Este fin de semana acaba una campaña electoral que yo
describiría, por decirlo delicadamente, como incómoda. Es la primera vez,
durante la etapa democrática, que vivimos una situación como la actual; en el
corto espacio de tiempo que va de diciembre a junio vamos a participar en dos
elecciones generales y eso, teniendo en cuenta la trayectoria participativa y
de consenso de nuestra educación política, nos viene un poco grande.
Lo de incómoda lo digo también en relación a los
partidos políticos, se palpa su incomodidad, tanto en la relación de un partido
y los demás como a la interna dentro de cada uno de ellos. Según los manuales
de estrategia la mejor defensa es un buen ataque, pero en este duelo a cuatro,
la mayoría, han venido jugando a la defensiva, en cuanto a los temas de
política nacional, utilizando el ataque sólo en temas internacionales o
intrapartidos. En el objetivo a atacar, para tres de ellos, sólo aparece un
adversario; en la defensa el adversario pasa a ser cada uno de los cuatro y sus
errores.
La realidad que nadie quiere ver es que el tablero de juego
se ha movido y las ideas han dejado de corresponderse con las siglas en muchos
de los casos.
La mayoría de ciudadanos, con una confusa información
y formación política, asistimos a un cambio en todo lo que durante muchos años
nos ha hecho sentirnos a cobijo y hemos pasado, sin transición, de la sociedad
del bienestar al malestar social que no sólo nos está privando de derechos y
libertades sino también de anclajes ideológicos en los que sustentarnos. Somos,
o deberíamos de ser, conscientes de que nada volverá a ser como antes después
del “Duelo” del próximo día 26, sea cual sea el resultado.
Todo cambio lleva emparejado un “Duelo”, en este
cambio de concepto social, de realidad social, el proceso ya ha comenzado, aun
cuando muchos miren hacia otro lado. Esta dolorosa etapa la supera mejor quien
tiene unas creencias firmes, más allá de siglas, de líderes o de ansias de
poder; quizás por esto se aferran más a las normas políticas establecidas
quienes han venido ostentado (alternativamente) el poder político y económico
desde la Transición, con todo lo que ello conlleva, y se han olvidado de
quienes los pusieron donde están porque creían en lo que decían.
En los
discursos políticos, cada vez más vacíos y alejados de la realidad, se ven
reflejados claramente quienes se creen con un derecho indiscutible a gobernar,
mientras miran por encima del hombro a los que consideran advenedizos. Ese
distanciamiento de los políticos con los ciudadanos y sus realidades les hace
también olvidarse de que no hay enemigo pequeño.
Quizás sea el momento de volver a creer, de poner en
valor las Ideas, de defender el Bien Común por encima del propio interés. Está
en juego nuestra supervivencia como personas, hablando tanto en términos reales
como imaginarios. Yo así lo creo, ¿Y vosotros?
FASES DEL DUELO:
Fase de Negación. Negarse
a sí mismo o al entorno que ha ocurrido.
Fase de Enfado, Indiferencia o Ira:
Estado de descontento por no poder evitar la pérdida que sucede. Se buscan
razones causales y culpabilidad.
Fase de negociación. Negociar consigo mismo o con el entorno, entendiendo los
pros y contras de la pérdida. Se intenta buscar una solución a la pérdida a
pesar de conocerse la imposibilidad de que suceda.
Fase de Dolor. Se experimenta tristeza
por la pérdida.
"..También será posible que esa mañana, ni tu ni yo ni el otro la lleguemos a ver, pero habrá que empujarla para que pueda ser..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario