“Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y, sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas”. La peste. Albert Camus
Este vendaval inesperado nos
ha movido el tablero de juego, las fichas desperdigadas, la mesa volcada, todos
intentando retener en la memoria su jugada para cuando se pueda retomar la
partida.
Cuando todo pasaba en china,
¡nos pillaba tan lejos!. Lo de Italia ya fue otra cosa, ese si era nuestro
mundo, nuestra cultura. Ahora la situación de gravedad ha llegado a España, y
nos causa extrañeza. ¿Como puede ser? Si esto solo les pasaba a los demás
países. No sabemos que hacer con este desconcierto, ni con el tiempo que, de
pronto, tenemos de sobra.
Ante la reclusión obligatoria,
aparecen por todos lados una avalancha de sugerencias para hacer en casa, que
si cocinar platos guais, leer, cantar, hacer gimnasia, declamar poesía, dar
clases a tus hijos y todo eso después de haber llenado la nevera, la
despensa y el botiquín. Ni unos días nos hemos dado para aprovechar y pensar un
poco en todo lo que nos está pasando. Ahora que es el momento propicio para
intentar poner orden en nuestro propio caos, para ser conscientes de qué es lo
que verdaderamente importa.
De momento nos está viniendo
bien para algo, echar de menos las cosas sencillas pero esenciales: pasear
por las calles del pueblo, escuchar los pájaros, visitar una librería para
rebuscar un libro escondido, pararte a charlar con un conocido, tomar un café
para hablar por hablar, y tantas otras cosas que no tienen precio.
Cuando hace unas semanas se
suspendió el carnaval de Venecia y comenzó la cuarentena en Italia, se me
agolparon en la memoria títulos de libros, películas e historias a través de las cuales había
vivido, a lo largo de mi vida, otras reclusiones.
Hay quienes han aprovechado periodos de confinamiento para escribir:
Los místicos San Juan de la
Cruz y Santa Teresa, quienes eligieron la reclusión para vivir y allí surgieron
algunas de las obras más bellas de nuestra literatura.
Shakespeare escribió el Rey
Lear y Macbeth durante periodos de cuarentena por la peste que asolaba Londres
en 1600
Mary Shelley, escribió Frankenstein
durante unos días de reclusión obligada, debida al mal tiempo, mientras estaba
invitada en casa de Lord Byron.
Otros ambientaron sus obras en
situaciones que obligaban al aislamiento.
Albert Camus, en su novela “La
peste” describe los efectos que una plaga puede tener en una población.
Sófocles sitúa “Edipo rey” en
una Tebas asolada por una epidemia.
Bocaccio con “El Decamerón”, los protagonistas han de estar encerrados diez días, debido a una epidemia.
Saramago y su “Ensayo sobre la
ceguera”.
Thomas Mann, en “La Montaña
mágica” cuenta la vida de un grupo de tuberculosos, aislados en un sanatorio.
En otra de sus novelas “Muerte en Venecia” cuenta la historia de una Venecia cerrada
por la peste. De esta última, hay una estupenda película de Visconti.
Soy de quienes creen que de
toda situación se puede aprender, que de cada contratiempo puede surgir algo
bueno. Ojalá y las circunstancias especiales que nos está tocando vivir sirvan
para un cambio en la sociedad, en las personas.
¿Qué es lo que te ayuda a vivir en momentos de desconsuelo? La necesidad de ganar tu pan, el sueño, el amor, la ropa limpia que te pones, un viejo libro que relees. Todo lo que era bueno en las horas de deleite, sigue siendo exquisito en las horas de desamparo. Marguerite Yourcenar
¿Qué es lo que te ayuda a vivir en momentos de desconsuelo? La necesidad de ganar tu pan, el sueño, el amor, la ropa limpia que te pones, un viejo libro que relees. Todo lo que era bueno en las horas de deleite, sigue siendo exquisito en las horas de desamparo. Marguerite Yourcenar
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