Está por terminar un año difícil,
en enero pasado publicaba un escrito que se llamaba “el principio del fin” y en
cierto modo así ha sido. La pandemia ha remitido a un nivel de contagio parecido a la infección de
cualquier otro virus con los que, a lo largo de los tiempos, hemos podido
convivir gracias a los avances científicos. Una de las noticias que destacaré, por
injusta, es que la Unión Europea (según Intermon Oxfam) se deshacía a finales
de febrero de 55 millones de dosis de vacunas contra la COVID-19 porque
caducaban, mientras una gran parte de la población mundial seguía sin vacunar.
A la vez bloqueaba propuestas de la Unión africana y cien países más para estar
exentos de la propiedad intelectual y poder producir sus propias vacunas.
A las consecuencias de estos años
nefastos de pandemia y de los que se han enriquecido gracias a ella, se sumó la
guerra de Ucrania que, como uno de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, volvió a
poner a prueba a la Humanidad. La guerra como una de las demostraciones más
viles de lo que el ser humano es capaz de hacer. Meses más tarde nuestro país
fue sede de la cumbre de la OTAN donde todos los altos cargos gubernamentales
de esta organización hicieron acto de presencia, aún me pregunto para qué.
Mientras, la gente que vive la
vida real, acusa tanto desgaste emocional con la añadidura del miedo a la
guerra. La inseguridad ante un futuro incierto ha provocado que los problemas
de salud mental pasen a ser una de las preocupaciones sociales más evidentes.
Por si faltaba algo, llegó el
verano y con él una de las olas de calor más inaguantables de los últimos 20
años. El cambio climático dijo una vez más “aquí estoy yo”, por otro lado la
subida de la luz y el gas gracias a la crisis provocada por la guerra lleva al
gobierno a tomar medidas contundentes en cuanto al uso del aire acondicionado
en locales públicos.
Dos eventos, a cual más
deplorable, volvieron a conmocionar al mundo entero: los funerales de Isabel II
de Inglaterra y el Mundial de Qatar.
Pero no quiero acabar esta ojeada
al año que termina sin decir todo lo bueno que ha pasado (que también lo hay).
En Alhama los actos culturales han vuelto con fuerza, exposiciones, conciertos,
premios…la vida toma las calles y los escenarios. La feria, con la inauguración
del nuevo recinto, ha sido un éxito y una alegría para grandes y chicos.
A nivel nacional se están llevado
a cabo avances sociales que están ayudando a los más desfavorecidos a hacer más
llevadera esta crisis en la que estamos inmersos: reforma de las pensiones, Ingreso
mínimo Vital, medidas para favorecer la creación de empleo (lo que ha
conseguido que crezca en España siete veces más que en el resto de la Unión
Europea durante este último trimestre). En los últimos días el presidente,
Pedro Sánchez y la ministra de trabajo y economía social, Yolanda Díaz, pactan
un nuevo paquete de medidas anticrisis, entre las que están congelar el precio
de los alquileres y rebajar el IVA de algunos alimentos del 10% al 4%.
Termino el año con la esperanza
puesta en que lo bueno que tenemos siga adelante. Que las guerras, la corrupción, las mentiras, la
desigualdad, el odio y quienes lo propician, queden reducidos a la mínima
expresión.
"De vez en cuando la vida" del maestro Serrat que este año se bajó de los escenarios.
Esperemos que este 2023 sea diferente, y cambie un poquito la cosa para mejor.
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