16 jul 2024

HOGUERAS Y HUMANIDAD

 



A primeros del mes de junio los críos de Alhama comenzaban a buscar con qué hacer la hoguera de San Juan de su calle o de su barrio. Visitaban las carpinterías para recoger recortes de madera inservibles o virutas con las que prender el fuego. Los campos también eran lugares donde encontrar materiales, muebles abandonados, ramas secas, cartones… Las madres casi siempre tenían algo que aportar, cajas vacías, escobas rotas por el uso, algún colchón viejo que había sido sustituido por uno nuevo de espuma…

A lo largo del mes montones de enseres  iban creciendo en los diferentes solares, por las tardes, después del colegio, se podía ver a la chiquillería competir para conseguir que su hoguera fuese la mejor.

La noche de San Juan, al caer el sol, era el momento de prenderles fuego y el pueblo se llenaba de lumbres más o menos grandes, alrededor de las cuales gritaban y jaleaban pequeños y grandes. Visitar las hogueras era algo divertido, ver como el fuego consumía todo lo inservible era emocionante. El ritual colectivo, construido a lo largo de un mes, concluía cuando entraba el verano, en esa noche mágica, de forma espectacular.

Con los años fuimos incorporando otros rituales, quemar lo malo que nos había pasado durante el año. Cuantas cartas de amores perdidos iban a parar al fuego.

Y un día te das cuenta de que ya no se hacen hogueras, ya no hay solares dónde hacerlas. Si quieres hacer una, hay que pedir permiso municipal para que haya la protección necesaria. Impensable que los críos hagan fuego, no les dejamos ni encender una cerilla. Los rituales de esa noche se han convertido en algo sofisticado, privado y adulto.

Vivimos en una sociedad donde a los niños todo se les da hecho. Participan de fiestas y juegos organizados por los adultos en los que ellos son meros “consumidores”. Hoy sería impensable (e ilegal) un pueblo donde los niños recogiesen enseres para luego quemarlos. Hay que proteger a los niños.

Sin embargo, no vemos peligroso que cada criatura tenga acceso a pantallas. Y no me refiero sólo a móviles y tablet con acceso a internet, en todas las casas tenemos, como un miembro más de la familia, la televisión. La tele, ha pasado a considerarse doméstica e inocua, la tenemos encendida todo el día. Hay multitud de canales que, de diferentes formas, emiten la misma información dirigida. Sentados en el sofá mirando la televisión, o ante el ordenador, no hay riesgo de quemarse, de rasparse las rodillas o romperse un hueso. Todo está en su sitio.

Escribo esto en el aniversario de George Orwell, autor de “1984” y “Rebelión en la granja”, de él es esta frase: “Lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”

    "La hoguera" Javier Krahe

                                               

  

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