A primeros del mes de junio los críos de Alhama comenzaban a buscar con qué hacer la hoguera de San Juan de su calle o de su barrio. Visitaban las carpinterías para recoger recortes de madera inservibles o virutas con las que prender el fuego. Los campos también eran lugares donde encontrar materiales, muebles abandonados, ramas secas, cartones… Las madres casi siempre tenían algo que aportar, cajas vacías, escobas rotas por el uso, algún colchón viejo que había sido sustituido por uno nuevo de espuma…
A lo largo del mes montones de
enseres iban creciendo en los diferentes
solares, por las tardes, después del colegio, se podía ver a la chiquillería
competir para conseguir que su hoguera fuese la mejor.
La noche de San Juan, al caer el
sol, era el momento de prenderles fuego y el pueblo se llenaba de lumbres más o
menos grandes, alrededor de las cuales gritaban y jaleaban pequeños y grandes.
Visitar las hogueras era algo divertido, ver como el fuego consumía todo lo
inservible era emocionante. El ritual colectivo, construido a lo largo de un
mes, concluía cuando entraba el verano, en esa noche mágica, de forma
espectacular.
Con los años fuimos incorporando
otros rituales, quemar lo malo que nos había pasado durante el año. Cuantas
cartas de amores perdidos iban a parar al fuego.
Y un día te das cuenta de que ya
no se hacen hogueras, ya no hay solares dónde hacerlas. Si quieres hacer una, hay
que pedir permiso municipal para que haya la protección necesaria. Impensable
que los críos hagan fuego, no les dejamos ni encender una cerilla. Los rituales
de esa noche se han convertido en algo sofisticado, privado y adulto.
Vivimos en una sociedad donde a
los niños todo se les da hecho. Participan de fiestas y juegos organizados por
los adultos en los que ellos son meros “consumidores”. Hoy sería impensable (e
ilegal) un pueblo donde los niños recogiesen enseres para luego quemarlos. Hay
que proteger a los niños.
Sin embargo, no vemos peligroso
que cada criatura tenga acceso a pantallas. Y no me refiero sólo a móviles y tablet
con acceso a internet, en todas las casas tenemos, como un miembro más de la
familia, la televisión. La tele, ha pasado a considerarse doméstica e inocua,
la tenemos encendida todo el día. Hay multitud de canales que, de diferentes
formas, emiten la misma información dirigida. Sentados en el sofá mirando la
televisión, o ante el ordenador, no hay riesgo de quemarse, de rasparse las
rodillas o romperse un hueso. Todo está en su sitio.
Escribo esto en el aniversario de
George Orwell, autor de “1984” y “Rebelión en la granja”, de él es esta frase: “Lo importante no es mantenerse vivo, sino
mantenerse humano”
"La hoguera" Javier Krahe
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