27 sept 2019

MADE IN AMÉRICA



Hay cuatro países americanos a los que me unen lazos, lazos invisibles ligados a emociones e ideales. Son: Cuba, Chile, Argentina y México. Cuba y su revolución, que se llevó a cabo justo el año que yo nací, el Che Guevara, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y la gesta que nos contaban llenaron de compromiso y esperanza parte de mi adolescencia. Chile, el golpe de estado con el que Pinochet y los militares derrocaron a Salvador Allende, esta historia la vivimos desde la lejanía, y desde nuestro propio golpe, con las canciones de Víctor Jara, Quilapayún o Violeta Parra que escuchábamos es cintas de cassette mil y una veces regrabadas. Argentina, otro golpe, este más cercano en el tiempo, Videla se sumó a la lista de monstruos junto a Pinochet o Franco y la voz de Mercedes Sosa entró a formar parte de mi banda sonora.
Quilapayún, su "Cantata de Santa María de Iquique" fue una obra que nos aprendimos de memoria. Esta es una de las canciones que la componian "Vamos mujer"

El vínculo con México tiene otras connotaciones, la mayoría de las publicaciones prohibidas que leíamos durante la dictadura nos venían de este país, por ello y aunque sé que los españoles exiliados fueron acogidos por muchos otros países hermanos, en mi memoria los tengo alojados en este país que acogió a muchísimos republicanos como una inmensa casa paterna.

Gracias a Internet sigo a menudo la vida de estos países y los programas de sus canales de televisión. La comida y la cocina son unas de las cosas que me interesan, aparte de que ha sido mi trabajo durante muchos años, creo que la gastronomía de un país nos cuenta su historia de otra manera. Me fascinan las recetas prehispánicas que siguen vigentes en la actualidad y la cantidad de productos, muchos de ellos desconocidos para mí, que utilizan.

Ha sido un programa de cocina Mexicano el último que ha llamado mi atención, la cocina de este país es de otro planeta, no en vano en el año 2010 la gastronomía mexicana fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Hay una nueva generación de cocineros e investigadores que estudian y tratan de rescatar o poner en valor recetas e ingredientes utilizados antes de la llegada de los españoles. Los tamales, el nopal, el mole, los quelites, chapulines, pozole, tlacoyos, escamoles, o las tortillas de maíz son algunos de ellos.

El que más me ha sorprendido es el Huitlacoche, este producto es algo que, como tantos otros alimentos en la historia del mundo, surgió de una deformación o corrupción del producto original. Se trata de un hongo que infecta las plantaciones de maíz cuando llegan las  temporadas de lluvias. En Francia es conocido como “Le charbón du maïs” y en Estados Unidos como “corn smut”, en ambos lugares es el terror de los agricultores que antiguamente llegaban a quemar plantaciones enteras, ahora se combate con agentes químicos.


Huitlacoche. mazorca de maíz infectada por este hongo.

Sólo en Mexico se come de forma habitual y no en todas sus regiones. No se sabe en que momento los mexicanos cambiaron el modo de ver el huitlacoche, pasando de considerarlo una desgracia a incorporarlo como parte de su dieta. Durante mucho tiempo se creyó que era un alimento sagrado para los pueblos prehispánicos, producto de la ira de los dioses. la palabra que da nombre a este hongo está compuesta de dos vocablos cuitlatl y cochtli (excremento dormido). Investigando se ha sabido que su consumo comienza en la época colonial, tiempo de grandes hambrunas, este alimento se convirtió en el sustento básico de la mayoría de la población campesina pasando a tener una gran importancia cultural.

Posteriormente, en los años cincuenta del S. XX las élites se adueñaron de el y su precio se elevó de forma considerable. Hoy en día no sólo es un hongo comestible si no que se ha convertido en un sofisticado ingrediente apreciado y demandado por los mejores cocineros de todo el mundo, hay quien lo ha llamado “el oro negro mexicano”. Quizás todas las cocinas tradicionales tengan ejemplos parecidos de alimentos producto de la casualidad (el yogur, el queso roquefort, la cerveza, el pan etc.) la de México me ha parecido muy representativa y sobre todo protectora de los ancestros culinarios.
Dicen que el huitlacoche sabe ligeramente ahumado y a jengibre con matices dulces, el color negro es una de sus características.

Me parece interesante ver como hay alimentos que pueden pasar de ser considerados un desecho y un peligro a formar parte de la dieta diaria campesina o aparecer en los manteles de la gente adinerada. Es una muestra más de cómo, a veces, los prejuicios nos limitan, haciéndonos rechazar lo que no conocemos, viendo solo la versión oficial del excremento dormido hasta que alguien nos guía hacia el oro negro.


Mi último descubrimiento es una “influencer” de Michoacan que, en tan solo tres o cuatro semanas sus vídeos (grabados y publicados por su hija en youtube)  de sencillas recetas tradicionales, cocinadas con productos de su propia huerta, han logrado ser seguidos por más de medio millón de personas, algunas de sus publicaciones han conseguido millones de visualizaciones. Jóvenes se están ofreciendo a ponerles subtítulos para que puedan ser vistos en países de habla no hispana. Verla es un espectáculo que nos lleva a los guisos de nuestras madres y abuelas y para mi es un síntoma de lo necesitados que estamos de regresar a casa.

17 sept 2019

A RÍO REVUELTO...


"....gota a gota
la lluvia se reune
otra vez en la tierra.
Un sólo trueno vuela
sobre el mar y los pinos,
un movimiento sordo:
un trueno opaco, oscuro,
son los muebles del cielo
que se arrastran.
De nube en nube caen
los pianos de la altura,
los armarios azules,
las sillas y las camas cristalinas..." Neruda. Tempestad

Hay momentos en los que las personas nos volvemos pequeñas. Cuando nos sentimos a merced de fuerzas que no podemos dominar, cuando lo que ocurre a nuestro alrededor escapa a nuestro control, entonces regresamos a esa época en la que buscábamos refugio en brazos protectores o en cavernas oscuras. 
El miedo que provocan los fenómenos naturales excede a cualquier razonamiento lógico. Sabemos que la Madre Naturaleza es ingobernable, por mucho que los meteorólogos intenten darle una explicación.
En días pasados, cuando fuimos zarandeados, iluminados, empapados, arrastrados, sin que pudiésemos hacer otra cosa que cerrar los ojos y esperar que amaneciese, he sido capaz de entender la necesidad del hombre, desde sus inicios, de darle una explicación a lo que no entendía, a través de las creencias en poderes absolutos. Ver como mensajes de los dioses a los truenos, los rayos, el diluvio o el viento, no quitaba el temor, pero le daba un sentido, una explicación. Cuando algo se puede explicar, la angustia se atenúa.

La relación del hombre con la Naturaleza ha sido, muchas veces, contra la Naturaleza, cometiendo el error de creernos algo aparte, algo superior, sin ser conscientes de que formamos parte de esta y que si no la cuidamos no nos cuidamos.
Lo ocurrido en nuestra región tiene que ver con ello. 
Históricamente somos un pueblo donde las riadas se han cobrado vidas y hecho desastres en épocas diferentes, aunque no se recuerda algo parecido desde hace 130 años.

La noche del 15 de octubre de 1879 la ciudad de Murcia, junto con su huerta, sufrió una terrible inundación, dejando a su paso centenares de muertos, miles de casas destruidas e incalculable número de animales que perecieron ahogados.

¿De que nos ha servido todo lo aprendido hasta entonces y desde entonces?, creo que sólo para olvidarlo y seguir adelante como si nada. Ha tenido que pasar más de un siglo para que los defectos que se han ido sumando y agravando salgan a la luz de pronto, tras una tormenta que nos deja noqueados.
Especulación urbanística, edificaciones indebidas, recalificaciones dudosas…acciones de quienes llaman inteligencia a llenarse los bolsillos y cuyo lema es “El que venga detrás que la tiemple”.
Ahora nos echamos las manos a la cabeza: ¡qué catástrofe!, ¡qué lástima!, ¡qué dolor!, ¡qué ruina!... porque los desastres casi siempre sacuden a quienes menos tienen. Es el momento de la Solidaridad, eso es verdad, pero también es el momento de la Responsabilidad.
Será bueno ver si somos capaces de analizar, honestamente, lo que ha pasado y actuar con medidas eficaces para el futuro.

En las tragedias suelen asomar lo peor y lo mejor del ser humano, por un lado vemos a multitud de personas acudiendo a los pueblos para prestar sus manos y su fuerza; por otro están quienes se aprovechan para saquear.
Toca esperar las actuaciones políticas, no basta con solicitar la declaración de zona catastrófica, habrá que hacer mucho más y arremangarse no solo para quitar el lodo. Esas palabras, esas peticiones pueden quedarse sólo en un gesto para acallar la conciencia de algunos (La vecina Lorca sabe mucho de eso). 

Habrá que estar al tanto de cómo y quienes se encargan de la tarea de devolver la vida a esas zonas de nuestra región que ha sido victima de la mayor especulación y ahora sufre las consecuencias. 
¿Tomarán el lugar de quienes se calzan las botas para ayudar o de quienes se ponen las botas saqueando?
“A río revuelto, ganancia de pescadores”




8 sept 2019

LAS OTRAS GUERRAS




Tristes guerras
si no es amor la empresa.
tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
tristes, tristes
tristes hombres
si no mueren de amores.
tristes, tristes. (Miguel Hernández)




Después de un paréntesis he podido seguir leyendo el libro del escritor y periodista Manuel Chaves Nogales “A sangre y fuego”. Su lectura me ha dolido. Es un libro de relatos que narran sucesos reales, fue escrito entre 1936 y 1937, en plena Guerra Civil. El autor permaneció en Madrid hasta finales del 36 que decidió exiliarse.

Hay libros que te abren el pensamiento hacia otras dimensiones sobre cuestiones conocidas, en este caso el tema motivo de mis reflexiones ha sido la guerra, esa palabra terrible que con el transcurrir de los años se viste de épica, quizás para ayudarnos a comprender lo incomprensible.

Tres libros han servido para que me pare a pensar sobre esa otra guerra que atañe a la vida de las personas y que se vive de forma paralela a lo que ocurre en el frente o en los despachos políticos. Primero fue “Celia en la Revolución” de Elena Fortún, otro fue “La guerra no tiene rostro de mujer” de Svetlana Alexiévich y el que estoy leyendo actualmente que completa su título con (Héroes, bestias y mártires de España).

Los dos primeros están escritos por mujeres, Elena Fortún cuenta en esta novela su visión de nuestra Guerra Civil desde una perspectiva femenina y libre, habla del horror, de la tristeza, de la suciedad, del silencio, más allá del ruido producido por las bombas y los disparos, de aquellos años. La guerra, ese estado capaz de ensuciar las ideas más hermosas y de sacar lo peor de cada persona. “Espiritualmente hemos sufrido un terremoto y hasta lo más íntimo y sagrado se tambalea, o se derrumba…Créeme…los que provocan revoluciones son unos verdaderos canallas”. (Celia en la Revolución).

Svetlana Alexiévich hace con su libro un inmenso trabajo periodístico, entrevistando a mujeres que combatieron durante la II Guerra Mundial en las filas del Ejercito Rojo. Pero no es un relato de la guerra, son historias de hombres y mujeres en la guerra. Las mujeres que dan sus testimonios no hablan de heroicidades, sino de violencia, del frio, del hambre, de los hijos, el hogar y, algunas veces, del amor que las empujó a alistarse para estar junto a sus hombres. “…añorábamos muchísimo nuestras casas, a nuestras madres, la comodidad de una casa. Con nosotras estaba una chica de Moscú, Natalia Zhilina. La condecoraron con la medalla al Valor y le dieron permiso para irse a casa unos días. Cuando regresó la olfateábamos…. hacíamos cola para olerla, decían que olía a casa” (La guerra no tiene rostro de mujer”

Chaves Nogales también es periodista y, quizás por eso, sus relatos tienen toda la crudeza de lo real, de esa realidad contada sin idealizaciones. Historias de hombres y mujeres que algunas veces se dejaban arrastrar por pasiones que poco tenían que ver con los ideales y sí con la rabia, el odio, o el rencor, sentimientos demasiado humanos como para poder ser sublimados en ese tiempo de excepción. “Pedro, mientras se desangraba, se iba quedando plácidamente dormido. Se acomodó en la yerba fresca y mullida. En la guerra y la revolución era difícil dormir. ¡pero qué a gusto se dormía al final!” (A sangre y fuego)

Estas tres obras hablan de quienes luchan en las guerras, de quienes las padecen, no de quienes la provocan. Hablan de mujeres, de hombres, de niños, de ancianos que viven esa injusta situación viendo cómo se destruyen las personas a la par que los edificios. Cómo algunas veces se utilizan las creencias con fines muy poco nobles y cómo otras los ideales pasan a un segundo lugar cuando se trata de sobrevivir o de proteger a quien se quiere. Son tres libros cargados de humanidad y, los escritos más anti belicistas que he leído hasta ahora.

Para conmemorar los 80 años del final de la Guerra Civil, Carlos Alsina estrena una nueva ficción sonora, 'Celia en la revolución', basada en la novela homónima de Elena Fortún. Este volumen fue escrito en 1943, pero no hallado hasta el año 1987. Escúchalo


En este enlace podréis escuchar el programa completo, os aseguro que es muy recomendable.