3 sept 2024

¡QUÉ ELEGANCIA, LA DE FRANCIA!

 

3 millones de españoles, emigraron durante los años 50, 60 y 70

Venían con pequeños regalos que para los mayores eran de lo más  refinado: café auténtico (aquí se tomaba achicoria), chocolate de verdad, queso, colonia… a veces juguetes que nos parecían mágicos; entonces, los niños, poco sabíamos de otros juguetes que no fuesen las rudimentarias muñecas y balones.

Los emigrantes españoles en Francia, solían venir a ver a la familia por Navidad, una vez terminada la temporada de vendimia. Llegaban contentos y presumiendo de lo bien que se vivía allí, lo buenos que eran los patrones y lo bien pagado que estaba el trabajo. ¡Cuántas viviendas españolas se pagaron con ese dinero! Cuando llegaba la hora de volver a irse, la tristeza sustituía a la alegría.

Hubo un tiempo en que nosotros también fuimos emigrantes. Casi todas las familias más pobres tenían alguien fuera de España trabajando (otros estaban por motivos políticos, esos no podían venir ni de visita). Francia fue durante años el destino y el asilo de muchos españoles.

En esos años los sentimientos hacia el país vecino estaban divididos, por un lado había admiración por su sociedad progresista que comparada con la nuestra nos dejaba a la altura del betún, tanto en lo cultural como en lo económico, (España era un país “En vías de desarrollo” según decían los libros de texto de la época), por otro lado había un cierto poso de rencor mezclado con servilismo, nacido de esa necesidad no deseada de tener que abandonar el propio país para poder comer.

Años más tarde, con el inicio de una cierta apertura política y social propiciada por las presiones políticas de los gobiernos europeos, llegó el turismo, y España se convirtió en un destino barato para que viniesen de vacaciones aquellos que habían recibido a nuestros emigrantes y asilados. Entonces pudimos ver en directo el refinamiento y la superioridad de aquella sociedad idealizada. La brecha social era patente, una España desmantelada culturalmente y de mentalidad cerrada por el miedo, chocaba con los aires frescos de minifaldas, pelo a lo garçón, cigarrillos y canciones que sonaban a algo llamado Libertad.

La llegada de la Democracia, trajo de vuelta a España a algunos de los que tuvieron que irse por motivos ideológicos, pero a la mayoría el cambio no les llegó a tiempo. Muchos de los trabajadores emigrantes  tampoco volvieron de forma definitiva, los hijos habían echado raíces en aquel país.

En este verano que Francia, sobre todo Paris y sus Juegos Olímpicos, han sido los protagonistas de las noticias junto con la llegada masiva de inmigrantes a nuestro país, he vuelto a pensar en aquellos años no tan lejanos y sin embargo desconocidos para las nuevas generaciones.

Me doy cuenta de lo débil y selectiva que es la memoria, lo pronto que olvidamos la historia, que nos creemos superiores por haber nacido en un lugar y no en otro, como si eso tuviese algún mérito. Los lugares no importan, las personas sí.

La ceremonia de inauguración de los JJOO me pareció una representación simbólica del mundo en que vivimos. Toda la parafernalia imaginaria, un batiburrillo de actos incoherentes, atravesada por un verdoso Sena demasiado real. La antorcha olímpica, suspendida en el aire.

"Le métèque" ( el extranjero) Moustaki





 

 

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