos para prestar sus manos y su fuerza; por otro están quienes se aprovechan para saquear.
Toca esperar las actuaciones políticas, no basta con solicitar la declaración de zona catastrófica, habrá que hacer mucho más y arremangarse no solo para quitar el lodo. Esas palabras, esas peticiones pueden quedarse sólo en un gesto para acallar la conciencia de algunos (La vecina Lorca sabe mucho de eso). 

Habrá que estar al tanto de cómo y quienes se encargan de la tarea de devolver la vida a esas zonas de nuestra región que ha sido victima de la mayor especulación y ahora sufre las consecuencias. 
¿Tomarán el lugar de quienes se calzan las botas para ayudar o de quienes se ponen las botas saqueando?
“A río revuelto, ganancia de pescadores”




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