El pasado cinco de enero fui a
ver la Cabalgata de Reyes Magos, algo que pocas veces he hecho. El que
estuviesen mis nietos en casa influyó para que me animase a acompañarlos.
La cabalgata es un acto por y
para los niños, con la mirada de un niño hay que contemplarla y eso es lo que
hice.
El asombro, mezclado con un poco
de temor, de las caras infantiles ante el espectáculo con malabares de fuego;
la sorpresa al ver personajes de sus cuentos paseándose ante ellos: el muñeco
de nieve de la película Frozen, Shrek, el Grinch, Dumbo, alguna princesa, el
Coyote y el Correcaminos etc. Todos ellos hacían que los críos abriesen los
ojos como platos y que aplaudiesen y, a veces, interactuasen con los
personajes.
La ilusión se reflejaba en sus
rostros y aunque muchos empezaron de mano de los padres, algunos en brazos,
poco a poco veías como iban bajando de la acera como si quisieran tomar la
calle y formar parte del espectáculo.
Los diferentes grupos de baile
que intervinieron en el desfile, todos infantiles, pusieron otra nota más de
alegría y ritmo en los niños y niñas que intentaban imitar a los que desfilaban
y bailar a su compás.
Y para el final Los tres Magos de
Oriente, llenos de majestuosidad, acompañados de sus respectivos pajes (que
repartían caramelos ante el disfrute general), parecían salidos de un cuento de
Navidad de esos que los críos han visto tantos en estos días. Eran las
estrellas del acto y cada uno esperaba al suyo con impaciencia (de todos es
sabido que cada niño tiene un Rey Mago preferido al que dirigen sus cartas).
Viví el desfile desde la mirada y
la inocencia de un niño y lo disfruté. Ver las calles llenas de padres y
abuelos con sus hijos o nietos. Tantas niñas y niños desfilando al son de la
música hicieron que la tarde/noche alhameña de un cinco de enero que parecía
primavera, se llenase de esperanza en el futuro, dejando atrás unos años duros
que parecen llegar a su fin.
Casi desde esa noche empezaron a
leerse en las redes sociales críticas sobre el desfile. Criticas de “criticar”
no de ser críticos. Y siento que es muy triste ver lo poco que nos dura a las personas la capacidad de ver
la vida con la mirada de un niño; qué pronto perdemos la capacidad de soñar, fantasear
e ilusionarnos con las pequeñas cosas para disponernos a verlo todo desde la
“sabiduría” “sensatez” y “lógica” de los adultos.
De vez en cuando deberíamos tener
presente que hay que aprender mucho para tener la sabiduría de un niño. Picasso
dijo una vez “En aprender a pintar como los pintores del Renacimiento tardé
unos años; pintar como los niños me llevó toda la vida”
No hay comentarios:
Publicar un comentario