Muchas veces
necesitamos, como Santo Tomás, ver para creer. Yendo más allá podríamos decir
que para que algo o alguien sea, es preciso que alguien lo mire.
En la actualidad una
metáfora de esa mirada, necesaria para hacer realidad algo, serían las cámaras
de televisión, fotográficas, o los focos de luz de los escenarios, que dirigen
su objetivo, a veces nada objetivo, al objetivo que quieren poner en valor.
Gracias a esto
asistimos a una realidad distorsionada por quienes tienen el poder detrás de la
mirada.
Imaginando un gran
teatro, sobre cuyo escenario se proyectase un potente foco de luz, veríamos
sólo un círculo iluminado rodeado de sombras, lo importante es lo que está
enfocado lo que pasa en las sombras ni siquiera sabemos qué es.
En el libro "Ensayo
sobre la ceguera", de Saramago, la única persona capaz de ver, en un mundo de
ciegos, dice “Iré viendo menos cada vez, y aunque no
pierda la vista me volveré más ciega cada día porque no tendré quien me vea”, al no tener quien la mire es la única que está en la
sombra.
Estas ideas bullen en mi cabeza cuando veo, enfocado bajo la luz de
miradas interesadas, a un país como Venezuela, que, a pesar de sus carencias,
vive. Que, aunque sus habitantes no tengan acceso a los atestados supermercados de los
ricos, comen.
Al otro
lado, en la sombra, millones de personas refugiadas, no existen, porque el haz
de luz, la mirada, la desviamos para no verlas, volviéndonos ciegos voluntarios
ante la injusticia y el dolor humano. En la novela antes citada, se dice en
otro momento “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven,
ciegos que, viendo, no ven”.
Los hipócritas
gobiernos europeos, el de España entre ellos, están siendo cómplices de un
genocidio por dejación del deber, por no mirar hacia donde está la realidad que
necesita ser protagonista. Hombres, mujeres, niños que mueren porque se les
está dejando morir. Mientras, ellos viajan rodeados de multitud de cámaras en
busca de otras realidades que les sean más favorables a la hora de recabar
votos.
A fuerza de no mirar, acabaremos por no ser.
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