Cuando yo cursaba el Bachiller
Elemental, tenía una profesora que siempre decía que la felicidad está en ignorar,
que cuanto más se sabe más se sufre. Por aquel entonces yo no tendría mas de 12
años, y me parecía extraño que una docente nos dijese eso en un instituto. Durante
estos días recuerdo mucho a aquella profesora y no dejo de pensar que algo de
razón tenía.
Las recientes elecciones a la
comunidad de Madrid han sido de las pocas en las que el resultado no me ha
pillado de sorpresa. La campaña electoral ha sido un pequeño gran desastre. La
izquierda dividida, para no variar, y la derecha montando un circo lleno de
trucos de prestidigitación en el que todo parecía mentira… y era mentira.
Ahí está la cosa, tanta gente
agotada y amedrentada por la pandemia y sus consecuencias, han preferido creer
en una esperanza inexistente. Y no es muy difícil de comprender. Vivimos en un
sistema económico tan perfecto como perverso, el Neoliberalismo no tiene
fisuras. Los trabajadores no es que sean tontos, como algunos “intelectuales de
salón” van dejando caer de tertulia en tertulia, es que necesitan ganar la miseria
de sueldo que ganan para poder salir adelante.
Después de año y medio de
restricciones, enfermedad y precariedad, a los madrileños les ha resultado más
atractivo oír hablar de cervezas que de ideologías políticas, pensando que las
unas no tenían nada que ver con las otras.
Que vivimos en el sistema
perfecto para los grandes intereses está claro. Que las épocas de crisis vienen
bien a las minorías privilegiadas también lo está. Que la inmensa mayoría se ha
visto atada de pies y manos ante la terrible situación pandémica, está
clarísimo.
“La pandemia de la Covid-19 hace
más ricos a los super ricos y arroja a millones de personas a la pobreza... El
medio billón (de dólares) que los 10 hombres más ricos han amasado en el último
año podría servir para tener una vacuna para todo el mundo o incluso para que
nadie caiga en la pobreza durante el tiempo de la pandemia, así que la escala
de la diferencia es extraordinaria” (Gabriela Bucher, directora ejecutiva de
Oxfam Internacional)
Respeto, aunque no comparto, la
decisión de esas muchas personas que, sin ser de derechas, han apostado por lo “malo
conocido”. No les exijamos análisis concienzudos a quienes durante el último
año no han tenido tiempo de pararse a pensar con claridad, arrastrados sólo por
la necesidad.
Por todo esto he recordado a mi
antigua profesora. Desde la perspectiva que me dan los años que ahora tengo,
entiendo mejor lo que quería decir. Produce sufrimiento ser consciente de lo
que está pasando en nuestro mundo y comprendo esas ganas de no querer saber, de
dejarse llevar, de querer creer que comprar en un centro comercial o tomarse
una cerveza significa Libertad. (El Capitalismo es lo que tiene, que puede
disfrazar hasta el significado de las palabras).
“…la Libertad es hacer el amor en los parques. Es el Alba de un día de huelga general. Es morir libre. Son las Guerras Médicas. Las palabras República y Civil. Un rey saliendo en tren hacia el exilio. La Libertad es una librería. Ir indocumentado. las canciones prohibidas. Una forma de amor, la Libertad” Joan Margarit.
"La Libertad es una librería" Joan Margarit.
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