Cada cual tenemos rituales que, sin saber por qué, se han instalado en nuestra vida. Uno de los míos es escuchar la radio los domingos por la mañana. Durante gran parte de mi vida, los domingos han sido días laborables, escuchar la radio era una forma de evadirme del trabajo, ese hábito se quedó instalado en mí y sigue siendo placentero. Casi siempre elegía programas musicales que animaban la tarea. En las horas en las que estaba sola empecé a aficionarme a programas con más contenido como “Café del sur” o “Mediterráneo” ambos de Radio 3.
Aunque no tengo necesidad de
madrugar, sigo escuchando la radio los domingos por la mañana temprano. El “A
vivir que son dos días” de la Cadena Ser se ha convertido en mi programa
favorito por sus entrevistas y, sobre todo, por el espacio “Las edades de
Millás”. Cuando el contenido que escucho me parece digno de destacar, procuro
compartirlo posteriormente en Facebook.
Pero mi relación con las redes sociales, últimamente, se ha convertido en una relación tormentosa. Precisamente un domingo, el 12 de mayo, escuché la entrevista a Francesca Albanese, relatora de la ONU para Palestina que presentó un informe sobre la intención genocida de Israel en Gaza. Me pareció interesante y la compartí desde la página de la cadena Ser en Facebook, el titular decía “En los países occidentales hay reticencia para hablar del genocidio en el contexto de Gaza”. Al poco rato me llegó un mensaje de esta red social que decía “Nuestra tecnología ha demostrado que esta publicación se parece a otras que infringen nuestras normas comunitarias de contenido violento y gráfico. No permitimos que nadie en Facebook comparta contenido que muestre violencia gráfica…” me decían que podía solicitar una revisión y si no la publicación sería desplazada para que fuese difícil de encontrar. Esto me pareció surrealista ya que la única imagen que aparece es la foto de la entrevistada.
Unos
días más tarde, esta vez en YouTube, me avisaron de que se me restringían algunas
funciones ya que había dudas de que fuese un adulto. Creo que ver con mis
nietos videos de canciones infantiles ha desorientado al algoritmo.
Siguiendo con las redes sociales,
el viernes pasado todas se hicieron eco de una noticia que no sabría cómo
calificar. El Papa Francisco anunciaba la canonización del primer “santo
millenial”, tras confirmar el segundo milagro del llamado “Influencer de Dios”,
un programador informático llamado Carlo Acutis, que se dedicó a documentar, en
su página web, todo tipo de milagros y apariciones marianas. En 2006 fue diagnosticado
de leucemia y murió a los 15 años. Pero su recuerdo en las redes sociales lo ha
convertido en una persona de culto. En 2020 se aprobó el primer milagro que
inició su proceso de beatificación, como consecuencia de la curación
inexplicable de un niño en Brasil que, supuestamente, se recuperó una grave
afección del páncreas tras tocar una reliquia de Carlo Acutis. El segundo
milagro ha sido reconocido por la Iglesia en la curación de una chica de Costa
rica a la que un accidente dejó al borde de la muerte, su familia empezó a
rezarle al “Influencer de Dios” y viajaron a su tumba, donde le dejaron una
carta. Al parecer, ese mismo día la chica comenzó a respirar y recuperó la
movilidad.
Internet se ha convertido en lo
que legitima o denosta cualquier cosa, y en sus sabiamente llamadas redes,
estamos aleteando creyendo que volamos.
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