19 sept 2016

EL OTOÑO, EL CINE Y EL HAMBRE.



Siempre me ha parecido el otoño la época perfecta para ir al cine, tardes en las que oscurece pronto, aún no hace frío y si, además, está lloviendo, miel sobre hojuelas.
Recuerdo como si hubiese sido ayer, la primera vez que fui al cine, tendría yo seis o siete años y me llevó mi padre al “Salón Espuña” para ver “El mayor espectáculo del mundo”. Las dos horas largas que duraba la película, se me pasaron en un suspiro, cuando terminó yo ya estaba irremediablemente enamorada del séptimo arte …y de Charlton Heston.

Por aquel tiempo había épocas señaladas, con proyecciones especiales, no sé bien que día, pero era el mes de noviembre cuando echaban “Doctor Zhivago”, siempre que esto ocurría se convertía en un evento social, sobre todo para las mujeres casadas, era de las pocas veces que iban al cine sin maridos. Cada vez que veía salir a mi madre, acompañada de las vecinas para ir a verla, soñaba con ser mayor y descubrir que tenía aquella película para cautivar de esa manera al público femenino.
la primera vez que la vi, lo comprendí
 
Eran años de hambre, no precisamente física, teníamos hambre de saber, de conocer otra realidad que diese luz al gris cotidiano. El cine se encargó de colorear una parte de nuestras vidas, poblando de fantasías los sueños de niños y no tan niños.
El hambre se fue saciando con la llegada de otros tiempos, tiempos de cineclub, de cine fórum, de cine de arte y ensayo; en estos años nos alimentábamos, casi a escondidas, de Bergman, Eisenstein, Buñuel, Pasolini, Fellini, etc.

Con la transición llegó el destape, con la democracia la tolerancia, con el neoliberalismo la invasión.
Cuando pienso en los chicos y chicas de ahora, viviendo en el extremo contrario a aquellos años de infancia y dictadura, chicos que con sólo conectarse a internet tienen a su alcance miles de películas, para ver on line o para descargar de forma más o menos ilegal, me inquieto...
 
...porque me pregunto si sentirán esa hambre que sentíamos nosotros cuando vivíamos “a régimen” o, por el contrario, andan tan atiborrados de “comida basura” que padecen una especie de bulimia cultural, en la que comen de todo sin criterio ni control para luego quedarse vacíos.

“La virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto.Aristóteles

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