28 ene 2016

IMAGENES


Amanece un lunes lleno de noticias diversas e interesantes: juicio por corrupción a Cristina de Borbón/Urdangarin, Juego de Trileros en Cataluña y la muerte de un icono musical, Bowie.
Pero, lo que son las cosas, esta mañana el pensamiento me lleva a otros lugares o quizás son los mismos. Desde el iconoclasta entorno de mi hogar recuerdo la iconografía de los hogares de mi infancia.
En aquellos años el ambiente domestico tenía denominadores comunes, de carácter religioso, casi obligatorios. Había que ser aparentemente creyente con una decoración que tenía, a mi parecer, mucho de teatral. No se concebía un comedor sin una réplica de “La última cena” presidiéndolo. La de las familias acomodadas solía ser un bajo relieve de material más o menos noble, según. Las menos pudientes se conformaban con una lámina coloreada. (Más tarde llegarían los tapices de ciervos y demás animales, pero esa es otra historia).
El dormitorio principal, el de los padres, solía tener encima de la mesita de noche de la madre un niño Jesús en un jergón de paja (en la mesilla del padre estaba, casi siempre, el despertador). Encima de la cama matrimonial había, unas veces la imagen de una virgen dolorosa, en cualquiera de sus versiones o la sagrada familia. En el dormitorio de los niños era imprescindible el Ángel de la guarda.
En casa de mis padres se seguían, casi al pie de la letra, los convencionalismos socio-religiosos que, todo hay que decirlo, conmigo no tuvieron mucho éxito. Siempre sentía la sensación de ser observada por aquellas figuras, lo que me hacía sentir, hacia ellas, un profundo rechazo.
Pero la imagen que me producía más inquietud era la que había donde dormíamos mis hermanas y yo, era, como no, del Ángel de la guarda; en esta ilustración estaba con un grupo de niños y niñas que jugaban a la gallinita ciega,  el ángel en cuestión aparecía detrás de uno de los niños, el que llevaba los ojos vendados, que estaba a punto de caer en un pozo.
Me imagino que esa imagen de una figura enorme y con sus alas desplegadas, quería representar la protección divina pero a mí, no me preguntéis porque, siempre me dio la impresión de estar a punto de empujar al niño hacia el vacío.

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