“La primera noche, ellos se acercan
y toman una flor
de nuestro jardín.
No decimos nada.
La segunda noche, ya no se esconden,
pisan las flores,
matan a nuestro perro
y no decimos nada.
Hasta que un día,
el más frágil de ellos,
entra solo a nuestra casa,
nos roba la luz,
y conociendo nuestro miedo,
nos arranca la voz de la garganta.
Y ya no podemos decir nada”.
(Eduardo Alves da Costa.)
No hay día en el que, al leer la prensa, no aparezca una nueva encuesta. Se supone que las encuestas son algo serio y riguroso, basado en cálculos y probabilidades. No son predicciones aventuradas por mentes preclaras de tertulianos o comentaristas políticos.
Es más, casi se saben los
resultados de las elecciones antes de introducir las papeletas en las urnas.
Entre eso y que estamos a un paso del voto electrónico, se le está yendo toda
la magia a eso de votar. En un futuro ya no harán falta urnas,ni cabinas, ni papeletas de
voto, ni interventores o apoderados, ni deseo de votar. Igual, con el tiempo, no hacen falta ni personas que voten.
Cada vez menos rituales y
menos símbolos, sólo una tecla que apretar sentados en el sofá.
A mí que no me digan que todo
esto tiene algún sentido.
Siguiendo con las encuestas, yo me pregunto: ¿Qué fiabilidad
tiene una encuesta en la que el encuestado tiene que expresar sus ideas?, ¿Quién
garantiza que las personas que participan dicen lo que piensan?, ¿El voto es secreto y tenemos que creer que quienes son encuestados
dicen públicamente su ideología?
Así que luego las sorpresas
son enormes, mirad Andalucía…
Cuando se dice: “anda, si se lo que estás pensando”? o aún peor, cuando crees que de
verdad sabes lo que piensa el otro ¡error mayúsculo! lo que una persona piensa
lo sabe solamente ella, y la libertad de decirlo o no sólo la tiene uno mismo.
A veces depende de quien haga la
pregunta para que la respuesta sea una u otra, es más, hay a quienes el sólo el hecho de
ser interrogados les provoca las ganas de mentir. Por eso el asunto de las encuestas me
parece un teatrillo, dependiendo de quien las haga se pretenderá uno u otro
resultado.
Aunque lo que más temo es que
sean un paso más en el silencioso proceso para el desmantelamiento de las pocas ganas que
le quedan a los ciudadanos de seguir participando.
El Neoliberalismo lo tiene
todo atado y bien atado quitándonos las ganas de votar, de participar, o lo que es lo mismo, de vivir.
Pero… ¿Qué sabe nadie?
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