Creo que una
de las cosas que ya han cambiado en nuestras vidas, a raíz del Covid-19, es la
forma como empleamos el tiempo que dedicamos a los demás, especialmente a la
familia. Las palabras que se decían, sin más, ahora han cobrado una
importancia, una dimensión que antes no tenían.
Conversaciones
que antes giraban en torno a cosas cotidianas, ahora parecen superfluas y se
hace más necesario que nunca recuperar recuerdos. El otro día, hablaba con mi
padre de la música, que siempre ha sido su pasión, y recordaba unos tanguillos
que escuchaba en su juventud: “El que viva en el año 2000”. Su memoria no
recordaba todos los versos, pero San Google todo lo sabe.
“El que viva en el año 2000
Verá con asombro los tiempos cambiaos…..
…los serenos se darán el piro
Por que ya las casas no tendrán portal.
Y cualquiera tendrá un autogiro
Con una azotea para aterrizar…”
Durante el pasado siglo, los años 2.000 se veían venir envueltos en un misterioso halo de ciencia ficción. Hemos podido comprobar que la realidad ha superado aquellas suposiciones.
Esta semana he asistido a una consulta de revisión en la Arrixaca que me llevó a pensar sobre esa visión futurista de nuestros antepasados.
Los protocolos que hace sólo unas semanas se limitaban a toma de temperatura y desinfección de manos con gel hidroalcohólico a la entrada del recinto, han cambiado. Ahora, nada más entrar, una enfermera me dice que me desinfecte las manos (han puesto un dispensador que se acciona con el pie), a continuación, me muestra una máquina (hay dos) en la que he de introducir mi tarjeta sanitaria o teclear mi DNI. Cuando sale confirmada mi cita en la pantallita, por una ranura aparece un tique con un código mezcla de letras y números que tendré que guardar durante toda mi estancia, será mi guía.
Después paso a una
sala de espera en la que hay una pantalla donde van saliendo los códigos
asignados a los pacientes y el número de consulta al que debemos ir. Contacto
personal cero. Sólo con el facultativo que te atenderá tras la máscara.
La nueva consigna que escuchamos en los medios institucionales es que tenemos que acostumbrarnos a vivir con el Covid. Después de ver los cambios en los hospitales y el dinero desembolsado para ello, estoy convencida de que es así. En los Centros de Atención Primaria hay menos tecnología, pero igual distancia. Consultas telefónicas, salvo casos excepcionales.
Recuerdo otros tiempos en los que, cuando alguien enfermaba, se avisaba al médico de cabecera, este iba a casa y atendía al enfermo en su propia cama.
Sin duda hemos avanzado en ciencia y tecnología, pero en detrimento del contacto humano, lo que se ha visto agravado, sin duda, con la aparición del Coronavirus.
“….. Por la calle será perseguido
Todo aquel que quiera vivir de un jornal
Pero en cambio será distinguido
Aquel que no quiera nunca trabajar…”
(1928, El Chato de las Ventas)