Amanece un lunes lleno de noticias diversas e interesantes: juicio por corrupción a Cristina de Borbón/Urdangarin, Juego de Trileros en Cataluña y la muerte de un icono musical, Bowie.
Pero, lo que son las cosas,
esta mañana el pensamiento me lleva a otros lugares o quizás son los mismos. Desde el iconoclasta entorno
de mi hogar recuerdo la iconografía de los hogares de mi infancia.
En aquellos años el ambiente
domestico tenía denominadores comunes, de carácter religioso, casi
obligatorios. Había que ser aparentemente creyente con una decoración que
tenía, a mi parecer, mucho de teatral. No se concebía un comedor sin
una réplica de “La última cena” presidiéndolo. La de las familias acomodadas
solía ser un bajo relieve de material más o menos noble, según. Las menos
pudientes se conformaban con una lámina coloreada. (Más tarde llegarían los
tapices de ciervos y demás animales, pero esa es otra historia).
El dormitorio principal, el de
los padres, solía tener encima de la mesita de noche de la madre un niño Jesús
en un jergón de paja (en la mesilla del padre estaba, casi siempre, el
despertador). Encima de la cama matrimonial había, unas veces la imagen de una
virgen dolorosa, en cualquiera de sus versiones o la sagrada familia. En el dormitorio de los niños
era imprescindible el Ángel de la guarda.
En casa de mis padres se
seguían, casi al pie de la letra, los convencionalismos socio-religiosos que,
todo hay que decirlo, conmigo no tuvieron mucho éxito. Siempre sentía la
sensación de ser observada por aquellas figuras, lo que me hacía sentir, hacia
ellas, un profundo rechazo.
Pero la imagen que me producía
más inquietud era la que había donde dormíamos mis hermanas y yo, era, como no,
del Ángel de la guarda; en esta ilustración estaba con un grupo de niños y niñas
que jugaban a la gallinita ciega, el
ángel en cuestión aparecía detrás de uno de los niños, el que llevaba los ojos
vendados, que estaba a punto de caer en un pozo.
Me imagino que esa imagen de
una figura enorme y con sus alas desplegadas, quería representar la protección
divina pero a mí, no me preguntéis porque, siempre me dio la impresión de estar
a punto de empujar al niño hacia el vacío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario